jueves, 22 de septiembre de 2016

Ida Vitale. La luz de esta memoria.



IDA VITALE
LA LUZ DE ESTA MEMORIA
(1949)





Para
Ángel


a pesar de la sangre que procura
 cubrir de noche oscura
 la luz d´esta memoria.

Lope de Vega.




LA NOCHE ESTA MORADA

E il naufragar m`é dolce in questo mare.

Leopardi.


LA NOCHE, esta morada
donde el hombre se encuentra
y está solo,
a punto de morir y comenzar
a andar en aires otros.

El mundo va a perder nubes, caballos,
vacila,
           se asombra,
                                 se deshace,
cae como en los bordes del deseo
pero ya sin milagro.
Despacio la esperanza
viste su piel de olvido.
No veo más allá
de un nombre que he llamado
letra a beso a caricia
a rosa abierta a vuelo ciego a llanto.

Y como todo está desposeído,
todo con el pie justo
para tocar en tierra oscura,
el cielo vuelto un hueco sin voz
y sin orillas,
ya no soy yo la pobre,
medida entre mortales, melancólicos aires,
cuerpo cegado de luz o de simple lágrima.

Lo que este mar, esta crecida sombra
va perdiendo,
viene a salvarse en mí,
nube siempre,
                        caballo azul,
                                              eterno cielo.



ROSA INÚTIL
Hoy desde un viento triste,
sola como en el canto
he visto al aire abrirse
vanamente en preguntas.
La inútil rosa abierta
duerme para su muerte.
¿De quién la culpa?
¿A quién golpear el nombre?
No hay nueva piel para cantar en ella,
un país inocente donde hubiera nacido,
ni un agua de segura pureza.
Busca aire suyo el pétalo,
el no iniciado gesto,
la secreta alegría.
¿Al fin del esperar estará el humo,
donde una mano eterna
acaricia la rosa?



LUGAR DE LLANTO
Todo es lugar de llanto,
todo muerde su propia luz y gime.
Todo con uniforme celo
marchita sus posibles amapolas.

En el viento crece la lágrima
que cuando muere el amor cortamos.
En el aire hay tendidas palabras
verdes de sangre todavía.

Ya no hay sílabas ni formas
que el lento hielo haya olvidado;
no hay ya paloma que reciba
esperanza, órdenes, ramos.

El corazón quiebra sus tallos
y ni la sombra lo sostiene;
¿hay esperanza -grito-, hay esperanza?
hasta cegar el manantial del llanto.



HUECO DE TI
Alguien siente que el aire
es algo más que el aire:
lugar de ti,
desnudo sitio de tu ausencia.

Todavía más lejos corre
lebrel y muro de tu cielo;
y aquí, en olas inútiles,
quiere suplir tu imagen.
Alguien siente los gestos,
la vida, los desnudos abrazos
que hay en el aire,
labios nuestros robados
quién sabe cómo,
manos nuestras, su pulso
dueño ya del espacio,
y que hay guerra
y maravilla hecha a sueños,
a erizado corazón, a deseos
de estar los cuerpos juntos,
solos, sin aire ajeno.
Alguien muere,
por darnos ya su cielo
nuestro todo.



BORDE DEL PARAÍSO
Me ha quedado
tu labio sobre el cuerpo
para ofrecerme muerte
en signos dulces.
Un rio de palabras no dichas
se ha agostado.
Criaturas sombrías
echan mi suerte a viento o fuego.
Mi sangre canta, canta,
toca la luz,
el cielo del peligro,
ruega, duele, roza el radiante
borde del paraíso.
Oh labio asombro cacería asombro
tormenta nube escalofrío
asombro.
El alfabeto entero se deshace
y tiempo atrás recobra
el gemido primero.
Amor, aparta el aire,
dame tu mano fresca,
lleva mi frente a una orilla de hierbas.
Quiero saber al fin
el lugar de la rosa,
el paraíso.



PARA QUÉ INCURRIR EN HISTORIA
Para qué incurrir en historia,
de qué vale acariciar el pan de ayer,
con un resplandeciente dedo de lágrimas
su miga manejada.

El aire de hoy recibe las azaleas nuevas,
cuando el pétalo usado, el perfume ya triste,
mueren sin sitio.

Todo tiene su norma de olvido,
su organizada tumba y el silencio de orden.
Todo camina al día y como un musgo
se propaga en amor hacia la tarde.

Sólo yo, vestíbulo de sombras,
asilo los despojos en mi sangre
para que tiemble como un laúd de sal
y aún sobrevivo.



HUBO UN CUERPO
Hubo un cuerpo
que detrás de los vientos de verano,
más allá de los prados
donde el olvido guarda intactos gestos,
sonrió en su piel inaugural,
vistiendo un paso.

Ahora camina cerca
y respira en mi asombro;
de una nube, de una sombra de árboles,
de un niño,
toma la sinrazón de la ternura
en donde emprende el sueño.

¿Qué traza, qué descanso
en lo ya dicho busca,
con esa mano suelta que el viento le deshace,
que muere sola, sin usar, prescripta?



PRIMERO DUELE EL AIRE
Primero duele el aire
y un látigo de luz salpica
el rostro de mi infancia.
No he dejado de verlo sonreír
entre los ramos de preguntas.
Tantos pájaros fueron, tanta inútil tristeza,
tantos mapas azules, verdes, rosas,
tanta arena en el viento de las playas
vuelven cuando toco su frente
y se avecinan en la luz de hoy.

Todas están durmiendo para siempre,
durmiendo en un dormido paraje de mis venas
las sombras de ese mundo,
ya criaturas de la muerte y mías.



EMBARCADEROS; BESOS
Embarcaderos, besos,
huida eterna del mundo
y su memoria.
El hombre en las orillas que abandona
con asombrado gesto se desgarra
y olvida,
como un poco de tierra,
su piel usual,
la sombra en que se envuelve
para rozar las gentes.
La viva luz se extraña
y en noche ya,
Ignoramos qué camino comienza,
qué aguas quietas y oscuras son éstas
que nos alzan nos llevan,
qué tierras nos aguardan,
con qué selvas,
con qué cielos abiertos de pronto
en la tristeza.
Adiós, adiós, el mundo,
la voluntad, el orden, su silencio,
la tierra ya lejana,
y esa paz leve y fría
que dejamos, como un halo,
temblando sobre los verdes pastos.
El mar dorado,
el aire en guerra,
madurarán sobre la piel
sus rosas momentáneas,
y al fin la libertad,
el largo olvido,
se encontrarán
al cabo de las aguas.



SUBE UN NIVEL DE SUEÑO POR EL CIELO
Sube un nivel de sueño por el cielo
y un muro otorga su favor de blancura.
No dije triste, alto, habitual de palomas,
ni con palabra alguna llamé sobre él la gracia.
De pronto, y cómo?, qué confusión hermosa,
me ha ofrecido su cal sobre su barro,
su diestra soledad agrupada en el viento,
llamándome a piedad, a una piedad cualquiera,
por mí, porque estoy sola, contra un muro
en el cielo, ante un sueño que sube.



PARA QUIÉN, DIME AL FIN PARA QUIÉN
Para quién, dime al fin para quién
yo, en el silencio que acompaña al tiempo
y esta luz que desciende lentamente
siempre hacia el mar, siempre hacia el mar.
Otra vez artista por artista
se van los cuerpos. ¿Dónde están?
No hay color,
queda confiado el sitio a la memoria
pero ya no hay memoria,
encuentro solo un cielo sin orillas,
una pena celeste donde la noche
recomienza el sueño.



A LA FUERZA DE DECIR ESTO NO SIRVE
A la fuerza de decir esto no sirve,
de deshojar sin piedad por el aire
los amores del día, la esperanza,
y de no ver las plumas del recuerdo
que el viento trae a morir en las ventanas,
esta bahía de humo sin cesar ni motivo
que me sube en el pecho,
luego de este desprecio diario
a mi corazón,
¿qué tendré un día, cuando la niebla pase,
entre las manos?



ELEGIAS EN OTOÑO

A José Bergamín
¡Esta lira de muerte!
A. Machado

I

Hay días que parecen prestados por la muerte.
Como llamada desde lejos
su luz vacila y huye,
y con ella también, sin esperanza,
algo nuestro se va,
fugitivo de un cuerpo, de una tierra vacíos.
Las flores nos ofrecen,
con qué dulzura fúnebre, su aroma
que no sentimos ya,
su frescura, que nada nos debe,
como una despedida,
como un augurio de la primavera
que quizás pronto y por única vez
se encenderá en nosotros.

La muerte abre sus parques
y su perfume invade los olores terrestres.
Vetas de su aire impuro
ondulan como un canto de flauta
en nuestro aire,
hostigando las aves,
el pecho de los hombres.
Cuando el último cielo de luz
queda invadido
cuando inocentes sitios
pierden entre la niebla
el brillo de sus horas,
¡qué solo queda el ser que se aventura
en esta tierra ajena!

Todo está lejos;
como en la noche nos inclinamos
sobre la sombra de un sueño
y apenas agitada su onda frágil
se desvanece,
dejándonos su puro destello
así se va la tierra que pisamos,
así de pronto todo, amor o hiedra,
Es un vano pretexto del deseo,
forma huidiza, nube.
Sólo el recuerdo,
quebrado en piedras falsas,
finge la luz,
rescata la hermosura.




II

Cuántas sombras,
cuántos pálidos nombres vienen en el otoño
a morir en el fondo de algún agua quieta.
Cuántas sedas ajadas
se alzan de pronto fúnebres, tensas.

Hay que subir al cielo con los ojos cerrados,
tocar tu nombre nada más y apenas
y arrancando una pluma del corazón de ayer
hacer nacer el ramo azul de la alegría.
Y no sentir el fruto preparado en la tierra
pronto en cualquier momento
para abrirse y llamarnos
con su perfume denso,
hecho al amor de tantas primaveras.
Y no ver por la orilla pálida de las cosas
la soledad mirándonos el rostro,
poniéndonos su número,
su orden, esa luz roja
del ocaso, al pecho.



(Transcripción: María Florencia Milani)






jueves, 15 de septiembre de 2016

Ana María Chouhy Aguirre. Los días perdidos. Recuerdos de otros días.


Ana María Chouhy Aguirre.
 “Los días perdidos”
Recuerdos de otros días.






SIENTO QUE NADA EXISTE…
Siento que nada existe puesto que tú te has ido
y quién sabe qué gentes retendrán tus miradas,
cada día más lejos cuando ya ni te acuerdes
yo buscaré tu imagen entre las verdes plantas.

Mi amor crece muy solo mientras pasan los días
y tu alma tan grande frente a la mía pasa.
El destino separa tu mano de mi mano;
tengo mis dulces ojos arrasados en lágrimas.



FATIGADA DE CUANTO…
Fatigada de cuanto es triste bajo el cielo
sobre tu rostro vengo a detenerme apenas,
como un pájaro errante solo y desfallecido
alcanza en un jardín una fuente de piedra.

Cómo mi alma descansa si te evoco, amor mío,
y al mismo tiempo llora su apasionada queja;
partir de nuevo al aire lejos de ti, parece
que es estar separada del aire y de la hierba.



AY, EL AMOR ES TRISTE…
Ay, el amor es triste, la juventud es triste,
todo lo que es hermoso se cubre de tristeza.
¡Oh! Luz más pura que las luces del crepúsculo,
desciende sobre mí, suave como la hierba.

Recuerdo los lejanos días en que me amabas
en los jardines donde habíamos crecido,
Tantas nubes errantes llevaron nuestros sueños
hasta la tierra llena de jazmines caídos.



CANCIÓN
Saludé a la flor de la campiña
porque era triste y joven como yo,
ella lloraba porque no era niña
y yo lloraba porque no era flor.

Y yo lloraba porque no era flor.

La hierba clara me cantó al oído:
sobre mi pecho puedes descansar,
mi corazón le dijo: no he vivido,
queda un largo sendero por andar.

Queda un largo sendero por andar.

Convertidas en polvo del camino
la misma flor y hierba han de decir:
ha sido más feliz nuestro destino
cuando vuelva a mis lares a morir.

Cuando vuelva a mis lares a morir.



SOLEDAD
Soledad de las horas prolongadas
cómo se siente sola el alma mía,
cómo ruedan sin sangre, desgarradas,
las viejas ilusiones de mi vida.

Lo que soñé y ambicioné hace tiempo,
mis días de pasión y de ternura,
¡qué lejanos parecen! ya no siento
más que el rugido de una mar oscura.

Hay en mi corazón un gran vacío
y la presencia de un sutil tormento,
a veces tengo miedo y siento frío;
el viaje humano es demasiado lento.



CADA HORA
Cada hora retiene su amargura.
En las horas de gracia y de alegría
ha de llegar al fin nuestra tortura,
nadie se va sin ella de la vida.

Cada hora de dicha vendrá luego
bajo una forma transformada y nueva,
no es ajeno al dolor el loco juego
con que el destino nos golpea y prueba.

Y al final ¿qué nos queda entre las manos?
de una existencia bella y esperada,
sólo ceniza de los años vanos
que murieron en flor no madurada.



CANCIONCITA PARA EL OIDO DE MI NIÑO
Cuando quedemos solos,
cuando nadie nos vea,
susurraré en tu oído
estas palabras tiernas.

Dentro de muchos años,
cuando yo sea vieja,
iremos, vida mía,
a recorrer la tierra.

Tú has de mostrarme todo,
la paloma y la estrella,
que vista por tus ojos
parecerá más bella.

Iremos en un barco
que tenga una gran vela
y que forje en el agua
una espumosa estela.

Yo lo miraré todo
con esperanza nueva
y como si el paisaje
recién amaneciera.

Miraremos al pájaro,
miraremos la hierba,
miraremos las nubes,
en la tarde serena.

Nos dirá su secreto
la silenciosa piedra
y aprenderemos todo
como niños de escuela.

Yo aspiraré el perfume
de la rosa ligera
que nace en el suspiro
de cada primavera.

Tu lavarás tus manos
con esa savia buena
que el hombre noble halla
en la naturaleza

Y cuando se fatigue
nuestra ansia viajera
yo traeré algún recuerdo
que ya huye y se aleja.

¡Y qué dicha tan grande!
reclinar mi cabeza
entre tus manos fuertes
de esperada tibieza.

He de sentirte, niño,
una esperanza cierta
que ha colmado mi vida
de paz y de belleza.



¡OH! JUVENTUD
¡Oh! Juventud que se asomara ardiente
al borde de la luz con todo el viento
y el agua sobre el pecho y los deseos
como una flor abierta, sonriendo.

¡Oh! errantes por los campos y los montes
con caballos salvajes que corrían
del largo río el impetuoso curso
en el que luego todo se perdía.

¿Quién sostendría tus floridos ramos
de laurel? Ah, con manos fatigadas
¿quién los livianos arcos, las columnas?
el pelo suelto, el sol sobre la cara.

Si todo está, espíritu, perdido,
días hermosos de verano quedan
como vagos suspiros, tristes hojas
que el tiempo pierde y el amor acerca.

¡Oh! jóvenes felices, os envuelve
la deslumbrante llama y el encanto,
¡ah! los cuerpos desnudos en la hierba,
lo que está vivo y tiembla como un arco.



CASTA Y DESNUDA VOZ…
Casta y desnuda voz aquella
en la pureza de la tarde,
en soledad y en armonía
con la existencia y el paisaje.

Si la palabra se derrama
desde mi boca, está la tarde
que la recoge y que la guarda
hasta que crece y ¡ay! se abre

¡Oh! la palabra despertada
en la pureza de la tarde,
casta y desnuda voz de tierra
maravillosas soledades.



MARINERO EN TIERRA
                                                                     A Rafael Alberti

Lejos del mar, de su mar,
está el marinero en tierra,
por aguas rojas de sangre
va su barca carbonera
sin mástil y sin paisaje
para clavar su bandera
adonde marchará el hijo
de la tierra marinera.
Pero tiene nervio y alma
al viento como una vela,
hombre de Santa María
novio de la panadera.
Cómo quisiera esperar
el que este puerto le diera
“la blusa azul ultramar
y la cinta milagrera”.



LA HOJA
Cuando las hojas caen
el árbol no solloza,
con un ruido tan leve
se desprende la hoja.

Yo las miro en el parque
al final del estío
y mi alma de niña
se estremece de frío.

Porque la hoja lleva
un pensamiento alado,
un pensamiento hermoso
que nunca fue escuchado.

Desde el cielo a la tierra
vuelo del ángel malo
soledad de los hombres
sin campo y sin verano.

Camino del que busca
para dormir, la tierra;
es el hijo que vuelve
es la ley más que eterna.

Hoja de otoño muerta
de corazón dorado,
mi juventud sombría
va llorando a su lado.



CON EL OTOÑO MUERO
¡Con el otoño muero, y tú, amor, canta!
Oh, permitid antes que todo calle
que entre las mil hojas amarillas
surja el coro dulcísimo.

Con voces deslumbrantes de hermosura
por los que unidos en el tiempo eterno
se parecen a dioses juveniles
que la tierra detiene.

Canta también ¡oh! canta para siempre
los infinitos cuerpos que has perdido
y desfallecen solos separados
de tu inmortal aliento.

Que todo el aire vibre ya de amor,
oh triste amor, como los pensamientos,
amor alegre que nació en la hierba,
amor, amor eterno.

En el otoño expiro en este parque
donde el laurel se incendia y se deshace,
¡oh! espíritu suave y todo el tiempo
por ti muera un instante.



POEMA DE LA ADOLESCENCIA
¡Ah! corazón del hombre lacerado de tristeza
desde hace siglos ya y junto al mar desconocido
y con sólo una voz entre los vientos que descienden
bajo las hojas tiernas, verdecidas del estío.
Está todo naciendo de la muerte, solo y nuevo
desde los huecos grises tras mis párpados cerrados
como la luna fría y descarnada que aparece
y los pétalos quietos de la rosa deshojados.
Y los barcos de humo navegaron en las olas
de un mar celeste y puro sobre ramas de pinares
por donde va la infancia de los sueños que se alejan
hacia los altos muros de dolor interminables.
Luego sentí corrientes derramadas que venían
hasta toda mi sangre por mi alma y mi ternura
para que amara y viera las cosas que están creadas
con un llanto inicial desde la flor a raíz oscura.
Era la juventud que me envolvía como un río
yo dije: -¡qué bonita está la rama del manzano!-
y se asomó la hierba rumorosa hasta la tierra
y se voló la brisa amanecida del verano.
Era el vuelo de pájaros que están locos y libres
girando, ay,  por las nubes calladas y los cielos
sobre la tierra sin heridas y sobre las colinas
y junto a las ciudades de los hombres prisioneros.
Y la voz de las aguas extendidas por los valles
y los árboles viejos con sus brazos florecidos
temblando en el ocaso con ternura infinita
sobre los campos largos, silenciosos y dormidos.
Eso lo resguardaré bajo el asombro de mis ojos
hasta la tarde clara y misteriosa que vendría
a traerme el destino tan triste que me dieron
y que ya ciegamente por mis venas descendía.
Como si no estuviera todo gris, envejecido,
y ardiera una vez más desde mi mano apasionada,
porque era el mundo mío que se alzaba bajo el cielo
y yo estaba sonriendo ante la luz, enamorada.



CAMBIO
He soñado en la noche con nueva poesía
no ya aquel monocorde latir de roca fría.

Lejos de un dolor viejo que ha dejado mi verso
como espaldas de niño, curvadas de universo.

Poesía de carne para que viva y muera
como la vida humana así perecedera.

Llena de savia nueva tan extraña y nerviosa
que aspire sin tormento la perfumada rosa.

Y a su contacto suave, voluptuoso y caliente,
tiemble la sangre joven como una llama ardiente.



LA PALABRA
Qué tormento tan hondo
recoger la palabra
limpiarla de su sangre
y que no quede exhausta.

Borrarle los colores
sin que parezca pálida,
y devolverla al viento
que la lleva en su espalda.


(ANA MARÍA CHOUHY AGUIRRE nació en Lomas de Zamora el 15 de febrero de 1918, y murió en Adrogué el 28 de abril de 1945. Lo que aquí presento es parte de “LOS DÍAS PERDIDOS” libro publicado luego de su fallecimiento, que contiene escritos seleccionados desde 1938 hasta poco antes de su muerte)



María Florencia Milani.