sábado, 13 de diciembre de 2014

Susana Soca Blanco.

Susana Soca Blanco


Poeta uruguaya  (1906-1959)








En este día ya sin hojas… 
En este día ya sin hojas,
tocado por memorias de opuestas estaciones,
en este día como de una cansada tierra,
corolas apagadas se me vuelven las caras
y las piedras que oprimo son mis seguras manos
solo color de greda y de incesante arcilla
en algún breve reino de la carne y la sangre.
Pesan en el ligero borde de las pestañas
y en la garganta densa, las palabras
cuya presencia fuera en mí
como el agua y el fuego necesaria y distinta.
En este día me oprimen las palabras
Que no acerté a decir aunque nadie esperara
su peso y su poder a través de mi lengua,
canto de vagas bocas que no lograron ser mi boca,
cosechas no recogidas sobre la tierra color de uva…
Son las voces nacidas entre el tiempo y la música
en un instante solo de unión,
parecido a ciertas ramas
de hojas anchas y separadas,
una vez unidas
en un extremo punto de largo balanceo.
Ciertas voces que nunca fueron mías
y no hablaron palabras de mi canto,
Vuelven a mí, ciñen mi cuello
Y yo siento de nuevo
la invencible, suave avidez
de las glicinas desaparecidas
sobre los troncos desligados y en reposo.
Yo las miro y las pierdo
en el deslumbramiento de esta precoz tibieza
de súbito escondida
por la niebla que ciñe el llano liso
de colinas livianas.


Noche y Cruz:

Por el camino de una noche mía
anuladora exacta,
entro sin gestos, sin golpear en vano,
en la noche de todos.


Como ninguna pródiga en modos de morir,
cuando en secreto el aloe da renovados zumos
para llegar a innumerables bocas,
cuando el nocturno pecho dentro de mí jadea,
la cruz de la noche entra en la cruz de mis manos
sobrellevada a tientas y de pie.
Es la noche sin tregua, la que busca cien muertos
para aprender hasta qué extremo un solo
agonizante puede respirar.


Cuando persigue el hombre sin cesar al hombre
la misma trampa sirve para el uno y el otro
la misma ausente mano
hace cortar el cuello del lobo y de la tórtola.
Y la rutina ordena
con más rigor que la pasión difunta.
Cuando persigue el hombre en cada sitio al hombre,
a los unos da muertes que no serían la suya,
al uno quita el alma, al otro sepultura.
Una metralla ciega hasta en los muertos cava
y la mano de un niño cuelga de frescos olmos.


En súbito tumulto
se incendia la noche desde adentro.
Se reduce el antiguo lugar para la sombra,
como muros y troncos se parten las tinieblas.
Desaparecen ellas, las casas y los bosques.


Una noche con ojos abiertos para siempre
,ha de seguir en busca de los perdidos párpados.
Ahora es el tumulto
y la cruz de la noche silenciosa,
en la cruz de las manos.

 (De: Noche cerrada)


Alegría

La lámina segura del sueño que se quiebra
ha partido la noche como un fruto redondo.
En mitad de lo oscuro al extremo del ansia
hubo una sombra, blando reverso de esplendores,
memoria de una noche de Epifanía.

Despertar en el túnel del más largo temblor
aguardando los climas devastados e iguales
luego el golpe el asombro la inmersión el relámpago,
a todo lo entrevisto extiendo abrazos nuevos
entran de nuevo en mí las caras y las cosas
por el amor de la mirada mía
alguna vez reunidas.

Sonrío a las imágenes y he de volver con júbilo
a unir aquello que estaba separado,
tierras sin agua ya bruscamente florecen
para entrar en mis ojos algún remoto viento
acercará los cinco extendidos jardines.
La luna de mis álamos su esbeltez me devuelve
grabados que no olvido, inmóviles ciudades
y en las ciudades, altas las ya quemadas torres.
Hacia mi boca ausente el olor de la tierra
y del lejano mar han de volver despacio.
Conmigo el mar disperso, atraviesan sus olas
las formas que algún día me fueron favorables.

Mi sombra se aligera del peso de mi cuerpo
aunque fui quebrantada por aquello que amaba,
los dones de ansiedad fueron los vanos dones
e intactos sin servir giraron sobre sí.
Jadeante, esplendorosa, la marea del amor
no me ahoga y regresa a través del espanto
a sumergirme entera en la alegría;
acaso las tinieblas un instante entreabiertas
me dejaron pasar; ahí donde se toca
el cristal con el agua nacen arpas y fuentes.
Basta un hilo de agua, un hilo de la música
para seguirte en una noche desconocida.

Tú, mal buscado, tú que siempre busco,
en otro tiempo yo repetía
si tú no vienes con nadie iré.
Supe que despertaba en desiertos privados
de voz y extrañamente regocijada al fin,
feliz de nunca estar en nada,
siento ahora que ves como la propia sombra
partida del destino de mi cuerpo inclinado
sobre lo inmóvil salta y sin esfuerzo baila.

(De: Noche cerrada)


Reflejos

Sobre el llano fulgura
el falso hielo
de la más clara niebla,
ya sólo vamos
por un camino de lentos bosques
hacia esferas de niebla
que se detienen
en la sustancia lúcida.

Giramos horas y horas
con una lámpara
y en el largo reflejo
otra luz otra lámpara
sin tregua miro,
de vidrio y opalina
corona y límite
de la no vista llama.

Lo que alumbra yo ignoro
y nadie sabe,
del brillo que trasluce
y no se muestra
encandilado el corazón,
por un instante
devorador el tiempo
juega despacio
juega a ser devorado.

Hinca sus dientes
la inútil agudeza
y se detiene
en la carne de vidrio.

El aire espeso
ríos de transparencias
deja entrever
con ellas comunica
la ausente luz
hasta que algún aliento
los vuelve ciegos
mientras el día
en la noche se funde
y un solo día
como el otoño pesa.

Con todo lo que ignoro
haré una esfera
de opalina, una esfera
que ha de rasgar
la lluvia como
si fuera alguna mano…
Y no se quiebra, se esconde.

Con el fulgor perdemos
al mismo tiempo
colores sucesivos
retoños últimos
del bosque ya talado.

(De: Noche cerrada)



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