Irma
Peirano
Tiempo
de Soledad*
(1917 Chiavari, Italia/ 1965 Buenos Aires, Argentina)
Día
Elegíaco
(junio
1941)
¿QUÉ ruiseñor helado
cegó de escarcha mi garganta inerme?
Que quiero un canto como llama viva
y doy torrentes de apretada nieve.
¡Ah la voz, ah la voz! La voz cambiada,
voz fugitiva en incendiados trenes.
Torso de llama que cuajara en sangre
y rocío de sangre sobre tréboles.
¿Qué ruiseñor de hielo desafía
la llaga enorme en mi garganta y vence?
Que quiero un canto como llama viva
y doy torrentes de apretada nieve.
ME acuesto
sobre un vivo deseo
y me amanece muerto.
Hoy lirio, nieve mañana.
¿Qué me importa tenerlo
si entre sábanas mortuorias
voy al alba a recogerlo?
APENAS una luz y ya distingo
la orilla gigantesca de mi sombra
Apenas una luz. Alba de espanto
¡Yo no quiero tu forma ni mi forma!
Mi sueño estaba sano. Intacto el sueño.
Llagado de tu luz padece ahora.
¡Amarilla dentuda, alba de espanto:
tú me lo muerdes, tú, lívida y loca!
ESCARCHA. Frío.
Lívida cara trae
la mañana.
Pena azul de cielo y agua.
(Se hieren los alfileres
del rocío en mi ventana).
Carne azul de desvelada.
(Toda la noche me estuve
anudada entre mis lágrimas).
¡Ah, corazón infinito,
pozo de pared morada!
Yo en el hondo del pozo hundida
y arriba del pozo el alba!
¡El alba, el alba que viene
con su olor de blanca gracia!
Fragancia de sueño abierto
como una magnolia al alba.
Todo se aroma ¡Dios mío!
Y sólo yo sin fragancia.
Blancura de intactos aires
blanqueando el azul al alba.
En pie los blancos destinos.
Sólo yo tendida y cárdena.
¡Y el alba, el alba viniendo
con su olor de blanca gracia!
NIEVE es la luz alba, nieve pura.
Soliviantada y milagrosa nieve.
¡Qué frío en las entrañas sacudidas
del eco helado con que el alba viene!
Dejádmele en el sueño al corazón
que ni el párpado a herírmelo se atreve.
Cierro los ojos por no verte, luz.
Por no sentirte me arrebujo, nieve.
Pero el alba penetra por la sangre.
La sangre como el alba empalidece.
El alba me camina por la sangre.
Tallos quebrados de dolor me duelen.
Tallos rotos al alba por el frío
se me salen al frío para verte.
¡Qué crisantemo muerto te prepara
mi vaso herido de mañana inerte!
TURBIA congoja de invierno
ha enturbiado mis cristales.
¡Qué quebrárseme de venas
al despertarse mi sangre!
Un árbol violáceo crece
con la raíz en el aire.
¡Qué quebrárseme de sueños
en la luz, al despertarme!
Méceme, méceme escarcha,
escarcha, como una madre.
Que voy a quebrarme herida
de calor. ¡Voy a quebrarme!
TU sombra, junto a mi sombra
puntos unidos. Se tocan.
Redondas del mediodía
igual que si fueran bocas.
Rueda tu sombra en la mía.
Un mismo abrazo las toma.
Triunfa de las sombras una
y se sale de la otra.
-¡Adiós!...
(Qué pequeña
u chata
la sombra que queda sola).
RECINTO de sangre hirviente.
Golpeado muro del cuerpo.
Rodando a mi piel se llega
crispado de espume el eco.
Grito de adiós en el día.
¡Cómo te quedas gimiendo
tras de ese muro azotado
por la sangre y por el eco!
SE me ha muerto una palabra
sencilla como una rosa
en edad de capullo.
No sé decir otra cosa.
Se me ha muerto una palabra
y un enterrador sin ecos
en silencio la lleve.
Yo tengo los ojos secos.
La sangre de la palabra
se escurre por mi garganta.
Un puñadito de aire
corre mi voz que se espanta.
¡Y ya se va de mi lado
él, sin la palabra mía
y tengo los ojos secos
y la garganta vacía!
DESPUÉS de haberte ido
no importa el néctar
sino la espina.
En mar amarga del aire
gira mi boca dolida.
¡Qué ardorosa sed de soles
corta el sol en las espigas!
Nadie me vendrá a cortar
la palabra lejanía.
El adiós junto a la rosa
me volcó sobre la espina.
Si a todos importó el néctar
a mí no, no en la partida.
LA luz frente a mí. La luz.
¡Toda la luz frente a mi!
Campos de amapolas ebrias.
Adormideras de luz.
Solares venas recorren
la carne del cielo azul.
¿Quién despierta a la amapola,
luna de sueño en la luz?
Vivo y libre el mediodía
corriendo de norte a sur.
Y yo en campos de amapolas,
vencida bajo la luz.
PINO reseco en el suelo,
yedra reseca en el aire.
Una ponzoña amarilla
curva de muerte el paisaje.
¡Ah, el resol! Cómo consume
la dura raíz de amarte.
¡Qué acongojada la rosa
y que transparente el ave!
y el corazón qué vencido
y qué caída la sangre!
TODO el sol, todo el sol…
¡Y ha de caer aún
todo el sol sobre mí!
Desnuda contra el sol.
Más al sol, más en sombra.
¡Toda la sombra en mí!
Y días infinitos
he de pasarme así.
Contra el sol, toda al sol.
¡Qué carbón de alhelí!
Es el dolor a mi puerta
un liberal vendedor
de limón.
-¡Acritud! ¡Vendo acritud!
Pero a ti no. Te lo doy.
Y siempre conmigo así
el dolor.
Espléndido vencedor:
¡Te lo doy!
Viento ondulando
sobre la espera.
Mi corazón en el viento
¡Alta bandera!
Mi corazón en el viento.
¡Oh si le viera
en mi mástil cenital,
a la espera!
HAY un dolor resistente
a mi paso
como un filo detenido
al borde mismo de un tajo.
¡Ah, esta cuchilla!
¿Quién me la está clavando?
¡Adónde iré sin que me duela el irme!
¡Adónde llegaré sin que me duela
haber llegado!
Traedme un vuelo
para ver si volando
de este dolor resistente
me salvo.
¡Que se me hiere el paso,
se me hiere
de sólo darlo!
CLAVEL, rosa, flor, sendero.
Jardín, puro jardín y haciéndome
yo un cementerio.
Clavel para mi sangre que se vuelca.
Rosa, la blanca, en que olvidar el sueño.
Flor, la imprevista, para colocarla
en el descarne vivo de mi pecho.
¡Sendero para andar,
largo sendero,
Por interiores de un jardín que sea
mi cementerio!
¿Y este dolor?
Apenas
le conozco esta tarde.
Salía alegre yo, como la risa
se sale al aire.
Salía limpia yo, limpia de gozo
sobre la calle.
¡Y he llegado tan turbia y tan dolida!...
¿Quién lo sabe,
Quién lo sabe decir qué se me hizo
de mí esta tarde?
HEME aquí.
Bajo toldos infinitos
y leves como el abril.
Pero turbios, turbios, sí.
Toda yo hueso y gangrena,
polvo en las tierras del ir.
Pero duro, duro, sí.
¡Ay, paloma de azabache
próxima a saciarte en mí!
Que sí. Que no, sí… no… ¡sí!
CON altos broches de luz
No te cierres, noche, no.
Caracolean las horas
en el último reloj.
Veinticuatro golpes negros
vendrán a hundirme la voz.
Puntas de sombra entre sombras
asombrarán mi razón.
Dame el día. No me huyas,
¡rota moneda de sol!
Perfila formas vivientes
para mezclármeles yo.
¡Que no quiero estarme sola,
negro en lo negro, sin voz!
¿PERO nunca vendrá, nunca?
¿Y qué será de la rosa,
del beso, de la caricia,
del latido, de la forma?
¡Qué livideces póstumas
asumirán las cosas!
Si no viene, si no llega
¡cómo será la sombra!
¡Qué penacho de hastío
la palabra en la boca!
¡Qué cautivo el aliento
en las horas!
¡Qué corriente de bruma
saliendo de la córnea
por sobre los sentidos!
Y la visión ¡qué amorfa!
¿Es que no vendrá nunca,
nunca? ¡ Pobre la rosa,
el beso, la caricia,
el latido, la forma!
Eco de mí mi sombra.
Único eco.
Cielo sin nubes,
aire sin viento.
Y los árboles solos con sus troncos
como ángeles heridos, padeciendo.
Violeta inmemorial baja, tronchada,
sin ruidos ni aleteos,
por el seno caído de una tarde
que amamanta una aurora sin saberlo.
¡Ay de la variación!
Me estoy poniendo
honda de ojeras en el valle negro.
TARDE extendida en emoción forzada.
El reloj se lamenta sobre el mueble.
Cruje del tiempo la extenuada vértebra.
¡Es tan difícil que esta tarde llegue!
Anda una sombra. Del balcón al borde
sin contorno ni cara se detiene.
Negra noche por fuera y más por dentro.
¡Es tan difícil que esta noche llegue!
De una alondra de luz que nace muerta
martilla un canto herido que se pierde.
Todos los astros estarán en fuga.
¡Es tan difícil que en el alba llegue!
ME has dejado
la voz en soledad
y mis ojos vueltos a mí
en el aire de cristal.
Sola. Tiempo hacía
que no estaba como ahora
en el viento tan sólo
de una tarde tan sola.
Ah, pero no regreses
más. No regreses
nunca.
Siquiera déjame intacta
la amargura.
LA noche, siempre la noche.
Siempre esta noche cerrada
que me apretuja los ojos.
Silencio, sombras y ráfagas.
¿Está desierta la tierra?
¿Han arrasado las casas?
¿Los hombres se han extinguido?
Silencio, sombras y ráfagas.
La soledad, tiradora
al blanco, tiene apresada
mi figura entre cuchillas.
Silencio, sombras y ráfagas.
Alta cuchilla los vientos.
La niebla, cuchilla baja.
Cuchilla adentro, el vacío.
Silencio, sombras y ráfagas.
¿Y qué hago yo en esta noche
hiriéndome la mirada?
¿Qué quiero, qué espero y busco?
………………………………………
Silencio, sombras y ráfagas.
PALABRAS DE REBELDÍA A LA LUNA
¿Porqué a mi baja ventana
luna amarilla te cuelgas?
Sueño ahorcado me pareces
que al viento se balancea.
No quiero verte. No quiero.
Mi noche se ha puesto intensa.
Sombras mías son mis sombras
y yo las quiero por negras.
Yermo pelado que tengo
tú me le vistes de perla.
¡Quita tu alhaja y quitándola
pon al desnudo mis tierras!
No quiero ver tus esteros.
Mi suelo es viudo de acequias.
Tierras que tengo son mías
y yo las quiero por secas.
¡Quita tu largo infecundo
en que la sed queda muerta!
Retinas frente a mi angustia
sin luz quedarán, si quedan.
El ojo de mi ventana
vacío como una cuenca.
Mi ventana es mi ventana
y yo la quiero por ciega.
¡Quita a mi negra ventana
tu gran pupila siniestra!
Deja la sombra a mi antojo,
deja a mi antojo la tierra.
Mundo mío es hondo mundo
Al que ninguno penetra.
¿LA sientes tú como yo?
Voz de muerte, voz de voces.
Viene gastando las piedras,
asonantada y de bronce.
Retumbando está en mi calle
a la espera, bajo el porche.
¿La sientes tú como yo?
Es voz suprema de voces.
¡Con qué descansada espera
está dándome mi nombre!
¡Qué descansada en mis venas
se tiende a dormir la noche!
¿La sientas tú como yo
a la voz, tras de
los goznes?
Fatalmente he de encontrarla
mañana, cuando me asome.
TODAVÍA no, pálida, pálida,
tú, la más pálida. ¡Todavía no!
Tus incolores, tus asonidos
¡ah, tu vacío!... ¡No!
Estoy tan llena de colorido.
¡Todavía no!
SUSPENDIDO
MOMENTO
(Diciembre
de 1941)
IGUAL a un agua joven
mi pelo se ha dormido
en tu hombro. La estrella
urgente de la tarde
va al fondo de los ojos.
Por éste amor quisiéramos
lastimarnos de asombro
a fuerza de asomarnos
uno al otro.
IBA a tu mar amarga
sin sales.
Rompeolas
tu boca me esperaba.
Y di mi sal de sangre.
ME constriñó la noche
a su puntado seno.
Dormías en el aire
horizontal y trágico.
Un viento ciego urdía
sus ojos en el árbol
y desde allí vivías
mirando.
Mirando mi silencio
hosco y desestimado.
Cuando te pude ver
fue el tránsito.
Del aire a mi silencio
caíste como pájaro.
Y dejamos las horas
de tímpanos cegados.
DE raíces de algas
a florecer las olas
voy, mi amante costero.
De todas
las mares a salirme
me voy por ti a la costa.
Porque tienes el cuello
doblado por la sombra
y el cuello caído
sin amor y la boca
con pregusto de fondos
en que duerme mi boca.
COMO un viento nacido
apenas sobre el viento
tu voz sale a decirme
caricias mensajeras.
Tarde sobre la hora
resbala mi tristeza.
Tienes la lejanía
de almendra
pero da tu recuerdo
al aire sus certezas.
Y yo cierro la boca
en la fruta bermeja.
RECIÉN voy a los vientos,
a los vientos callados
que mueven las sonrisas,
las veletas de brazos,
las ramas de cabellos,
los corazones trágicos
en sus cajas desnudas.
A los vientos pasando
las altitudes máximas.
Como si el mundo fuera,
en alto,
aires solos que abrimos
con alas en las manos.
SACUDIDA de vivos
mensaje voy a herirte
tu costado de sueño.
En la noche pareces
herido y das mi sangre.
Amado de congojas
te dueles en tu amante
como si en sueños fuera
ave yo, tú, ramaje.
Pero estoy en tu noche,
estamos entre nadie.
Y gimes olvidado
de tu mano en mi talle.
AMAR.
Y para amarte
de las rías de otoño
escaparme,
de las bandas compactas
de inviernos afilados
escaparme.
Porque viene tu luz
intensa por las calles,
sobre ciudades ínfimas
y plantas en desastre,
para que pueda sólo
yo salvarme
y en mí, sobre los tiempos,
salvarte.
SON grises los cabellos
de esta tarde mojada
que presiona tus ojos
a mis cristales.
Anda
el recuerdo gimiendo
sobre la tarde baja.
Tu caricia, mordiente
de mis pulsos, afana
su grito discontinuo
de estaciones que pasan.
¿Y para qué los viajes?
El aire sobre el alma
silba estridente y viejo,
sin pausas.
EN el cielo es opaca
la crin de nubes. Tengo
los vientos en mis brazos
detenidos, patéticos.
Mi lejanía muerde
lo último del tiempo
y tu amargo me llena
la boca sin quererlo.
Desde las dulces horas
salen los días ciegos.
TUS confines de flores
desangradas alcanzo.
También traigo partidos
y sin agua mis vasos.
Bajo el nudo moreno
de las venas guardamos
una angustia secreta
de callar lo callado.
Tú y yo, cuando partimos
con los brazos en alto,
descorrimos las telas
del tiempo como trágicos
esbirros de la muerte.
Pero aún alentamos.
Y nacen tus jardines
entre mis ruinas, pálidos.
SU viva cal tus brazos
en mis muros renuevan
mientras aires adultos
me atraviesan.
Yo se que contra el peso
de los aires adiestras
tus carreras sin sueño
tras la flor de la ojera.
En mi párpado ausente
las pestañas se quiebran
sobre tu imagen. Vivo
de tu premura, muerta.
DAN al gris nuestras vidas,
verdad.
Pero puntas de seda
tiene esta soledad.
Otro tiempo ya hundimos
en nuestra gravedad
y hubo un mar o una ola
sin piedad
barriendo su caída.
Pero puntas de seda
tiene esta soledad
desde que tú la miras
y la sientes
Verdad.
ESTABAS en la fina
congoja de la hierba
pisada. Donde el trébol
quiebra su suerte y llora.
En la gigante pena
de las menudas cosas.
Con la herida infinita
de tu boca
en calma y sin anuncios
y comida de sombras.
¡Qué enorme de dolor
entre menudas cosas!
Y me fui a tu secreto
destino, por la sombra.
TUS angostos caminos
anduve paso a paso.
El llanto era una especie
de flor entre mis manos
y la angustia una intensa
luz de cuatro costados.
Acompañé la noche
como lebrel callado.
¡Ah!, tu sombra perdida
en el día de astros.
Era la estrella mínima
mi máximo quebranto
pequeña y alejada
de mi mano.
¡Cómo anduve el angosto
camino señalado
perseguida de angustia
persiguiendo tu paso!
Y el mundo, las distancias
hacia arriba estrechando,
tu perfil asumía
si más alto, más pálido.
SERENAMENTE hundida
la paz entre mis ojos
vuelve blanco el camino,
el ave, el árbol… Todo
blanco y definitivo.
A los duros paisajes
le están naciendo lirios
algodonados, cándidos.
¡Oh dulzor blanquecino!
Bajo el halo tremendo
del verde estremecido
qué suavidad de vendas
envuelve mi martirio.
SOLAMENTE tenía
mi sombra junto a mí.
Apegada y extraña
sombra mía sin mí.
Yo andaba en el ausente
vahído. No la vi.
Apegada, sencilla,
pura sombra de mí.
SOBRE el recio dominio
de la espina, la rosa
arguye sus espectros
y el viento los deshoja
contra el tallo.
¡Desvío
magistral de las cosas!
NADA.
Corren los árboles
mis ojos solitarios
y se detienen donde
tu nombre daba vástagos.
¡qué espectros silenciosos
huyen blandiendo ramos!
La tarde, como un fuego
colosal en que avanzo,
quema troncos sin copas,
árboles mutilados.
Todo el paisaje herido
con tu nombre desgarro
pero nada detiene
el silencio iniciado.
Siguen huyendo espectros
de alucinantes ramos.
Totalidad perdida,
tu nombre, en el espacio.
CELESTE vaguedad,
horas de agonía.
Fuerza crepuscular
de las siluetas lívidas.
Argumento de sombra,
quietud que predomina,
hora final depuesta
de la luz, hora mía.
Llegan livianas manos
a mis manos, sin prisa,
y se pierden mis dedos
entre la luz caricia.
Hora de las siluetas
solas, definitivas.
MAR DOLIDO
(Diciembre
de 1941)
ELEGÍA DEL SOSIEGO
Soledad. Da la noche sus
alados capullos.
La flor de la amargura
serenamente flota.
Tu voz es un fantasma bajo
la luna muerta.
Amanda sombra.
Venías a lo largo de mis
noches tendidas,
a través de mis mares
ácidos, entre rocas
rompiéndose en espumas tu
silueta perfecta.
Amanda sombra.
Hasta mis manos largas de
premuras llegabas
livianamente herido de
prisa, sin congoja.
Mi latitud exacta tu
universo sabía.
Amado sombra.
A través de las aguas flechas
tiraba el tiempo
y traías herida la espalda
poderosa
y el pecho iluminado como de
amor en sangre.
Amada sombra.
Bajo sesgados ímpetus la
gravedad hundía
mis isas sorprendidas de tus
vuelos, tus ondas,
tu marea de lunas crecidas
en sosiego.
Amanda sombra.
Y el viento dio sus misas en
gris, sin campanarios.
Las vidas acosaban nuestras vidas.
Coronas
de mi llanto te hirieron con
puntas encendidas.
Amada sombra.
Hoy corren los jazmines
salados a mis manos
desde la rama triste del mar
en verde y sombra.
A mis manos, tristura de sal
sobre corales.
Amada sombra.
Y tengo este quedarme a la orilla
de todo
con cerrojos de aire,
cadenas de memorias
y puertas abismadas en
eterno a lo eterno.
Amada sombra.
ARENA Y MULTITUD
¡Mar!
(Se detuvo el paso).
¡Mar dolido!
(Brincaron desesperados
corceles sobre la arena).
¡Mar dolido, mar abajo,
mar de mi dura congoja
en mi duro acantilado!
Corto etaminas de bruma,
siluetas de luna y llanto.
Multiplica tus orillas
la multitud de mis brazos.
Un cielo negro de espumas
asesina los espacios.
Siguen los sueltos corceles
pisando lacios lagartos.
¡Mar sobre el mar, mar a
mares
avanzando!
La luna de nuevo, pálida,
abajo.
Y enanos amarillentos
sobre la playa, azorados,
y pajes de fina sombra
duros de miedo, esperando.
¿Qué estrellas arrastras,
mar,
a tus cielos insensatos?
La novia del agua tiene
los duros senos de amianto
desnudos y un corazón
de pececillo alocado.
¿Qué le darás a tu novia,
mar de dolidos pedazos?
El viento, bufón de laya
defrauda oscuro tus manos.
¿Qué vas a darle, moreno
de la noche, mar opaco?
¡Mar!...
(Y recorto siluetas
en lo negro y en lo amargo).
*(En
junio de 1942 Irma Peirano firmó un libro, que nunca publicó, titulado “Tiempo
de Soledad”. El original, mecanografiado y rubricado por la autora, fue
conservado por el poeta Francisco Gandolfo.)
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