Ana María Chouhy Aguirre.
“Los días perdidos”
Recuerdos de otros días.
SIENTO QUE
NADA EXISTE…
Siento que
nada existe puesto que tú te has ido
y quién sabe
qué gentes retendrán tus miradas,
cada día más
lejos cuando ya ni te acuerdes
yo buscaré
tu imagen entre las verdes plantas.
Mi amor
crece muy solo mientras pasan los días
y tu alma
tan grande frente a la mía pasa.
El destino
separa tu mano de mi mano;
tengo mis
dulces ojos arrasados en lágrimas.
FATIGADA DE
CUANTO…
Fatigada de
cuanto es triste bajo el cielo
sobre tu
rostro vengo a detenerme apenas,
como un
pájaro errante solo y desfallecido
alcanza en
un jardín una fuente de piedra.
Cómo mi alma
descansa si te evoco, amor mío,
y al mismo
tiempo llora su apasionada queja;
partir de
nuevo al aire lejos de ti, parece
que es estar
separada del aire y de la hierba.
AY, EL AMOR
ES TRISTE…
Ay, el amor
es triste, la juventud es triste,
todo lo que
es hermoso se cubre de tristeza.
¡Oh! Luz más
pura que las luces del crepúsculo,
desciende
sobre mí, suave como la hierba.
Recuerdo los
lejanos días en que me amabas
en los
jardines donde habíamos crecido,
Tantas nubes
errantes llevaron nuestros sueños
hasta la
tierra llena de jazmines caídos.
CANCIÓN
Saludé a la
flor de la campiña
porque era
triste y joven como yo,
ella lloraba
porque no era niña
y yo lloraba
porque no era flor.
Y yo lloraba
porque no era flor.
La hierba
clara me cantó al oído:
sobre mi
pecho puedes descansar,
mi corazón
le dijo: no he vivido,
queda un
largo sendero por andar.
Queda un
largo sendero por andar.
Convertidas
en polvo del camino
la misma
flor y hierba han de decir:
ha sido más
feliz nuestro destino
cuando
vuelva a mis lares a morir.
Cuando
vuelva a mis lares a morir.
SOLEDAD
Soledad de
las horas prolongadas
cómo se
siente sola el alma mía,
cómo ruedan
sin sangre, desgarradas,
las viejas
ilusiones de mi vida.
Lo que soñé
y ambicioné hace tiempo,
mis días de
pasión y de ternura,
¡qué lejanos
parecen! ya no siento
más que el
rugido de una mar oscura.
Hay en mi
corazón un gran vacío
y la
presencia de un sutil tormento,
a veces
tengo miedo y siento frío;
el viaje
humano es demasiado lento.
CADA HORA
Cada hora
retiene su amargura.
En las horas
de gracia y de alegría
ha de llegar
al fin nuestra tortura,
nadie se va
sin ella de la vida.
Cada hora de
dicha vendrá luego
bajo una
forma transformada y nueva,
no es ajeno
al dolor el loco juego
con que el
destino nos golpea y prueba.
Y al final
¿qué nos queda entre las manos?
de una
existencia bella y esperada,
sólo ceniza
de los años vanos
que murieron
en flor no madurada.
CANCIONCITA
PARA EL OIDO DE MI NIÑO
Cuando
quedemos solos,
cuando nadie
nos vea,
susurraré en
tu oído
estas
palabras tiernas.
Dentro de
muchos años,
cuando yo
sea vieja,
iremos, vida
mía,
a recorrer
la tierra.
Tú has de
mostrarme todo,
la paloma y
la estrella,
que vista
por tus ojos
parecerá más
bella.
Iremos en un
barco
que tenga
una gran vela
y que forje
en el agua
una espumosa
estela.
Yo lo miraré
todo
con
esperanza nueva
y como si el
paisaje
recién
amaneciera.
Miraremos al
pájaro,
miraremos la
hierba,
miraremos
las nubes,
en la tarde
serena.
Nos dirá su
secreto
la
silenciosa piedra
y
aprenderemos todo
como niños
de escuela.
Yo aspiraré
el perfume
de la rosa
ligera
que nace en
el suspiro
de cada
primavera.
Tu lavarás
tus manos
con esa
savia buena
que el
hombre noble halla
en la
naturaleza
Y cuando se
fatigue
nuestra
ansia viajera
yo traeré
algún recuerdo
que ya huye
y se aleja.
¡Y qué dicha
tan grande!
reclinar mi
cabeza
entre tus
manos fuertes
de esperada
tibieza.
He de
sentirte, niño,
una
esperanza cierta
que ha
colmado mi vida
de paz y de
belleza.
¡OH!
JUVENTUD
¡Oh!
Juventud que se asomara ardiente
al borde de
la luz con todo el viento
y el agua
sobre el pecho y los deseos
como una
flor abierta, sonriendo.
¡Oh!
errantes por los campos y los montes
con caballos
salvajes que corrían
del largo
río el impetuoso curso
en el que
luego todo se perdía.
¿Quién
sostendría tus floridos ramos
de laurel?
Ah, con manos fatigadas
¿quién los
livianos arcos, las columnas?
el pelo
suelto, el sol sobre la cara.
Si todo
está, espíritu, perdido,
días
hermosos de verano quedan
como vagos
suspiros, tristes hojas
que el
tiempo pierde y el amor acerca.
¡Oh! jóvenes
felices, os envuelve
la
deslumbrante llama y el encanto,
¡ah! los
cuerpos desnudos en la hierba,
lo que está
vivo y tiembla como un arco.
CASTA Y
DESNUDA VOZ…
Casta y
desnuda voz aquella
en la pureza
de la tarde,
en soledad y
en armonía
con la
existencia y el paisaje.
Si la
palabra se derrama
desde mi
boca, está la tarde
que la
recoge y que la guarda
hasta que
crece y ¡ay! se abre
¡Oh! la
palabra despertada
en la pureza
de la tarde,
casta y
desnuda voz de tierra
maravillosas
soledades.
MARINERO EN
TIERRA
A Rafael Alberti
Lejos del
mar, de su mar,
está el
marinero en tierra,
por aguas
rojas de sangre
va su barca
carbonera
sin mástil y
sin paisaje
para clavar
su bandera
adonde
marchará el hijo
de la tierra
marinera.
Pero tiene
nervio y alma
al viento
como una vela,
hombre de
Santa María
novio de la
panadera.
Cómo quisiera
esperar
el que este
puerto le diera
“la blusa
azul ultramar
y la cinta
milagrera”.
LA HOJA
Cuando las
hojas caen
el árbol no
solloza,
con un ruido
tan leve
se desprende
la hoja.
Yo las miro
en el parque
al final del
estío
y mi alma de
niña
se estremece
de frío.
Porque la
hoja lleva
un
pensamiento alado,
un
pensamiento hermoso
que nunca
fue escuchado.
Desde el
cielo a la tierra
vuelo del
ángel malo
soledad de
los hombres
sin campo y
sin verano.
Camino del
que busca
para dormir,
la tierra;
es el hijo
que vuelve
es la ley
más que eterna.
Hoja de
otoño muerta
de corazón
dorado,
mi juventud
sombría
va llorando
a su lado.
CON EL OTOÑO
MUERO
¡Con el
otoño muero, y tú, amor, canta!
Oh, permitid
antes que todo calle
que entre
las mil hojas amarillas
surja el
coro dulcísimo.
Con voces
deslumbrantes de hermosura
por los que
unidos en el tiempo eterno
se parecen a
dioses juveniles
que la
tierra detiene.
Canta
también ¡oh! canta para siempre
los
infinitos cuerpos que has perdido
y
desfallecen solos separados
de tu
inmortal aliento.
Que todo el
aire vibre ya de amor,
oh triste
amor, como los pensamientos,
amor alegre
que nació en la hierba,
amor, amor
eterno.
En el otoño
expiro en este parque
donde el
laurel se incendia y se deshace,
¡oh!
espíritu suave y todo el tiempo
por ti muera
un instante.
POEMA DE LA
ADOLESCENCIA
¡Ah! corazón
del hombre lacerado de tristeza
desde hace
siglos ya y junto al mar desconocido
y con sólo
una voz entre los vientos que descienden
bajo las
hojas tiernas, verdecidas del estío.
Está todo
naciendo de la muerte, solo y nuevo
desde los
huecos grises tras mis párpados cerrados
como la luna
fría y descarnada que aparece
y los
pétalos quietos de la rosa deshojados.
Y los barcos
de humo navegaron en las olas
de un mar
celeste y puro sobre ramas de pinares
por donde va
la infancia de los sueños que se alejan
hacia los
altos muros de dolor interminables.
Luego sentí
corrientes derramadas que venían
hasta toda
mi sangre por mi alma y mi ternura
para que
amara y viera las cosas que están creadas
con un
llanto inicial desde la flor a raíz oscura.
Era la
juventud que me envolvía como un río
yo dije: -¡qué
bonita está la rama del manzano!-
y se asomó
la hierba rumorosa hasta la tierra
y se voló la
brisa amanecida del verano.
Era el vuelo
de pájaros que están locos y libres
girando, ay, por las nubes calladas y los cielos
sobre la
tierra sin heridas y sobre las colinas
y junto a
las ciudades de los hombres prisioneros.
Y la voz de
las aguas extendidas por los valles
y los
árboles viejos con sus brazos florecidos
temblando en
el ocaso con ternura infinita
sobre los
campos largos, silenciosos y dormidos.
Eso lo
resguardaré bajo el asombro de mis ojos
hasta la
tarde clara y misteriosa que vendría
a traerme el
destino tan triste que me dieron
y que ya
ciegamente por mis venas descendía.
Como si no
estuviera todo gris, envejecido,
y ardiera
una vez más desde mi mano apasionada,
porque era
el mundo mío que se alzaba bajo el cielo
y yo estaba
sonriendo ante la luz, enamorada.
CAMBIO
He soñado en
la noche con nueva poesía
no ya aquel
monocorde latir de roca fría.
Lejos de un
dolor viejo que ha dejado mi verso
como
espaldas de niño, curvadas de universo.
Poesía de
carne para que viva y muera
como la vida
humana así perecedera.
Llena de
savia nueva tan extraña y nerviosa
que aspire
sin tormento la perfumada rosa.
Y a su
contacto suave, voluptuoso y caliente,
tiemble la
sangre joven como una llama ardiente.
LA PALABRA
Qué tormento
tan hondo
recoger la
palabra
limpiarla de
su sangre
y que no
quede exhausta.
Borrarle los
colores
sin que
parezca pálida,
y devolverla
al viento
que la lleva
en su espalda.
(ANA MARÍA CHOUHY AGUIRRE nació en Lomas de Zamora el 15 de
febrero de 1918, y murió en Adrogué el 28 de abril de 1945. Lo que aquí
presento es parte de “LOS DÍAS PERDIDOS” libro publicado luego de su
fallecimiento, que contiene escritos seleccionados desde 1938 hasta poco antes
de su muerte)
María Florencia Milani.
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