HISTORIA
DE LA NOCHE
(SELECCIÓN PROPIA)
INSCRIPCIÓN
Por
los mares azules de los atlas y por los grandes mares del mundo. Por el
Támesis, por el Ródano y por el Arno. Por las raíces de un lenguaje de hierro.
Por una pira sobre un promontorio del Báltico, helmum behongen. Por los
noruegos que atraviesan el claro río, en alto los escudos. Por una nave de
Noruega, que mis ojos no vieron. Por una vieja piedra del Althing. Por una
curiosa isla de cisnes. Por un gato en Manhattan. Por Kim y por su lama
escalando las rodillas de la montaña. Por el pecado de soberbia del samurai.
Por el Paraíso en un muro. Par el acorde que no hemos oído, por los versos que
no nos encontraron (su número es el número de la arena), por el inexplorado
universo. Por la memoria de Leonor Acevedo. Por Venecia de cristal y
crepúsculo...
Por
la que usted será; por la que acaso no entenderé.
Por
todas estas cosas dispares, que son tal vez, como presentía Spinoza, meras
figuraciones y facetas de una sola cosa infinita, le dedico a usted este libro,
María Kodama.
J. L. B.
Buenos Aires, 23 de agosto de
1977.
ALHAMBRA
Grata la voz del agua
a quien abrumaron negras arenas,
grato a la mano cóncava
el mármol circular de la columna,
gratos los finos laberintos del agua
entre los limoneros,
grata la música del zéjel,
grato el amor y grata la plegaria
dirigida a un Dios que está solo,
grato el jazmín.
Vano el alfanje
ante las largas lanzas de los muchos,
vano ser el mejor.
Grato sentir o presentir, rey doliente,
que tus dulzuras son adioses,
que te será negada la llave,
que la cruz del infiel borrará la luna,
que la tarde que miras es la última.
a quien abrumaron negras arenas,
grato a la mano cóncava
el mármol circular de la columna,
gratos los finos laberintos del agua
entre los limoneros,
grata la música del zéjel,
grato el amor y grata la plegaria
dirigida a un Dios que está solo,
grato el jazmín.
Vano el alfanje
ante las largas lanzas de los muchos,
vano ser el mejor.
Grato sentir o presentir, rey doliente,
que tus dulzuras son adioses,
que te será negada la llave,
que la cruz del infiel borrará la luna,
que la tarde que miras es la última.
Granada,
1976.-
METÁFORA DE LAS MIL Y UNA NOCHES
La primera metáfora es el
río.
Las grandes aguas. El cristal viviente
Que guarda esas queridas maravillas
Que fueron del Islam y que son tuyas
Y mías hoy. El todopoderoso
Talismán que también es un esclavo;
El genio confinado en la vasija
De cobre por el sello salomónico;
El juramento de aquel rey que entrega
Su reina de una noche a la justicia
De la espada, la luna, que está sola;
Las manos que se lavan con ceniza;
Los viajes de Simbad, ese Odiseo
Urgido por la sed de su aventura,
No castigado por un dios; la lámpara;
Los símbolos que anuncian a Rodrigo
La conquista de España por los árabes;
El simio que revela que es un hombre,
Jugando al ajedrez; el rey leproso;
Las altas caravanas; la montaña
De piedra imán que hace estallar la nave;
El jeque y la gacela; un orbe fluido
De formas que varían como nubes,
Sujetas al arbitrio del Destino
O del Azar, que son la misma cosa:
El mendigo que puede ser un ángel
Y la caverna que se llama Sésamo.
La segunda metáfora es la trama
De un tapiz, que propone a la mirada
Un caos de colores y de líneas
Irresponsables, un azar y un vértigo,
Pero un orden secreto lo gobierna.
Como aquel otro sueño, el Universo,
El Libro de las Noches está hecho
De cifras tutelares y de hábitos:
Los siete hermanos y los siete viajes,
Los tres cadíes y los tres deseos
De quien miró la Noche de las Noches,
La negra cabellera enamorada
En que el amante ve tres noches juntas,
Los tres visires y los tres castigos,
Y encima de las otras la primera
Y última cifra del Señor; el Uno.
La tercera metáfora es un sueño
Agarenos y persas lo soñaron
En los portales del velado Oriente
O en vergeles que ahora son del polvo
Y seguirán soñándolo los hombres
Hasta el último fin de su jornada.
Como en la paradoja del eleata,
El sueño se disgrega en otro sueño
Y ése en otro y en otros, que entretejen
Ociosos un ocioso laberinto.
En el libro está el Libro. Sin saberlo,
La reina cuenta al rey la ya olvidada
Historia de los dos. Arrebatados
Por el tumulto de anteriores magias,
No saben quiénes son. Siguen soñando.
La cuarta es la metáfora de un mapa
De esa región indefinida, el Tiempo,
De cuanto miden las graduales sombras
Y el perpetuo desgaste de los mármoles
Y los pasos de las generaciones.
Todo. La voz y el eco, lo que miran
Las dos opuestas caras del Bifronte,
Mundos de plata y mundos de oro rojo
Y la larga vigilia de los astros.
Dicen los árabes que nadie puede
Leer hasta el fin el Libro de las Noches.
Las Noches son el Tiempo, el que no duerme.
Sigue leyendo mientras muere el día
Y Shahrazad te contará tu historia.
Las grandes aguas. El cristal viviente
Que guarda esas queridas maravillas
Que fueron del Islam y que son tuyas
Y mías hoy. El todopoderoso
Talismán que también es un esclavo;
El genio confinado en la vasija
De cobre por el sello salomónico;
El juramento de aquel rey que entrega
Su reina de una noche a la justicia
De la espada, la luna, que está sola;
Las manos que se lavan con ceniza;
Los viajes de Simbad, ese Odiseo
Urgido por la sed de su aventura,
No castigado por un dios; la lámpara;
Los símbolos que anuncian a Rodrigo
La conquista de España por los árabes;
El simio que revela que es un hombre,
Jugando al ajedrez; el rey leproso;
Las altas caravanas; la montaña
De piedra imán que hace estallar la nave;
El jeque y la gacela; un orbe fluido
De formas que varían como nubes,
Sujetas al arbitrio del Destino
O del Azar, que son la misma cosa:
El mendigo que puede ser un ángel
Y la caverna que se llama Sésamo.
La segunda metáfora es la trama
De un tapiz, que propone a la mirada
Un caos de colores y de líneas
Irresponsables, un azar y un vértigo,
Pero un orden secreto lo gobierna.
Como aquel otro sueño, el Universo,
El Libro de las Noches está hecho
De cifras tutelares y de hábitos:
Los siete hermanos y los siete viajes,
Los tres cadíes y los tres deseos
De quien miró la Noche de las Noches,
La negra cabellera enamorada
En que el amante ve tres noches juntas,
Los tres visires y los tres castigos,
Y encima de las otras la primera
Y última cifra del Señor; el Uno.
La tercera metáfora es un sueño
Agarenos y persas lo soñaron
En los portales del velado Oriente
O en vergeles que ahora son del polvo
Y seguirán soñándolo los hombres
Hasta el último fin de su jornada.
Como en la paradoja del eleata,
El sueño se disgrega en otro sueño
Y ése en otro y en otros, que entretejen
Ociosos un ocioso laberinto.
En el libro está el Libro. Sin saberlo,
La reina cuenta al rey la ya olvidada
Historia de los dos. Arrebatados
Por el tumulto de anteriores magias,
No saben quiénes son. Siguen soñando.
La cuarta es la metáfora de un mapa
De esa región indefinida, el Tiempo,
De cuanto miden las graduales sombras
Y el perpetuo desgaste de los mármoles
Y los pasos de las generaciones.
Todo. La voz y el eco, lo que miran
Las dos opuestas caras del Bifronte,
Mundos de plata y mundos de oro rojo
Y la larga vigilia de los astros.
Dicen los árabes que nadie puede
Leer hasta el fin el Libro de las Noches.
Las Noches son el Tiempo, el que no duerme.
Sigue leyendo mientras muere el día
Y Shahrazad te contará tu historia.
CAJA DE MÚSICA
Música del Japón.
Avaramente
de la clepsidra se desprenden gotas
de lenta miel o de invisible oro
que en el tiempo repiten una trama
eterna y frágil, misteriosa y clara.
Temo que cada una sea la última.
Son un ayer que vuelve. ¿De qué templo,
de qué leve jardín en la montaña,
de qué vigilias ante un mar que ignoro,
de qué pudor de la melancolía,
de qué perdida y rescatada tarde,
llegan a mí, su porvenir remoto?
No lo sabré. No importa. En esa música
yo soy. Yo quiero ser. Yo me desangro.
de la clepsidra se desprenden gotas
de lenta miel o de invisible oro
que en el tiempo repiten una trama
eterna y frágil, misteriosa y clara.
Temo que cada una sea la última.
Son un ayer que vuelve. ¿De qué templo,
de qué leve jardín en la montaña,
de qué vigilias ante un mar que ignoro,
de qué pudor de la melancolía,
de qué perdida y rescatada tarde,
llegan a mí, su porvenir remoto?
No lo sabré. No importa. En esa música
yo soy. Yo quiero ser. Yo me desangro.
EL TIGRE
Iba
y venía, delicado y fatal, cargado de infinita energía, del otro lado de los
firmes barrotes y todos lo mirábamos. Era el tigre de esa mañana, en Palermo, y
el tigre del Oriente y el tigre de Blake y de Hugo y Shere Khan, y
los tigres que fueron y que serán y asimismo el tigre arquetipo, ya que el
individuo, en su caso, es toda la especie. Pensamos que era sanguinario y hermoso. Norah, una niña,
dijo: Está hecho para el amor.
ENDIMIÓN EN
LATMOS
Yo
dormía en la cumbre y era hermoso
mi
cuerpo, que los años han gastado.
Alto
en la noche helénica, el centauro
demoraba
su cuádruple carrera
para
atisbar mi sueño. Me placía
dormir
para soñar y para el otro
sueño
lustral que elude la memoria
y
que nos purifica del gravamen
de
ser aquel que somos en la tierra.
Diana,
la diosa que es también la luna,
me
veía dormir en la montaña
y
lentamente descendió a mis brazos
oro
y amor en la encendida noche.
Yo
apretaba los párpados mortales,
yo
quería no ver el rostro bello
que
mis labios de polvo profanaban.
Yo
aspiré la fragancia de la luna
Y
su infinita voz dijo mi nombre.
Oh
las puras mejillas que se buscan,
oh
ríos del amor y de la noche,
oh
el beso humano y la tensión del arco.
No
sé cuánto duraron mis venturas;
hay
cosas que no miden los racimos
ni
la flor ni la nieve delicada.
La
gente me rehúye. Le da miedo
el
hombre que fue amado por la luna.
Los
años han pasado. Una zozobra
da
horror a mi vigilia. Me pregunto
si
aquel tumulto de oro en la montaña
fue
verdadero o no fue más que un sueño.
Inútil
repetirme que el recuerdo
de
ayer un sueño son la misma cosa.
Mi
soledad recorre los comunes
caminos
de la tierra, pero siempre
busco
en la antigua noche de los númenes
la
indiferente luna, hija de Zeus.
UN ESCOLIO
Al cabo de veinte años de trabajos y de
extraña aventura, Ulises, hijo de Laertes vuelve a su Ítaca. Con la
espada de hierro y con el arco ejecuta la debida venganza. Atónita hasta el
miedo, Penélope no se atreve a reconocerlo y alude, para probarlo, a un secreto
que comparten los dos, y sólo los dos: el de su tálamo común, que ninguno de
los mortales puede mover, porque el olivo con que fue labrado lo ata a la
tierra. Tal es la historia que se lee en el libro vigésimo tercero de la
Odisea.
Homero no ignoraba que las cosas deben decirse de
manera indirecta. Tampoco lo ignoraban sus griegos, cuyo lenguaje
natural era el mito. La fábula del tálamo que es un árbol es una suerte de
metáfora. La reina supo que el desconocido era el rey cuando se vio en sus
ojos, cuando sintió en su amor que la encontraba el amor de Ulises.
NI
SIQUIERA SOY POLVO
No quiero ser quien soy. La avara
suerte
me ha deparado el siglo diecisiete,
el polvo y la rutina de Castilla,
las cosas repetidas, la mañana
que, prometiendo el hoy, nos da la víspera,
la plática del cura y del barbero,
la soledad que va dejando el tiempo
y una vaga sobrina analfabeta.
Soy hombre entrado en años. Una página
casual me reveló no usadas voces
que me buscaban, Amadís y Urganda.
Vendí mis tierras y compré los libros
que historian cabalmente las empresas:
el Grial, que recogió la sangre humana
que el Hijo derramó para salvarnos,
el ídolo de oro de Mahoma,
los hierros, las almenas, las banderas
y las operaciones de la magia.
Cristianos caballeros recorrían
los reinos de la tierra, vindicando
el honor ultrajado o imponiendo
justicia con los filos de la espada.
me ha deparado el siglo diecisiete,
el polvo y la rutina de Castilla,
las cosas repetidas, la mañana
que, prometiendo el hoy, nos da la víspera,
la plática del cura y del barbero,
la soledad que va dejando el tiempo
y una vaga sobrina analfabeta.
Soy hombre entrado en años. Una página
casual me reveló no usadas voces
que me buscaban, Amadís y Urganda.
Vendí mis tierras y compré los libros
que historian cabalmente las empresas:
el Grial, que recogió la sangre humana
que el Hijo derramó para salvarnos,
el ídolo de oro de Mahoma,
los hierros, las almenas, las banderas
y las operaciones de la magia.
Cristianos caballeros recorrían
los reinos de la tierra, vindicando
el honor ultrajado o imponiendo
justicia con los filos de la espada.
Quiera Dios que un enviado
restituya
a nuestro tiempo ese ejercicio noble.
Mis sueños lo divisan. Lo he sentido
a veces en mi triste carne célibe.
No sé aún su nombre. Yo, Quijano,
seré ese paladín. Seré mi sueño.
En esta vieja casa hay una adarga
antigua y una hoja de Toledo
y una lanza y los libros verdaderos
que a mi brazo prometen la victoria.
¿A mi brazo? Mi cara (que no he visto)
no proyecta una cara en el espejo.
a nuestro tiempo ese ejercicio noble.
Mis sueños lo divisan. Lo he sentido
a veces en mi triste carne célibe.
No sé aún su nombre. Yo, Quijano,
seré ese paladín. Seré mi sueño.
En esta vieja casa hay una adarga
antigua y una hoja de Toledo
y una lanza y los libros verdaderos
que a mi brazo prometen la victoria.
¿A mi brazo? Mi cara (que no he visto)
no proyecta una cara en el espejo.
Ni siquiera soy polvo. Soy un
sueño
que entreteje en el sueño y la vigilia
mi hermano y padre, el capitán Cervantes,
que militó en los mares de Lepanto
y supo unos latines y algo de árabe...
Para que yo pueda soñar al otro
cuya verde memoria será parte
de los días del hombre, te suplico:
mi Dios, mi soñador, sigue soñándome.
que entreteje en el sueño y la vigilia
mi hermano y padre, el capitán Cervantes,
que militó en los mares de Lepanto
y supo unos latines y algo de árabe...
Para que yo pueda soñar al otro
cuya verde memoria será parte
de los días del hombre, te suplico:
mi Dios, mi soñador, sigue soñándome.
EL
JUEGO
No se miraban.
En la penumbra compartida los dos estaban serios y
silenciosos.
Él le había tomado la mano izquierda y le quitaba y le ponía el
anillo de marfil y el anillo de plata.
Luego le tomó la mano derecha y le quitó y le puso los dos anillos
de plata y el anillo de oro con piedras duras.
Ella tendía alternativamente las manos.
Esto duró algún tiempo. Fueron entrelazando los dedos y juntando
las palmas.
Procedían con lenta delicadeza, como si temieran equivocarse.
No sabían que era necesario aquel juego para que determinada
cosa ocurriera, en el porvenir, en alguna región.
silenciosos.
Él le había tomado la mano izquierda y le quitaba y le ponía el
anillo de marfil y el anillo de plata.
Luego le tomó la mano derecha y le quitó y le puso los dos anillos
de plata y el anillo de oro con piedras duras.
Ella tendía alternativamente las manos.
Esto duró algún tiempo. Fueron entrelazando los dedos y juntando
las palmas.
Procedían con lenta delicadeza, como si temieran equivocarse.
No sabían que era necesario aquel juego para que determinada
cosa ocurriera, en el porvenir, en alguna región.
THINGS
THAT MIGHT HAVE BEEN
Pienso
en las cosas que pudieron ser y no fueron.
El tratado de mitología sajona que Beda no escribió.
La obra inconcebible que a Dante le fue dada acaso entrever,
Ya corregido el último verso de la Comedia.
La historia sin la tarde de la Cruz y la tarde de la cicuta.
La historia sin el rostro de Helena.
El hombre sin los ojos, que nos han deparado la luna.
En las tres jornadas de Gettysburg la victoria del Sur.
El amor que no compartimos.
El dilatado imperio que los Vikings no quisieron fundar.
El orbe sin la rueda o sin la rosa.
El juicio de John Donne sobre Shakespeare.
El otro cuerno del Unicornio.
El ave fabulosa de Irlanda, que está en dos lugares a un tiempo.
El hijo que no tuve.
El tratado de mitología sajona que Beda no escribió.
La obra inconcebible que a Dante le fue dada acaso entrever,
Ya corregido el último verso de la Comedia.
La historia sin la tarde de la Cruz y la tarde de la cicuta.
La historia sin el rostro de Helena.
El hombre sin los ojos, que nos han deparado la luna.
En las tres jornadas de Gettysburg la victoria del Sur.
El amor que no compartimos.
El dilatado imperio que los Vikings no quisieron fundar.
El orbe sin la rueda o sin la rosa.
El juicio de John Donne sobre Shakespeare.
El otro cuerno del Unicornio.
El ave fabulosa de Irlanda, que está en dos lugares a un tiempo.
El hijo que no tuve.
EL ENAMORADO
Lunas, marfiles, instrumentos,
rosas,
lámparas y la línea de Durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo fingir que existen esas cosas.
Debo fingir que en el pasado fueron
Persépolis y Roma y que una arena
sutil midió la suerte de la almena
que los siglos de hierro deshicieron.
Debo fingir las armas y la pira
de la epopeya y los pesados mares
que roen de la tierra los pilares.
Debo fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo tú eres. Tú, mi desventura
y mi ventura, inagotable y pura.
lámparas y la línea de Durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo fingir que existen esas cosas.
Debo fingir que en el pasado fueron
Persépolis y Roma y que una arena
sutil midió la suerte de la almena
que los siglos de hierro deshicieron.
Debo fingir las armas y la pira
de la epopeya y los pesados mares
que roen de la tierra los pilares.
Debo fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo tú eres. Tú, mi desventura
y mi ventura, inagotable y pura.
LA
ESPERA
Antes que suene el presuroso
timbre
Y abran la puerta y entres, oh esperada
Por la ansiedad, el universo tiene
Que haber ejecutado una infinita
Serie de actos concretos. Nadie puede
Computar ese vértigo, la cifra
De lo que multiplican los espejos,
De sombras que se alargan y regresan,
De pasos que divergen y convergen.
La arena no sabría numerarlos.
(En mi pecho, el reloj de sangre mide
El temeroso tiempo de la espera.)
Y abran la puerta y entres, oh esperada
Por la ansiedad, el universo tiene
Que haber ejecutado una infinita
Serie de actos concretos. Nadie puede
Computar ese vértigo, la cifra
De lo que multiplican los espejos,
De sombras que se alargan y regresan,
De pasos que divergen y convergen.
La arena no sabría numerarlos.
(En mi pecho, el reloj de sangre mide
El temeroso tiempo de la espera.)
Antes que llegues,
Un monje tiene que soñar con un ancla,
Un tigre tiene que morir en Sumatra,
Nueve hombres tienen que morir en Borneo.
Un monje tiene que soñar con un ancla,
Un tigre tiene que morir en Sumatra,
Nueve hombres tienen que morir en Borneo.
EL
ESPEJO
Yo,
de niño, temía que el espejo
me
mostrara otra cara o una ciega
máscara
impersonal que ocultaría
algo
sin duda atroz. Temí asimismo
que
el silencioso tiempo del espejo
se
desviara del curso cotidiano
de
las horas del hombre y se hospedara
en
su vago confín imaginario
seres
y formas y colores nuevos.
(A
nadie se lo dije; el niño es tímido).
Yo
temo ahora que el espejo encierre
el
verdadero rostro de mi alma,
lastimada
de sombras y culpas,
el que
Dios ve y acaso ven los hombres.
A
FRANCIA
El frontispicio del castillo
advertía:
Ya estabas aquí antes de entrar
y cuando salgas no sabrás que te quedas.
Diderot narra la parábola. En ella están mis días,
mis muchos días.
Me desviaron otros amores
y la erudición vagabunda,
pero no dejé nunca de estar en Francia
y estaré en Francia cuando la grata muerte me llame
en un lugar de Buenos Aires.
No diré la tarde y la luna: diré Verlaine.
No diré el mar y la cosmogonía; diré el nombre de Hugo.
No la amistad, sino Montaigne.
No diré el fuego; diré Juana,
y las sombras que evoco no disminuyen
una serie infinita.
¿Con qué verso entraste en mi vida
como aquel juglar del Bastardo
que entró cantando en la batalla,
que entro cantando la Chanson de Roland
y no vio el fin, pero presintió la victoria?
La firme voz rueda de siglo en siglo
y todas las espadas son Durendal.
Ya estabas aquí antes de entrar
y cuando salgas no sabrás que te quedas.
Diderot narra la parábola. En ella están mis días,
mis muchos días.
Me desviaron otros amores
y la erudición vagabunda,
pero no dejé nunca de estar en Francia
y estaré en Francia cuando la grata muerte me llame
en un lugar de Buenos Aires.
No diré la tarde y la luna: diré Verlaine.
No diré el mar y la cosmogonía; diré el nombre de Hugo.
No la amistad, sino Montaigne.
No diré el fuego; diré Juana,
y las sombras que evoco no disminuyen
una serie infinita.
¿Con qué verso entraste en mi vida
como aquel juglar del Bastardo
que entró cantando en la batalla,
que entro cantando la Chanson de Roland
y no vio el fin, pero presintió la victoria?
La firme voz rueda de siglo en siglo
y todas las espadas son Durendal.
THE THING I AM
He olvidado mi nombre. No soy Borges
(Borges murió en La Verde,
ante las balas)
ni Acevedo, soñando una
batalla,
ni mi padre, inclinado sobre
el libro
o aceptando la muerte en la
mañana,
ni Haslam, descifrando los versículos
de la Escritura, lejos de
Northumberland,
ni Suárez, de la carga de las
lanzas.
Soy apenas la sombra que
proyectan
esas íntimas sombras
intrincadas.
Soy su memoria pero soy el
otro
que estuvo, como Dante y como
todos
los hombres en el raro Paraíso
y en los muchos Infiernos
necesarios.
Soy la carne y la cara que no
veo.
Soy al cabo del día el
resignado
que dispone de un modo algo
distinto
las voces de la lengua
castellana
para narrar las fábulas que
agotan
lo que se llama literatura.
Soy el que hojeaba las
enciclopedias,
el tardío escolar de sienes
blancas
o grises, prisionero de una
casa
llena de libros que no tienen
letras
que en la penumbra escande un
temeroso
hexámetro aprendido junto al
Ródano,
el que quiere salvar un orbe
que huye
del fuego y de las aguas de
la Ira
con un poco de Fedro y de
Virgilio.
El pasado me atrae con las
imágenes.
Soy la brusca memoria de la
esfera
de Magdeburgo o de dos letras
rúnicas
o de un dístico de Ángelus
Silesius.
Soy el que no conoce otro
consuelo
que recordar el tiempo de la
dicha.
Soy a veces la dicha
enrarecida.
Soy el que sabe que no es más
que un eco,
el que quiere morir
enteramente.
Soy acaso el que eres en el
sueño.
Soy la cosa que soy. Lo dijo
Shakespeare.
Soy lo que sobrevive a los
cobardes
y a los fatuos que ha sido.
LAS CAUSAS
Los ponientes y las
generaciones.
Los días y ninguno fue el primero.
La frescura del agua en la garganta
de Adán. El ordenado Paraíso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penélope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las águilas, los fastos, las legiones.
César en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el álgebra del persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La conquista de reinos por la espada.
La brújula incesante. El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejércitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa línea del calígrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del calidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.
Los días y ninguno fue el primero.
La frescura del agua en la garganta
de Adán. El ordenado Paraíso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penélope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las águilas, los fastos, las legiones.
César en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el álgebra del persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La conquista de reinos por la espada.
La brújula incesante. El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejércitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa línea del calígrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del calidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.
HISTORIA DE LA
NOCHE
A lo largo de sus
generaciones
los hombres erigieron la noche.
En el principio era ceguera y sueño
y espinas que laceran el pie desnudo
y temor de los lobos.
Nunca sabremos quién forjó la palabra
para el intervalo de sombra
que divide los dos crepúsculos;
nunca sabremos en qué siglo fue cifra
del espacio de estrellas.
Otros engendraron el mito.
La hicieron madre de las Parcas tranquilas
que tejen el destino
y le sacrificaban ovejas negras
y el gallo que presagia su fin.
Doce casas le dieron los caldeos;
infinitos mundos, el Pórtico.
Hexámetros latinos la modelaron
y el terror de Pascal.
Luis de León vio en ella la patria
de su alma estremecida.
Ahora la sentimos inagotable
como un antiguo vino
y nadie puede contemplarla sin vértigo
y el tiempo la ha cargado de eternidad.
los hombres erigieron la noche.
En el principio era ceguera y sueño
y espinas que laceran el pie desnudo
y temor de los lobos.
Nunca sabremos quién forjó la palabra
para el intervalo de sombra
que divide los dos crepúsculos;
nunca sabremos en qué siglo fue cifra
del espacio de estrellas.
Otros engendraron el mito.
La hicieron madre de las Parcas tranquilas
que tejen el destino
y le sacrificaban ovejas negras
y el gallo que presagia su fin.
Doce casas le dieron los caldeos;
infinitos mundos, el Pórtico.
Hexámetros latinos la modelaron
y el terror de Pascal.
Luis de León vio en ella la patria
de su alma estremecida.
Ahora la sentimos inagotable
como un antiguo vino
y nadie puede contemplarla sin vértigo
y el tiempo la ha cargado de eternidad.
Y pensar que no existiría
sin esos tenues instrumentos, los ojos.
sin esos tenues instrumentos, los ojos.
EPILOGO
Un hecho cualquiera -una observación, una
despedida, un encuentro, uno de esos curiosos arabescos en que se complace el
azar- puede suscitar la emoción estétitca. La suerte del poeta es proyectar esa
emoción, que fue íntima, en una fábula o en una cadencia La materia de que
dispone, el lenguaje, es, como afirma Stevenson, absurdamente inadecuada. ¿Qué
hacer con las gastadas palabras -con los Idola Fori de Francis Bacon- y con
algunos artificios retóricos que están en los manuales? A primera vista, nada o
muy poco. Sin embargo, basta una página del propio Stevenson o una línea de
Séneca para demostrar que la empresa no siempre es imposible. Para eludir la
controversia he elegido ejemplos pretéritos; dejo al lector el vasto pasatiempo
de buscar otras felicidades, quizás más inmediatas.
Un volumen de versos no es otra cosa que una
sucesión de ejercicios mágicos. El modeso hechicero hace lo que puede con sus
modestos medios. Una connotación desdichada, un acento erróneo, un matiz,
pueden quebrar el conjuro. Whitehead ha denunciado la falacia del diccionario
perfecto: suponer que para cada cosa hay una palabra. Trabajamos a tientas. El
universo es fluido y cambiante; el lenguaje, rígido.
De cuantos libros he publicado, el más
íntimo es éste. Abunda en referencias librescas; también abundó en ellas
Montaigne, inventor de la intimidad. Cabe decir lo mismo de Robert Burton, cuya
inagotable Anatomy of Melancholy -una de las obras más personales de la
literatura- es una suerte de centón que no se concibe sin largos anaqueles. Como
ciertas ciudades, como ciertas personas, una parte muy grata de mi destino
fueron los libros. ¿Me será permitido repetir que la biblioteca de mi padre ha
sido el hecho capital de mi vida? La verdad es que nunca he salido de ella,
como no salió nunca de la suya Alonso Quijano.
JORGE LUIS BORGES
1977
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