viernes, 6 de enero de 2017

Graciela Maturo. Habita entre nosotros.




GRACIELA MATURO
HABITA ENTRE NOSOTROS.






El mar mece sus tumbas
Nadia conoce el juego.
De mi mano
cae la pura arena irrecobrable.
Miro la luz que crece en cada grano
Sola, mientras espero
las dadivas del mar.
Para nadie murmura
el casco delicado del caracol. Acaso
trae el viento a mi frente copas de espuma y sal.
Piedra, picos de pájaros comparten un destino
de calma mineral sobre la arena.
Unas flores, quemadas en su delirio, viajan
hacia el olvido
hacia el mar, como el agua
que tiemblen en mis cabellos

El mar mece sus tumbas sin lapidas, ajeno.


Dónde irán las palabras
Dónde irán las palabras recién nacidas,
qué será de mi verso
pesado y frágil, denso de mí misma,
cálido de mi cuerpo
cuando las voces rueden ya deshechas
sin el anillo ardiente de mi sangre
cuando estos ojos vuelvan hacia dentro.

Qué será este apretado nudo tembloroso,
esta palabra que es aire
pero que es cuarzo, y sal, y sueño,
esta palabra desde donde nazco
creándome de nuevo.

Quién hallará el camino resplandeciente de hoces
que conduce a las puertas ignoradas,
al carozo del fuego;
quién con su voz mortal y balbuciente
podrá ceñir un día la cintura del aire,
quién domará los potros de la sombra
o inventará un idioma,
una semilla nueva
para decir que están aquí las cosas,
para sumirse en el caliente río del corazón…

Ay, olvidar esta garúa estéril,
despojarse de símbolos y cascaras,
tomar al bello pájaro alucinado del sueño
sin destrozarlo,
acariciar su ala de espuma,
su medusa de sol relampagueante,
su cuerpo hecho de música y albedrío…

Allá donde toda palabra pesa demasiado,
donde nuestras voces se han vuelto opacas,
donde todo fervor es pálido…


Casas
Casas, cajas, cubiletes,
aposentos variables que protegen del frío
de la desnudez
y sobre todo del horror
Cajas que simulan el orden
depósitos de la costumbre
del amor, del humo, de los viejos retratos
cubículas mansas con olor a tabaco,
a lavandería
defendidas del viento y de las golondrinas
del amor a la intemperie
casas
cajas de vajilla y madera donde reposa la melancolía
Estoy cansada
Quiero un templo de árbol vivo
un fantasma de llamas violador de cerrojos


Retratos

I
   Ella dibuja filigranas sobre un tapiz de seda. Ella juega
en su cuarto de soltera con volutas de humo. Se ama
demasiado para querer salir al otro lado de la puerta,
del muro bien pulido, de la alfombra mullida. Alguna
vez salió; sintió el horror de un mundo vulgar y
desprovisto de todo orden estético. Volvió a refugiarse
entre las pulcras bibliotecas y los cromos delicadamente
muertos.
   Ella mueve por última vez un ala seca.


II
   Lo veo pararse con sus ojos fijos de langosta o de
pájaro. Mira a su alrededor sin ver, sin ver. Cada uno de
sus ojos es un espejo en que las cosas se refractan. Nada
pone en movimiento su sangre, nada lo incorpora a la vida.
Registra algunas señales, reconoce el agua con la punta de
una antena. Recorre minuciosamente un gran desierto, la
pared.


III
   Baja las escaleras con su viejo sombrero de flores
negras. Lleva unos bolsos, se afana, los envoltorios
escapan de sus manos. Jadea, los recoge una y otra
vez. No levanta la vista, empuja con los hombros, avanza
oblicuamente. Un niño se asusta al reconocer la pinza
de un cangrejo que viene escalera abajo.


IV
   Cuando el día es propicio, él peina su gran melena de
animal lustroso y se pule las uñas. Luego ubica al acecho.
Todo lugar es bueno si la presa es incauta y está sola. Se
mueve entre unos árboles sin ruido. Le gusta la sombra, el
juego. Ahora mira correr la sangre sobre la hierba, mientras
el sol le tiñe el bigote codicioso.


Sueño con un país
Dónde está la alegría de vivir
Mi frente hecha de hierbas solitarias
se conmueve
cuando el frío más quieto sopla.
Sueño con un país de música callada
donde unos ojos beban mi sombra para siempre.
Allí recobraré todo el amor
cuando unos pétalos voraces
se cierren sobre mí.


Mi corazón vacila
Mi corazón vacila, se desprende
de los lugares del cariño
se remonta a un oscuro
centro
que tira de mi piel y de mis ojos
Un carruaje de sangre
quiere partirse de mi pecho.


Todo es el gran error
La procesión de las palabras
lleva mis sueños
sueltos, libres de mí,
desgranandos
con su puro velamen de infortunio
Adónde van sus pétalos errantes
Todo es el gran error
La gran confabulación de los condenados
rodando hacia una espada reluciente.


Miro los diarios
Estoy sola, cercada
por el lento animal de muchos ojos
alguien llora
acaso soy yo
no sé por qué
muchos se mueven a mi alrededor
los niños han curado la pata del perro
los hombres han lanzado un cohete en Chamical
los niños juegan
ellos juegan también
mucha gente muere ahora en el mundo
miro los diarios
todo es importante
un edificio de quince pisos cayó  hoy
hace frío en este cuarto
hace calor en otros cuartos
el insecto ha caído contra el vidrio
no figura en el diario
qué acontece en el mundo hay una huelga
los árboles no duermen nunca
tampoco yo duermo pensando en ti
un hombre arrollado por un tren
arrollado por la vida por la pasión por el cansancio
El secretario de Defensa
luchan hablan sonríen
sus restos fueron inhumados con los honores
correspondientes
alguien habla sobre Shakespeare tal vez tenga sentido
Qué hacer un gran cansancio
cubrió hoy una vasta zona del país
ola de aire polar, ola de aire mortal
estoy cansada
Elizabeth Arden hará de usted una mujer nueva.


Tanta confiada vida
Memoria
aire que he respirado
campanas sobre un parque en el atardecer
una muchacha en un banco
acaso yo
en mi falda unos libros, palabras escritas por
otros hombres
a mi lado otro libro más intenso, enredaderas
y el río el río el río
qué cámara ha registrado esos minutos
yacen en mí
han formado este cuerpo
circulan por mis venas
tanta confiada vida
una niña que fui
que soy ahora
una hierba pequeña
latiendo junto al río
junto al río.


Elegía
Aquí yace una tarde
de primavera
En la impura tierra de mi corazón
he sepultado su cadáver
que la tristeza y el amor apasionadamente quemaron
Oscuras flores agónicas, resplandores,
consumidos en su propia belleza.
Quiero nombrar su luz,
la verde pasión de unas hojas
el aire e mis cabellos
La tarde era el blanco y puro centro
en que ardí dulcemente
sumándome a la orgía de luz y al todo incomprensible
junto al ebrio rumor de los arboles
soñando
que la tarde quedaba  suspendida  como una isla
de felicidad
Esa tarde que ahora yace
como una flor delicada que en un viejo libro
guardamos una vez
entre ajados vestidos y talismanes muertos.


Esta sed
No compongo una música
no dejo un testamento
sólo recojo algunas voces
del gran río de sombras
de palabras no dichas
de silencio
que surco y que me surca.
Mi riqueza es el hambre.
Mis manos están vacías.
A veces tengo en ellas unas palabras
que alimentan el hambre
Nunca se agotara esta sed este amor
El fuego de mi pecho
desgasta una pequeña parte del universo.


Palabras
Bocas por donde fluyo y me desangro
sin ser la sangre que se hace barro y amapolas
Río engañoso que se lleva mis sueños
nacidos de este sueño que respiro
Adónde, hacia qué nubes de infortunio.
Presas del gran error
de la trampa que rueda
hacia la espada en llamas del verdugo.



Gira la rosa ciega
Amor del mundo
indiferencia del mundo
el sol calienta
se acoplan los insectos
todo murmura, corre, se funde,
se rehace
Adónde van los ríos quietos de los metales.
El pasto ingresa en un caballo oscuro
la sal entra en el pasto
unas palabras vienen hacia mí
las flores se agitan como lámparas.
Todo se mueve, gira.
Su centro es invisible
A veces sopla el amor
y comprendemos,
después de todo es igual
la rueda de las maravillas
mueve sus flores de horror
sobre un gran río de agua negra.


Muchacha sola
Veo andar por el tiempo
a una muchacha sola, descalza.
Con una ardiente dulzura de sus venas
como ríos de sed.
Muchacha tierna y sola entre las cosas,
miro tus manos
no nacidas para la posesión
las palmas hacia arriba, abiertas, cálidas,
esperando la lluvia.
Todo tu ser en donación inútil
como una llama viva bajo el cielo.


Unos poemas vienen
Cada día trae su luz
su breve corazón resplandeciente
de manzana o de pájaro
Hay días para leer la carta
del amigo que se fue
para escuchar la canción despeinada del viento
o para recoger las uvas olvidadas
en la rama de otoño.
Son dones,
regalos que el corazón del día trae
como ahora en una tarde luminosa
en que unos poemas vienen a mis manos
inesperado consuelo
cartas fechadas en el país de nunca
cartas que el corazón escribe a todos,
pero de modo especial
al oído remoto de alguien que está solo
alguien que abriga con esas palabras su corazón
en una hora triste.


Regresos
Nunca diré la embriaguez, el vuelo
el alto espacio que me colma a veces.
Sólo podré hablar de regresos,
de reconocimientos,
de encuentros entrañables y terrestres.
Desde el sol misterioso que me rige y me sorbe
vuelvo al tierno reinado de mi cuerpo.
Digo que estoy aquí, miro desde estos ojos
que cubro de violetas.
Peino mi pelo escuro,
busco un vestido claro.
Debo urdir otro día y otra noche.


Para Julieta dormida
Miro tu rubio cabello,
Julieta pequeña, ramo
nacido de este cuerpo de sal y oscuro fuego.
Miro las tibias aletas de tu nariz
tu boca
entreabierta en el sueño
tus manos que parecen acariciar un pájaro
Cuánta lágrima sola, cuánto sueño
sin devanar aguarda
alojarse en el nido celeste de tu cuerpo.
Cuánta pasión alumbrará tus venas
qué boca dará aliento a esa boca que tiembla
cuáles serán los ojos que en los tuyos
se pierdan por buscarte
dónde estará la mano que tu mano
proteja para siempre, dónde tu noche, dónde
el desgarrado florecer del hijo
dónde la soledad, la última página que escribas
cuando yo esté muy lejos de ti
pequeña nube de amor que ahora duermes
con tu rubio cabello derramado
sobre la almohada.


Mi mano
Mi mano de enredadera
roza seres de pelo y savia.
Es extraña mi mano
pequeño animal caliente
moviéndose en un tiempo que no existe.
Mi mano
una estrella caída.


El fuego
De unos oscuros cielos baja el frío despacio.
Un sol pequeño brilla
sobre la piedra usada
por la sal y el amor de cada día
La luz mortal divide sus espejos
sobre la cabellera de los niños
renace de sus ojos limpios, como en un juego
de cálidas espadas.
Sus cuerpos se abandonan a un secreto destino
ceden su contenida lámpara, avasallados
por el lar silencioso que entre las llamas huye
Y el negro corazón de la madera
deshaciéndose en lenguas de hermosura.
Otra rosa se quema desde pálidas venas
sube a las claras manos y las frentes
que el amor ha reunido en su corona.
Lentamente, hacia dentro,
huye su maravilla.
En tanto caen los frutos de manos codiciosas
entre ritos y fabulas y signos adorados
porque no conocemos el centro de la rosa
su púrpura carnal, devoradora,
su pasión que destruye.
Hasta que sólo quede de unos cuerpos que amaron
este yerto tesoro, la ceniza.


Miro jugar a Mercedes
Miro jugar a Mercedes
la miro vivir
juega a vivir
juega a dormir
su pelo es cálido
sus ojos son más dulces que las uvas en el otoño
sus ojos colmados
su frente impenetrable y hermosa.
Pequeña Mercedes
rosa de almendras
armadura de flores
pequeño corazón fuerte
te miro jugar
te miro vivir.


Navidad
Hace frío en el hemisferio norte
Júpiter mira al sol
el viento boreal enfría los mares
los hombres y las mujeres se reúnen allá
a celebrar la llegada del Señor.
En nuestras tierras la noche es clara y ardiente
los jazmines se abren como estrella
el hijo de Dios ha nacido
suben cantos de amor, perfumes, luces
desde las casas de los hombres
desde las mesas tendidas bajo el cielo
en este dulce país
al sur de capricornio.


Memoria
Quiero ahora dormir bajo las flores
de la memoria
fundar mi hermoso reino
sobre días durables, estaciones
y frutos recobrados
Aire sagrado y puro
humanos bienes
quiero dormir ahora enamorada
dormida
detenida
desvivida
Pero también el sueño me desgasta
me lleva por los países de mi sangre
me navega
y todavía quedan territorios
días que no he vivido
sueños que no he soñado
miedos que no he mordido.
El tiempo
el tiempo chacal
me descifra lentamente


Los niños juegan
Los niños juegan gravemente
despliegan su exacta sabiduría
y asisten protectores,
a la ceremonia del hogar.
Hoy los mayores
han jugado a la muerte
con grandes candelabros y con palmas.
Es necesario cuidar de ellos.


Certidumbre
Mientras cocía unos tallos
unas hojas blancas
sentía el vapor vegetal
latiendo en la cocina de invierno
y una gran dulzura me vino desde el pan
una cetrtidumbre
que nacía de las rosadas cebollas
del aceite y del vino.
Sentí entonces el viejo ministerio del fuego
y fuí sólo una dulce,
ignorada sacerdotisa
oficiando en la piedra del amor.


Canción a Santa Fe
En Santa Fe la antigua
junto al río
dicen que yo nací.
Santa Fe es una hermosa mañana de octubre
para mí
Santa Fe cómo suenas en mi pecho
verano y viento, olor a paraíso
y un banco de madera en el colegio,
y un vestido amarillo.
Santa Fe y unos negros con tambores
en carnaval
Santa Fe y lluvia y una tarde triste
y un patio antiguo y un laurel.
Santa Fe es una casa con un viejp retrato
la madre joven y el amor
es mi padre y es su ventana abierta hacia la noche
es su mano clavada sobre el papel
En Santa Fe nací  y en Santa Fe
los huesos de mi padre quedan sin resplandor.
Por unas viejas casas junto al río
flota una luz.
No puede perderse tanto amor.


Mujeres
Las mujeres son mansas, son oscuras
Ellas recogen la luz
se abren como las frutas
se colman, se desangran
cumplen pequeños ritos cada día
la mesa blanca los frutos
el hombre que regresa
que siempre está regresando
el hermoso pan
las manos que administran el aceite
el vagido del niño pequeño
la rueda luminosa de los niños
todo recomienza y vuelve otra vez
no hay fragor de batalla
el invierno es una marmita que murmura
el verano la convierte en un canasto de margaritas.


Ha de durar la luz
a María T. de Kearney
No puede ser que muera la belleza,
que se apague el amor, la melodía
que mueva el gran espacio y las estrellas,
la música que suben esta tarde
desde las teclas que una mano pulsa.
Cuando rueden las piedras, las maderas
y deshagan su ramo de ceniza,
ha de durar la luz,
el calor de la taza de té que me ofrecías,
la lágrima temblando al borde de tus ojos.
Ha de durar la luz
y el amor
y la vida.
Al menos durarán acaso en esta frágil palabra
Y en los labios de alguien que una vez la
repitan.
Alguien que revisaba los papeles de una señora
que murió
y guardaba tontas memorias en sus cajones.





Árbol
Me encontró el ala oscura de la tarde
tendida sobre el pasto que anochecía a tientas
junto al olivo absorto
volcado hacia sus filtros recónditos de luz.
Vi las hojas dormidas pero casi llamándome
dulces de puro ser y silenciosas.
Un caracol, pequeña concreción de ternura
subía lentamente por la corteza arada.
Como una lanza viva rompí los bordes grises
para nadar a ciegas en su gracia
en su pulpa fluyente, sosegada.
Bebí el amor que aúna la tierra con el sílice,
el agua y la madera por las ramas carnales
el salmo de las hojas perfectas, repetidas,
cerca de Dios, iguales a su imagen.
Volví de sus fronteras, doblegada
por la verde corona de su reino.


Miro y me embriago
Mis sentidos descubrían el infinito
en cada cosa.
William Blake
Miro y me embriago
piedra viruta polvo guijarro maravilla
cada grano de tierra un sol pequeño
que gira en una dirección desconocida.


Guardiana
Todo camino recomienza un día.
Rotas columnas vuelven a sostener el cielo
y su rueda dichosa sigue alzando los mares,
entreabriendo raíces, floreciendo la muerte.
Dios creó al mundo para dármelo
y ya por el amor me pertenece.
Por mí crecen las aguas y se mueven los peces.
Soy un perro que huele la eternidad,
dueña del ancho mundo
guardiana de su llave.


Una lágrima
Más que el oro enterrado y las estrellas
y el ámbar
y la lluvia del verano
mucho más brilla el fuego de una lágrima.
Cómo olvidar la fiebre de unos ojos
la palma ennegrecida que no aclara la dicha
la rosa viva del que sufre.
Es tu pecho, tu mano,
el dibujo de tu frente,
es esa lágrima
el fuego más hermoso y verdadero.


El marinero baila
En la taberna de un oscuro puerto
Dionisos resplandece.
Hace vibrar las claras mandolinas.
El marinero griego se alza lentamente
Va a construir ahora su propio espacio.
Desafía.
Abre el aire con el arco tendido de su brazo
y adelanta el pie justo.
Entra en el ritmo, despacio,
y su cintura
gira morosamente mientras los pies recorren un círculo
de llamas.
Se retuerce ligado a un invisible centro
que tira de su piel, de sus talones
ágiles, de su nuca.
Suena un grito. Las cítaras
se enardecen dolorosas.
El marinero gime con el cuerpo y los brazos
y se dobla y se entrega y se deshace en el furor sagrado.
Un rigor delicado lo rescata
Y recobra una extraña dignidad desafiante.
El fuego de la danza lo recorre,
vuelve a caer, a arrebatarse,
el ritmo de las cuerdas se acelera.
La garganta desnuda del marinero
es un pájaro bello que nace y agoniza
el delirio se extiende por su cuerpo
y un látigo sacude sus hombros, sus caderas
mientras se enrosca y salta y gira hermoso
ya lanzado en la noche, a la deriva,
porque un dios lo posee y tiene alas
y vuela y danza
en un aire cada vez más sutil
hasta que ya no baila en la taberna.
Está vivo en el aire que los dioses respiran.


Piedra melancólica
A veces
puedo sentir la montaña como una gelatina oscura
que se mueve lentamente
como una piedra que late y se desplaza.
Monstruo triste, sin ojos y sin garras,
tenazmente acostado a lo largo de la ciudad.
Entonces,
la siento esperar el trueno lejano que conmueva
su cresta,
percibo en mis nervios el sacudimiento de su lomo
y los roncos llamados que lleva el viento hacia el sur.
Tal vez ella despierta y recuerda vagamente
las lejanas catástrofes de su esplendor
en medio del mar
coronada de algas.


Otro mar me llama
No es el mar de la tierra, numeroso
y fecundo
el que me llama con lejanas voces.
Es el mar
alto y solo
del espacio
es el mar del espacio musical,
conmovido
por las oscuras leyes que ignoro
y me gobiernan
Yo pertenezco aún a un mar de
iodo y sal,
al mar que centellea con sus peces
eléctricos
con sus algas salobres y sus estrellas
como sexos.
Pero otro mar me llama
vibrante y seco como la semilla
profunda de mi alma.


La palabra
Idioma de mi lengua
orquedad, negrura.
Mira mi mano abierta
su red traslúcida de sangre,
su mapa de signos.
Esta es la palabra que de veras me dice
Esta es la única palabra
que no puedo decir.


La semilla del oro
Hacia dentro va el camino misterioso
Novalis
Labradores de musgo
cazadores de serpientes hechas de luna y agua
albañiles del viento y de las dunas,
a ustedes me dirijo
los que izan el gran monstruo de luminosa cola
los fríos los victoriosos los seguros
los que crían el oro en las probetas.
Llegará el despertar
la mañana de amor
el tiempo del hermano.
Es en su pecho donde el oro crece
más puro que la noche
en su materia viva saturada de fuego
en su tejido de oscuridad, sujeto a las estaciones,
en el relámpago sólido de su cuerpo,
en su aliento que resplandece.
En ese ramo de amor es donde brilla
la semilla de oro.


Desanudé mi voz
He pecado contra el silencio.
Desanudé mi voz
contra el mutismo de los árboles
contra la perfección
de la callada mujer que amasa en la cocina.
Ella está entera, limpia de palabras
Su piel oscura como sus trenzas y sus ojos
su corazón claro
nada turba
la redonda dureza de su pecho
A mí me socava esta palabra
es un hilillo de sangre corriendo dentro de mi cuerpo
me desintegro
me divido
me desangro.


Tumbas
El tiempo se detuvo entre las piedras
que custodian el sueño de los muertos
Hiedras tenaces, obstinadas
entrecruzan sus ramos verdes como el amor.
Entre terrones que se desmoronan
entre los cuerpos que se desmoronan
siguen su lento recorrido
las hormigas.


Las plegarias
Las plegarias del mundo
suben del pecho de los hombres, de las mujeres
y forman un gran árbol invisible
El árbol crece
sostiene el mundo hacia lo alto
Es la fuerza de gravedad del aire
el amor que nos llama
hacia las altas ruedas del espacio
hacia la noche sin aurora
en que todos los días resplandecen.


En las constelaciones de la luz
Quiero arder lentamente
sol lúcido y pequeño
no olvidar mi paciencia
Alrededor de mi ternura
todo es cielo
El amor, el calor,
los puntos fulgurantes girando en el universo
el vértigo de existir
separados y unidos
en las constelaciones de la luz.



La hermosa violencia
Y no ví cosa en que poner los ojos
Que no fuera una imagen de la muerte…
Francisco de Quevedo

Estamos aquí, permanecemos
creando la ilusoria certidumbre
del techo que nos guarda, de los leños
y su cálido amor, de los arcones,
las tazas, las vitrinas
los espejos.
La muerte crece lentamente desde el fondo perfumado
de los roperos
y carcome los muros
los vestidos, la piel.
Cuánta fragilidad en la madera
en la materia delicada de unas flores.
Qué silenciosamente se destruyen
mientras tendemos los tapices
para ocultar el paso de la muerte.
Todo se desmorona, nada es firme,
ni el suelo que pisamos ni los soles que giran
con el ruido tremendo del abismo que nuestro oído cree
silencioso
Dentro y fuera reina la hermosa violencia
y un amor que está más allá de nuestro amor
desata flores de crueldad soberbia.


Todo arderá
El mundo está sembrado de objetos
día a día se agregan
por cada torre derrumbada mil torres nuevas
y tablas, féretros, ladrillos
campanas y violines
cofres para guardar la risa
estanques donde albergar el llanto
y bronces péndolas horquillas
tapices cubreteteras
una gran pirámide de objetos hechos sin cesar
por los humanos.
Todo arderá algún día en la enorme pira
su llama se verá desde los otros mundos
y dirán en su idioma:
en la estación
la tierra toma el color del ópalo.


Las ciudades
Amo todas las horas oscuras de mi ser…
Por ellas llego a comprender, de pronto, que tengo
espacio para otra vida ilimitada…
Rainer María Rilke
Las ciudades que sueño
son como las ciudades que conozco
pero no son las mismas.
Debajo de mis párpados me buscan
me llevan a sus calles
familiares y oscuras
me hacen señas
se burlan
de la desmemoriada.
En una esquina vi
una cara que amé hace mucho tiempo.


Cuando duermo
Cuando duermo amanece dentro de mí.
Una celeste claridad
llena de huecos de mi cuerpo
me aliviana
puedo subir, volar,
moverme en mi elemento.
El mundo se despliega
como un gran abanico de plumas de arco iris.
Sé que tengo en mis ojos
la sabiduría
por eso no me apresuro
me dejo avasallar por el oleaje de la belleza
Algo de todo eso recuerdo ahora
pero mi mano pesa.


A Joan Báez
El aire se serena
Y viste de hermosura y luz no usada…
Fray Luis de León

Joan Báez canta, canta.
Su voz es una lanza de amor que horada el aire
y abre un estuario de oro con lirios y amarantos.
Allí mi amor se pierde,
se pierde en el amor.
Joan Báez canta
canta la balada
del amante que aún no ha regresado,
del perdido en la noche
de la dulce, pálida enamorada
que espera entre los algodonales de Virginia.
Canta Joan Báez los cantos de los pueblos,
su hermandad de naufragio.
Canta un canto de piel oscura y suave
canta un canto de miel
y llora un canto
que habla de un hombre que va a morir
y es un sollozo
de amor, una gota de fuego que vibra y resplandece.
Las lágrimas son zarzas de dolor, pero ahora
son perlas satinadas que ruedan por lo
oscuro del alma.
Joan Báez canta, canta.


Un pájaro aguarda
Por la ladera
del gran animal terrestre
crece una hiedra de violetas
De sus hojas nace una fuente
de la fuente brotará un pájaro
su pico engendrará mil estrellas de oro
ellas harán arder la madera muerta
en su luz azul.


El fuego me da vida
El fuego me destruye y me aliviana
devora en mí lo impuro
desata la corriente de oro líquido que yace entre
mis piedras anónimas y oscuras
El fuego habita en mí como un pájaro de ágata viviente
desmorona las rocas del duro corazón
abre cauces de ámbar perfumado en las secas arenas
de mi cuerpo
El fuego me destruye y me da vida.
Sopla, fuego de amor, pájaro en llamas
que desnudas mi ser resplandeciente
Destrúyeme y recréame en la luz

Busca en mí el aire, el aire, tu elemento.



(Transcripción María Florencia Milani)

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