Cartas de Jorge Luis Borges a Estela Canto
(Borges a Contraluz)
Hoy, viernes 18.
Querida Estela:
No sé cuándo leerás estas líneas, no sé si estás aquí o en
el Uruguay. Creo que este
año prescindiré de otras vacaciones que las que me tocaron
en Adrogué. (Ahí están
derribando los eucaliptos para edificar un colegio.) Me
abruman las tareas: un prólogo
para las Novelas Ejemplares, otro para el Paradise Lost,
otro para un libro de Emerson, un
cuento para un libro mío, antológico, que ilustrará
Elizabeth Wrede, la lectura (nominal)
de cuatro volúmenes para el Premio Nacional de Filosofía, la
de otras tantas piezas de
teatro para un certamen, la innumerable redacción de
solapas, noticias y contratapas.
Nunca, Estela, me he sentido más cerca de ti; te imagino y
te pienso continuamente,
pero siempre de espaldas o de perfil. Fuera de los Bioy no
veo a nadie. Te deseo mucha
felicidad,
Georgie.
Tengo un décimo de lotería para nosotros dos, curiosa
multiplicación de la
incertidumbre.
Domingo a las tres.
Querida, imprescindible, lejana Estela:
No he hallado otro papel de cartas en Las Nubes que éste con
un membrete de
Denver, donde (según me informa Enrique Amorim, que
intercala periódicamente tu
nombre o el de Durante o el de Avellanal, para espiar mi
reacción) nació Buffalo Bill.
Fuimos en vapor hasta Concepción; de ahí en tren, por
llanuras de tierra roja, con caballos
y altas palmeras, a Concordia; de Concordia al Salto, en una
lancha. Vagamente he visto
unas casas, bruscamente anuladas por casi intolerables
memorias de un ángulo de tu
sonrisa, de la inflexión de tu voz diciendo Georgie, de una
esquina de Lomas o de La Plata,
de los avisos de las mesas del bar en Constitución, de mi
reloj en tu cartera, de tus dedos
rasgando papel. Pensar que dentro de una semana (tal vez antes)
volveremos a vernos me
parece una terrible felicidad; pensar que debo esperar
tantos días me parece inaguantable.
Esta mañana (¡mira qué económico soy!) leí, ante una jaula
con un puma, en un parque, las
queridas líneas que me dejaste; cuando regrese puedes
tomármelas de memoria, y yo a ti
la primera estrofa de Sudden Light. (Dile a Adolfito que
encontré un ejemplar de Los tres
gauchos orientales, de Antonio Lussich, hombre que según
dicen erigió un faro para
apagarlo oportunamente y explotar los naufragios.) Querido
amor: ya sabes que
incesantemente te quiero y te necesito.
Georgie.
Estamos como sitiados por el verano. Vuelvo el jueves.
Afectos de todos para todos.
Sin fecha.
75 páginas de pruebas (de las que debo extirpar 10 y agregar
1 que todavía no
existe) me prohíben la caligrafía y la sintaxis. Querida
Estela: tus cartas me han conmovido
mucho; quiero estar contigo, quiero saberte a mi lado. El
universo (tipográficamente) anda
bien: alguna vez en el decurso de este año aparecerá el
libro sobre Quevedo; La Piedra
Lunar puede surgir, me aseguran, en cualquier día de la
semana que viene. Espero a pie
firme tus notas. Regnidev va a Europa: eso quiere decir que
estaré mas cómodo en los
Anales. ¿Cuándo vienes? Un abrazo.
Georgie.
Jueves 28.
Querida Estela:
Me dio mucha alegría tu carta, tan parecida a tu voz. Estoy
abrumado de tareas que
lindan con la literatura: el Séptimo Círculo, la Puerta de
Marfil (esta enumeración es
suficientemente poética, pero en breve decae) y, ahora, los
Anales de Buenos Aires, que
dirigiré. Esta mañana me vi en Constitución con Patricio,
que me prometió algunas notas.
Ojalá tú también te dignaras colaborar. La tarea de
construir una buena revista es
interesante, pero no deja de ser ardua en un Buenos Aires
desierto. Mi actividad me
escandaliza. Honor al mérito: días pasados alguien cuyo
nombre adivinarás habló de ti
como inevitablemente predestinada a una recompensa literaria
y municipal.
Trato de escribir con escaso éxito.
En las estaciones del subterráneo, una efigie de Dorothy
Lamour
momentáneamente consigue parecerse a vos. Muy inexistente,
pero tuyo,
Jorge Luis Borges.
Sin fecha.
Querida Estela:
Anoche, cenando y trabajando en lo de Bioy te imaginaba todo
el tiempo. Al volver,
encima de la mesa estaba tu carta. La nota sobre Twelve
against the Gods (Doce contra los
dioses) es muy buena, aunque injusta; saldrá en el quinto
número de los Anales (el cuarto
salió ayer con dos notas de Patricio). Escribí lo de
tipográficamente porque fuera de lo
relativo a ese adverbio estoy muy abatido. (Un resfrío y dos
insípidos días en cama han
colaborado.) Ojalá vuelvas pronto, Estela. Peyrou y Ayala
han quedado debidamente
impresionados por tu nota sobre Kessel. Hasta la pluma con
que escribo es deficiente. Te
quiero mucho,
Georgie.
Lunes 5.
I miss you unceasingly (te echo de menos incesantemente).
Descubrir juntos una
ciudad, sería, como dices, bastante mágico. Felizmente otra
ciudad nos queda: nuestra
ilimitada, cambiante, desconocida e inagotable Buenos Aires.
(Quizá la descripción más
fiel de Buenos Aires la da, sin saberlo, De Quincey, en unas
páginas tituladas The Nation of
London.) Además, cuando descubríamos Adrogué, nos
descubríamos realmente a nosotros
mismos; el descubrimiento de caminos, quintas y plazas era
una especie de metáfora
ilustrativa, de pequeña acción paralela.
No te he agradecido aún la alegría que tu carta me dio. Esta
semana concluiré el
borrador de la historia que me gustaría dedicarte: la de un
lugar (en la calle Brasil) donde
están todos los lugares del mundo. Tengo otro objeto
semimágico para ti, una especie de
calidoscopio.
Afectos a los Bioy, a Wilcock. Deseo que pases en Mar del
Plata una temporada feliz
y (me dirás que esto es incoherente) que vuelvas pronto.
Yours, ever,
Georgie.
Lunes diecinueve.
Querida Estela:
Una vasta gratitud por tu carta. A lo largo de las tardes el
cuento del lugar que es
todos los otros avanza, pero no se acerca a su fin, porque
se subdivide como la pista de la
tortuga. (Alguna noche hablamos de eso, ya que es uno de mis
dos o tres temas.) Me
agradaría mucho que me ayudaras para algún detalle preciso,
que es indispensable y que
no descubro. Catorce páginas he agotado ya con mi letra de
enano.
No sé qué le ocurre a Buenos Aires. No hace otra cosa que
aludirte, infinitamente.
Corrientes, Lavalle, San Telmo, la entrada del subterráneo
(donde espero esperarte una
tarde; donde, lo diré con más timidez, espero esperar esperarte)
te recuerdan con
dedicación especial. En Contrapunto, Sábato ha publicado un
artículo muy generoso y
lúcido sobre el cuento La muerte y la brújula, que alguna
vez te agradó. Se titula La
geometrización de la novela. Sospecho que no tiene razón.
¿Qué escribes, qué planeas, Estela? Tuyo, con impaciencia y
afecto,
Georgie.
[Imagen 13]
Adrogué, sábado.
A pesar de dos noches y de un minucioso día sin verte (casi
lloré al doblar ayer por
el Parque Lezama), te escribo con alguna alegría. Le avisé a
tu mamá que tengo admirables
noticias; para mí lo son y espero que lo sean para ti. El
lunes hablaremos y tú dirás. Pienso
en todo ello y siento una especie de felicidad; luego comprendo
que toda felicidad es
ilusoria no estando tú a mi lado. Querida Estela: hasta el
día de hoy he engendrado
fantasmas; unos, mis cuentos, quizá me han ayudado a vivir;
otros, mis obsesiones, me
han dado muerte. A éstas las venceré, si me ayudas. Mi tono
enfático te hará sonreír;
pienso que lucho por mi honor, por mi vida y (lo que es más)
por el amor de Estela Canto.
Tuyo con el fervor de siempre y con una asombrada valentía,
Georgie.
Thursday,
about five.
I am in
Buenos Aires, I shall see you tonight, I shall see you tomorrow, I know we
shall be
happy together (happy and drifting an sometimes speechless and most gloriously
silly), and
already I feel the bodily pang of being separated from you, turn asunder from
you, by
rivers, by cities, by tufts of grass, by circumstances, by days and nights.
These are,
I promise, the last lines I shall allow myself in this strain; I shall abound
no longer
in self—pity. Dear love, I love you; I wish you all happiness; a vast and
complex
and
closewoven future of happiness lies ahead of us. I am writing like some
horrible prose
poet; I
dont dare to reread this regrettable postcard. Estela, Estela Canto, when you
read
this I
shall be finishing the story I promised you, the first of a long series. Yours,
Georgie.
[Estoy en Buenos Aires, te veré esta noche, te veré mañana,
sé que seremos felices
juntos (felices, deslizándonos y a veces sin palabras y
gloriosamente tontos), y ya siento el
dolor corporal de estar separado de ti por ríos, por
ciudades, por matas de hierba, por
circunstancias, por los días y las noches.
Éstas son, lo prometo, las últimas líneas que me permitiré
en este sentido; no
volveré a entregarme a la piedad por mí mismo. Querido amor,
te amo; te deseo toda la
dicha; un vasto, complejo y entretejido futuro de felicidad
yace ante nosotros. Escribo
como algún horrible poeta prosista; no me atrevo a releer
esta lamentable tarjeta postal
Estela, Estela Canto, cuando leas esto estaré terminando el
cuento que te prometí, el
primero de una larga serie. Tuyo.]
Sin fecha.
Santiago
has a flavour of its own, a sad, wistful flavour. The land is yellow. The soil
is mostly
sand, the green is really grey. There are several fine old houses, of great
beauty
and
nobility. I miss you all the time. Yesterday I lectured on Henry James and
Wells and
the
dream—flower of Coleridge. Today I shall speak of The Kabbalah. Tomorrow,
Martín
Fierro. Then we go to Tucumán...
(Santiago tiene un sabor propio, un sabor triste, intenso.
La tierra es amarilla. El
suelo es arena en su mayor parte, el verde es realmente
gris. Hay varias casas viejas y
bonitas, de gran belleza y nobleza. Te echo de menos todo el
tiempo. Ayer hablé sobre
Henry James y Wells y la flor—sueño de Coleridge. Hoy
hablaré de La Cábala. Mañana,
Martín Fierro. Después iremos a Tucumán...)
Sin fecha.
Querría agradecer infinitamente el regalo de anoche. Anoche
dormí con el
pensamiento de que me habías llamado y esta mañana fue lo
primero que supe al
despertar. (¿Tendré que repetir que si no te avisé mi
partida de Buenos Aires lo hice por
cortesía o temor, por triste convicción de que yo no era
para ti, esencialmente, más que
una incomodidad o un deber?)
Hay formas del destino que se repiten, hay circling
patterns; ahora se da ésta: de
nuevo estoy en Mar del Plata, deseándote. Pero esta vez yo
sé que en el porvenir —
¿cercano, inmediato?— ya está la noche o la mañana que con
plenitud será nuestra. Estela
querida...
Afectos de los Bioy, saludos a tu mamá. No me olvides por
mucho tiempo,
Georgie.
Sin fecha.
Dearest:
Ya Mar del Plata es Adrogué o Buenos Aires, ya todo alude a
ti. (Desde luego, tal es
el destino de los lugares en que yo estoy.) Trabajo con
Adolfito regularmente, y cada tarde
inventamos o intercalamos en el film una nueva escena. Todo
eso lo hago con una porción
externa del alma, que trabaja con trivialidad y eficacia;
siempre, algo profundo en mí te
recuerda.
Con Silvina siempre hablamos de ti. Me ha hecho un
espléndido retrato que
exornará (?) mi libro de cuentos; se adivina que estoy
pensando en ti. Tengo un poco tus
ojos. ¿Cuándo lo verás? Me han conmovido mucho tus cartas.
(Me atrevo a ese plural
porque Silvina me ha mostrado la que le enviaste.) Quiera
Dios que hablemos mañana.
Estela, un abrazo. Tuyo con impaciencia,
Georgie.
Miércoles cuatro.
Estela adorada:
Indigno de las tardes y las mañanas, hateful to myself,
indigno de los días
incomparables que he pasado contigo, indigno de los
lindísimos lugares que veo (el
Hervidero, el Uruguay, las cuchillas con algún jinete, las
quintas), paso días de pena, de
incertidumbre. No he recibido una línea tuya. Pienso en
algún inverosímil contratiempo
postal; no sé con qué inflexión escribirte, no sé quién soy
ahora para ti. Vanamente procuro
conciliar tu cariño y tu cortesía de ayer con tu silencio de
hoy. No te pido explicaciones, te
pido un signo de que aún existo para ti, de algún modo. El
viernes estaré en Buenos Aires.
¿Habré de repetirte que te quiero y que podemos ser muy
felices? Estela, no me dejes así.
Tuyo, muy solo,
Georgie.
He concluido, bien o mal, tu cuento.
Wednesday morning (miércoles por la mañana).
Querida Estela:
No hay ninguna razón para que dejemos de ser amigos. Te debo
las mejores y quizá
las peores horas de mi vida y eso es un vínculo que no puede
romperse. Además, te quiero
mucho. En cuanto a lo demás..., me repites que puedo contar
contigo. Si ello fuera obra de
tu amor, sería mucho; si es un efecto de tu cortesía o de tu
piedad, I can't decently accept it.
Loving or
even saving a human being is a full time job and it can hardly, I think, be
successfully
undertaken
at odd moments. Pero... ¿a qué traficar en reproches, que son mercancía
del
Infierno? Estela, Estela, quiero estar contigo, quiero estar
silenciosamente contigo. Ojalá no
faltes hoy a Constitución.
Georgie.
(Si es un efecto de tu cortesía o de tu piedad..., no puedo
decentemente aceptarlo.
Amar o incluso salvar a un ser humano es un trabajo de todo
el tiempo, y creo que no
puede ser exitoso si se realiza en momentos perdidos.)
y la flaca no le hizo caso. ciega.
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