IDA VITALE
Cada uno en su noche
(1960)
APENAS VIDA
Cada día es un rayo cegador
hundido en tierra,
cada instante una perdida gota.
Noche a noche algo cambia
por una insignia oscura,
una pluma ya inútil para el vuelo.
Como lluvia cae
por los techos,
la vida va bajando
por caminos quebrados,
perdiendo su olor de ayer, salvaje,
su candor de creerse
desatada y radiante y duradera.
No es raro
que una paciencia amarga
suela cubrirnos
como una triste tierra anticipada.
CUANDO ES DE NOCHE
I
Este viento de noche,
esta noche que tiembla
como una tela al viento.
Lo siento
como al pasar sobre las cosas
siento el tiempo.
Viento, tiempo, noche
llevan a sombras
mi verdad.
Lo oscuro
es réplica terrible
de lo incierto.
Acaso con vivir,
miento otro vivir,
otro tiempo,
y este ardor, júbilo,
asedio, sólo son
verdad mortal,
pasos del viento
en el viento.
II
Gira la tarde sobre sí
y desnuda su piel
para asumir,
fuera de los engaños
y cautelas,
su otro rostro,
terrible.
El sol se aniega a solas.
Ángel o sombra de hiedra negra,
cierra la soledad
las puertas decisivas
mientras adentro crece
duramente,
la red donde la vida es trampeada.
Caen las formas
del pasado
cuanto más dulces fueron
más heridas.
En el combate
ya no sé qué presagio
fabuloso inventar,
qué resplandor
o alada ordenación
para calmar las sombras.
Al fin el sueño viene
perpetuo bienvenido.
Tras él transige en esperanzas
la mañana.
OBLIGACIONES DIARIAS
Acuérdate del pan,
no olvides aquella cera oscura
que hay que tender en las maderas,
ni la canela guarneciente,
ni otras especias necesarias.
Corre, corrige, vela,
verifica cada rito doméstico.
Atenida a la sal, a la miel,
a la harina, al vino inútil,
pisa sin más la inclinación ociosa,
la ardiente grita de tu cuerpo.
Pasa, por esta misma aguja enhebradora,
tarde tras tarde,
entre una tela y otra,
el agridulce sueño,
las porciones de cielo destrozado.
Y que siempre entre manos un ovillo
interminablemente se desvanece
como en las vueltas de otro laberinto.
Pero no pienses,
no procures,
teje.
Da a poco vale hacer memoria,
buscar favor entre los mitos.
Ariadna eres sin rescate
y sin constelación que te corone.
LO INÚTIL
Aún resisten las hojas,
aunque el tenaz desorden
que un cielo pardo rige,
las acose y abata,
las mortifique en tierra.
Un día,
sin posible valimiento,
también mis testimonios y querellas,
las insignias
por nadie reclamadas
de este largo,
vacío sobresalto,
arrastradas serán
como estas hojas,
por un viento más sordo,
más airado.
CERCADO AJENO
Acaso ángeles ciegos,
durísimos, castigan
la indiscreción casi divina
del recuerdo.
¿Olvidaría sola?
¿No adelantó mi sangre
en fe de eternidad,
incendio tras incendio
como imagen a imagen,
los puentes, las colinas,
los cipreses
de aquel mundo hoy cerrado?
Era mi solo turno.
Lo prevenido
se me restituía
en su precisa exactitud,
glorioso.
Y la sorpresa,
el pasmo
eran puntuales
a levantar la torre en el vacío,
el marco entre la sombra,
la luz dentro.
Ahora ya la coronación
ha terminado
y el reino se ha vuelto
de cenizas.
Si quedo atrás
otros pasos avanzan.
Todo se reconcilia
y restituye
y el esplendor prosigue,
enajenado.
Un muro se levanta,
tan sórdido en lo cierto,
para cerrar el paso
y la esperanza.
Una muerta pared,
un aire frío:
ya estoy afuera.
Ni siquiera merezco
Un ángel ígneo.
Sin embargo hubo un día
que era yo misma
el fuego.
PASO A PASO
De pronto vendrá el viento
y será otoño.
Se va el verano
y cae algún recuerdo
y baja otro escalón sin ser notada
la vida,
de amarillo en amarillo.
Adiós, atrás,
el paso que no he dado,
la insegura amistad,
apenas sueño.
Será otoño de pronto.
No hay ya tiempo.
Perdí un mágico doble
de mi nombre,
un pasajero signo
que pudo hacer el mundo más exacto,
Perdí la paz,
la guerra.
Perdí acaso la vida
y acaso aún no gané
para la muerte.
En el vacío espacio
alguien tañe una cuerda,
poco a poco.
Ya es otoño, tan pronto.
no hay ya tiempo.
CULPA Y COROLARIO
Tejo y manejo el yerro
en el día tendido,
en la noche,
a lo largo del viento,
a lo corto de la memoria.
Tejo y destejo
porque creo en el fuego,
una trama falaz, enardecible.
Y cambia la verdad,
y me equivoco.
Apenas toco algo
por detenerle
en su paso de ajena maravilla,
hecho cenizas queda,
y no me vale.
Tengo sembrado de ascuas
lo que veo,
y el corazón que nadie mira
en ascuas.
Pero después del fuego,
es la ceniza,
la durable ceniza
la que gana.
EL PUENTE
La muerte es la menor distancia
entre los sueños,
el cálculo más breve,
el gesto sin torpeza.
Los amantes que cierran
las puertas como noches
para darse sus vidas
lo saben, mientras hunden
en la espuma del gozo
apenas pensamiento,
terror apenas dicho.
Lo saben pero piden
seguidamente treguas
para cavar sus túneles
entre sordas memorias.
En tanto, el puente aguarda
de luz a luz tendido,
pacientemente fácil,
su paso de fantasmas.
EL REVÉS DE LA VIDA
Hay gradaciones leves, lentas,
antes del decisivo expolio:
un restar diario, un menoscabo,
un segurísimo mordiente
con el que va signado el tiemo
en nosotros su trazo ciego.
Para los ojos distraídos
hay un engaño preparado:
llegan celestes veladuras,
lluvias que esconden la orilla,
simulaciones de prodigios
y como ciegos caminamos.
Nos habituaron a la máscara
de nuestro rostro en primavera
cuando probábamos a amantes
y la aprendimos como eterna
como nos vimos para siempre
bajo un limpio, acendrado cielo,
entre el hervor de los jardines
que no guardan ningún secreto.
Luego el revés de la aventura,
luego el saqueo, el abandono
en el camino sin socorro.
Luego la sórdida constancia:
nadie previene ante nosotros
nuevos grados de maravilla,
no hay espejismos ni sorpresas,
ni concesiones ni privanzas.
Después de todo, ya sabremos
lo que ocultaba la esperanza.
FINAL DE FÉNIX
No era verdad
el fabuloso vuelo
pero fingíamos creerlo
por casi hermoso.
Le miramos llegar
a un cielo falso
subiendo su proclama
de oro en oro
en rosa sombría de teatro,
en inerte crepúsculo.
Seguíamos su vuelo
con ácida paciencia.
Pronto,
roído el día
por sus mismos vapores
fue cediendo
ante la noche limpia.
Aguardábamos
el fruto del incendio,
lo imprevisible
figurado en gloria.
Al cabo fue cayendo
hacia la tierra,
entre sombras
de vuelos de ceniza.
Y no vimos batir
ala ninguna.
IMPACIENCIA
¿Qué aguardo junto a esta puerta
a la que nadie va a llamar?
La esperanza no me lo dice;
la vida sigue en su pasar
rápida como la nube
si la tormenta estallará.
Voces oídas no las oigo,
manos ceñidas ya no están;
labio amigo, amor amigo,
también debieron despertar
de ser un sueño. Entonces pido
que todo vuelva a comenzar.
VENTANA SOBRE JARDIN
Erizado celeste cielo,
rosas de rojo inalcanzable,
viento cartero olvidadizo
que a mi piel llama y para nada.
Con el azahar del limonero
lucha el cedrón y nadie gana.
Un trino alto -qué triste celo-
áridamente también reclama.
Piedra dura y gesto de nube
y aire dormido en la ventana:
un solo lazo me uniría
a tanta gloria regalada,
un solo lazo que aún está suelto,
lazo, gozo, que nadie ata.
EL FIEL
Es la campana
arrebatando el aire,
obligando a cantar
lo entredormido,
la espada inatacable,
el rayo horizontal
que rompe alegre
la muralla del frío.
Es una flor flamígera
que llama a cielo
y libra, alegra, augura,
todo lo puede:
el corazón,
el fiel sin estaciones
que por sus fuegos vuelve.
MISTERIOS
Alguien abre una puerta
y recibe el amor
en carne viva.
Alguien dormido a ciegas,
a sordas, a sabiendas,
encuentra entre su sueño,
centelleante,
un signo rastreado en vano
en la vigilia.
Entre desconocidas calles iba,
bajo cielos de luz inesperada.
Miró, vió el mar
y tuvo a quién mostrarlo.
Esperábamos algo:
y bajó la alegría
como una escala prevenida.
LA VARA SOBRE LA PIEDRA
Oscuro palio, ciegas
anubarradas horas,
pesan en cuanto pasan
si el poema no doran.
Entre la sombra, a solas,
volado el sueño, a tientas,
nada me disimula
la tierra manifiesta.
Que no me falte el aire
oreador de mis días,
signo eficaz que pone
en flor la maravilla;
que no me mire estéril
y oiga mi voz reseca;
que si me falta el agua
tu vara de luz venga,
incesante de gracia
como sobre la piedra.
TODO ES VÍSPERA
Todo es víspera.
Todo sueña un renuevo
y mueve el corazón a defenderse
de los derrumbaderos.
Cada uno en su noche
esperanzado pide
el despertar, el aire,
una luz seminaria,
algo donde no muera.
Algo inviolado, exacto, fehaciente,
para afrentar la sombra,
un puro manantial,
raíz de agua, algo
como esa jarra tuya, Isabel,
donde acaso
hay claridad humana,
amor con su poder resplandeciente,
más misterioso que la sombra misma.
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