IDA VITALE
LA LUZ DE ESTA MEMORIA
(1949)
Para
Ángel
a pesar de la sangre que procura
cubrir de noche oscura
la
luz d´esta memoria.
Lope de Vega.
LA NOCHE ESTA MORADA
E il naufragar m`é dolce in questo mare.
Leopardi.
LA NOCHE, esta morada
donde el hombre se encuentra
y está solo,
a punto de morir y comenzar
a andar en aires otros.
El mundo va a perder nubes,
caballos,
vacila,
se asombra,
se deshace,
cae como en los bordes del deseo
pero ya sin milagro.
Despacio la esperanza
viste su piel de olvido.
No veo más allá
de un nombre que he llamado
letra a beso a caricia
a rosa abierta a vuelo ciego a
llanto.
Y como todo está desposeído,
todo con el pie justo
para tocar en tierra oscura,
el cielo vuelto un hueco sin voz
y sin orillas,
ya no soy yo la pobre,
medida entre mortales,
melancólicos aires,
cuerpo cegado de luz o de simple
lágrima.
Lo que este mar, esta crecida
sombra
va perdiendo,
viene a salvarse en mí,
nube siempre,
caballo azul,
eterno cielo.
ROSA INÚTIL
Hoy desde un viento triste,
sola como en el canto
he visto al aire abrirse
vanamente en preguntas.
La inútil rosa abierta
duerme para su muerte.
¿De quién la culpa?
¿A quién golpear el nombre?
No hay nueva piel para cantar en
ella,
un país inocente donde hubiera
nacido,
ni un agua de segura pureza.
Busca aire suyo el pétalo,
el no iniciado gesto,
la secreta alegría.
¿Al fin del esperar estará el
humo,
donde una mano eterna
acaricia la rosa?
LUGAR DE LLANTO
Todo es lugar de llanto,
todo muerde su propia luz y gime.
Todo con uniforme celo
marchita sus posibles amapolas.
En el viento crece la lágrima
que cuando muere el amor
cortamos.
En el aire hay tendidas palabras
verdes de sangre todavía.
Ya no hay sílabas ni formas
que el lento hielo haya olvidado;
no hay ya paloma que reciba
esperanza, órdenes, ramos.
El corazón quiebra sus tallos
y ni la sombra lo sostiene;
¿hay esperanza -grito-, hay
esperanza?
hasta cegar el manantial del
llanto.
HUECO DE TI
Alguien siente que el aire
es algo más que el aire:
lugar de ti,
desnudo sitio de tu ausencia.
Todavía más lejos corre
lebrel y muro de tu cielo;
y aquí, en olas inútiles,
quiere suplir tu imagen.
Alguien siente los gestos,
la vida, los desnudos abrazos
que hay en el aire,
labios nuestros robados
quién sabe cómo,
manos nuestras, su pulso
dueño ya del espacio,
y que hay guerra
y maravilla hecha a sueños,
a erizado corazón, a deseos
de estar los cuerpos juntos,
solos, sin aire ajeno.
Alguien muere,
por darnos ya su cielo
nuestro todo.
BORDE DEL PARAÍSO
Me ha quedado
tu labio sobre el cuerpo
para ofrecerme muerte
en signos dulces.
Un rio de palabras no dichas
se ha agostado.
Criaturas sombrías
echan mi suerte a viento o fuego.
Mi sangre canta, canta,
toca la luz,
el cielo del peligro,
ruega, duele, roza el radiante
borde del paraíso.
Oh labio asombro cacería asombro
tormenta nube escalofrío
asombro.
El alfabeto entero se deshace
y tiempo atrás recobra
el gemido primero.
Amor, aparta el aire,
dame tu mano fresca,
lleva mi frente a una orilla de
hierbas.
Quiero saber al fin
el lugar de la rosa,
el paraíso.
PARA QUÉ INCURRIR EN HISTORIA
Para qué incurrir en historia,
de qué vale acariciar el pan de
ayer,
con un resplandeciente dedo de
lágrimas
su miga manejada.
El aire de hoy recibe las azaleas
nuevas,
cuando el pétalo usado, el
perfume ya triste,
mueren sin sitio.
Todo tiene su norma de olvido,
su organizada tumba y el silencio
de orden.
Todo camina al día y como un
musgo
se propaga en amor hacia la
tarde.
Sólo yo, vestíbulo de sombras,
asilo los despojos en mi sangre
para que tiemble como un laúd de
sal
y aún sobrevivo.
HUBO UN CUERPO
Hubo un cuerpo
que detrás de los vientos de
verano,
más allá de los prados
donde el olvido guarda intactos
gestos,
sonrió en su piel inaugural,
vistiendo un paso.
Ahora camina cerca
y respira en mi asombro;
de una nube, de una sombra de
árboles,
de un niño,
toma la sinrazón de la ternura
en donde emprende el sueño.
¿Qué traza, qué descanso
en lo ya dicho busca,
con esa mano suelta que el viento
le deshace,
que muere sola, sin usar,
prescripta?
PRIMERO DUELE EL AIRE
Primero duele el aire
y un látigo de luz salpica
el rostro de mi infancia.
No he dejado de verlo sonreír
entre los ramos de preguntas.
Tantos pájaros fueron, tanta
inútil tristeza,
tantos mapas azules, verdes,
rosas,
tanta arena en el viento de las
playas
vuelven cuando toco su frente
y se avecinan en la luz de hoy.
Todas están durmiendo para
siempre,
durmiendo en un dormido paraje de
mis venas
las sombras de ese mundo,
ya criaturas de la muerte y mías.
EMBARCADEROS; BESOS
Embarcaderos, besos,
huida eterna del mundo
y su memoria.
El hombre en las orillas que
abandona
con asombrado gesto se desgarra
y olvida,
como un poco de tierra,
su piel usual,
la sombra en que se envuelve
para rozar las gentes.
La viva luz se extraña
y en noche ya,
Ignoramos qué camino comienza,
qué aguas quietas y oscuras son éstas
que nos alzan nos llevan,
qué tierras nos aguardan,
con qué selvas,
con qué cielos abiertos de pronto
en la tristeza.
Adiós, adiós, el mundo,
la voluntad, el orden, su
silencio,
la tierra ya lejana,
y esa paz leve y fría
que dejamos, como un halo,
temblando sobre los verdes
pastos.
El mar dorado,
el aire en guerra,
madurarán sobre la piel
sus rosas momentáneas,
y al fin la libertad,
el largo olvido,
se encontrarán
al cabo de las aguas.
SUBE UN NIVEL DE SUEÑO POR EL
CIELO
Sube un nivel de sueño por el
cielo
y un muro otorga su favor de
blancura.
No dije triste, alto, habitual de
palomas,
ni con palabra alguna llamé sobre
él la gracia.
De pronto, y cómo?, qué confusión
hermosa,
me ha ofrecido su cal sobre su
barro,
su diestra soledad agrupada en el
viento,
llamándome a piedad, a una piedad
cualquiera,
por mí, porque estoy sola, contra
un muro
en el cielo, ante un sueño que
sube.
PARA QUIÉN, DIME AL FIN PARA
QUIÉN
Para quién, dime al fin para
quién
yo, en el silencio que acompaña
al tiempo
y esta luz que desciende
lentamente
siempre hacia el mar, siempre
hacia el mar.
Otra vez artista por artista
se van los cuerpos. ¿Dónde están?
No hay color,
queda confiado el sitio a la
memoria
pero ya no hay memoria,
encuentro solo un cielo sin
orillas,
una pena celeste donde la noche
recomienza el sueño.
A LA FUERZA DE DECIR ESTO NO SIRVE
A la fuerza de decir esto no
sirve,
de deshojar sin piedad por el
aire
los amores del día, la esperanza,
y de no ver las plumas del
recuerdo
que el viento trae a morir en las
ventanas,
esta bahía de humo sin cesar ni
motivo
que me sube en el pecho,
luego de este desprecio diario
a mi corazón,
¿qué tendré un día, cuando la
niebla pase,
entre las manos?
ELEGIAS EN OTOÑO
A José Bergamín
¡Esta lira de muerte!
A. Machado
I
Hay días que parecen prestados
por la muerte.
Como llamada desde lejos
su luz vacila y huye,
y con ella también, sin
esperanza,
algo nuestro se va,
fugitivo de un cuerpo, de una
tierra vacíos.
Las flores nos ofrecen,
con qué dulzura fúnebre, su aroma
que no sentimos ya,
su frescura, que nada nos debe,
como una despedida,
como un augurio de la primavera
que quizás pronto y por única vez
se encenderá en nosotros.
La muerte abre sus parques
y su perfume invade los olores
terrestres.
Vetas de su aire impuro
ondulan como un canto de flauta
en nuestro aire,
hostigando las aves,
el pecho de los hombres.
Cuando el último cielo de luz
queda invadido
cuando inocentes sitios
pierden entre la niebla
el brillo de sus horas,
¡qué solo queda el ser que se
aventura
en esta tierra ajena!
Todo está lejos;
como en la noche nos inclinamos
sobre la sombra de un sueño
y apenas agitada su onda frágil
se desvanece,
dejándonos su puro destello
así se va la tierra que pisamos,
así de pronto todo, amor o
hiedra,
Es un vano pretexto del deseo,
forma huidiza, nube.
Sólo el recuerdo,
quebrado en piedras falsas,
finge la luz,
rescata la hermosura.
II
Cuántas sombras,
cuántos pálidos nombres vienen en
el otoño
a morir en el fondo de algún agua
quieta.
Cuántas sedas ajadas
se alzan de pronto fúnebres,
tensas.
Hay que subir al cielo con los
ojos cerrados,
tocar tu nombre nada más y apenas
y arrancando una pluma del
corazón de ayer
hacer nacer el ramo azul de la
alegría.
Y no sentir el fruto preparado en
la tierra
pronto en cualquier momento
para abrirse y llamarnos
con su perfume denso,
hecho al amor de tantas
primaveras.
Y no ver por la orilla pálida de
las cosas
la soledad mirándonos el rostro,
poniéndonos su número,
su orden, esa luz roja
del ocaso, al pecho.
(Transcripción: María
Florencia Milani)
".... Hay días que parecen prestados por la muerte.
ResponderEliminarComo llamada desde lejos
su luz vacila y huye,
y con ella también, sin esperanza,
algo nuestro se va,
fugitivo de un cuerpo, de una tierra vacíos."
¡Me encantó Flor!
Le agradezco tanto....
Muy respetuosamente.
Peter
Gracias por leer siempre, Peter!
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