SUSANA SOCA
NOCHE CERRADA
JARDINES HUMEDOS
LA MUSICA A DESHORA
Se detiene la música en mitad del torrente 
y sigue paso a paso y sin mover el aire 
por ella sostenido. 
Yo no sabía que estaba. 
Una extranjera música sin llegar a la frente 
ha ondulado implacable delante de mis ojos 
me llamaba en el aire que ha tocado mi mano 
y el aire hacía señas para que la siguiera. 
Soñaba que era el agua golpeada por la fronda 
donde el sonido cae tan seguro y a tientas, 
Soñaba que era piedra, 
que la música fluida me rodeaba 
como si fuera el agua, 
y ya sonrío en lo petrificado. 
Casi sin tacto y sin oído sigo, 
me encuentro sola, lejos 
de los cristales para ser rayados 
por el diamante breve del sueño, sin resinas 
activas por el súbito fuego de la memoria 
dócil con ojos bajos me lleva por sus vías 
hacia el espacio donde el aire centellea 
y en mitad del trazado del relámpago, 
un blando respirar. 
Ella me precipita en un punto que ignoro 
y familiar de pronto el instante del júbilo 
al azar he llegado adonde se detiene 
la memoria en sí misma complacida. 
Aligeradas formas que fueron crueles formas 
penetrarán conmigo 
en espacios colmados sin objetos 
donde todo se borra y todo vuelve a ser. 
Tranquilos ojos brillan más quietos que las flores. 
La música a deshora un instante me deja 
en algún punto adonde no sabría llegar 
aunque reconociera 
el camino, en el aire que ha tocado mi mano. 
DESDOBLAMIENTO
Jardines quietos y nunca fijos cerca del mar 
en el aire impecable 
donde se mueve el lento olor de la resina 
la hierba nueva asoma y ríe 
al flanco de la antigua 
en la tersura de las dos briznas entremezcladas. 
A orillas de la sombra 
del alto pino pulido al sol de mediodía 
por el agua del alba 
baila Analisa, sus pasos mide un simple ritmo. 
Es reposado el movimiento 
y sin peso el descanso de Analisa. 
Sobre el verde cristal 
el pie desnudo apenas turba la hierba lisa; 
la niebla matinal 
es todavía aire liviano 
y un frescor de lavanda sube al cielo de abril. 
Baila Analisa en un otoño como verano 
ligeramente toca el tiempo en su tamboril. 
Imito el gesto y el movimiento en el sosiego. 
Los brazos forman un serpenteante rápido juego: 
con ojos de paloma 
ella lo ve y la mirada despacio asoma 
hacia boscajes de ramas quietas y diferentes. 
Ya las palomas hunden su pico en las serpientes. 
Toca el reposo como una mano la inmensa planta 
de la tierra en otoño. 
Punzante ahora es la dulzura 
que no penetra y permanece al lado mío 
en el pudor del aire. 
Desde los manantiales 
de las tinieblas la angustia mía desborda y sube, 
hasta entregarme al nuevo día 
como a la punta de nueva espada. 
Triste es lo cómico, eficaz el demonio ingenuo. 
Vuelve la reina de pie de cabra bajo la púrpura 
a los viejos tinglados. 
Soy la que sigue en la gramilla 
los pasos de Analisa 
soy la que gira sobre sí misma. 
Si la más diestra se entorpeciera 
si la más rápida se rezagara 
aunque lo atroz tome el lugar del aire en mí, 
sabría respirar. 
Pero ya sigo hasta el final de la jornada 
sin poder elegir.
VOZ DEL CANTO
Tú la arbitraria y la
primera 
orden y fuego de la
palabra 
en la fatiga
embriaguez última 
desde el principio yo
te escuchaba. . . 
Y con mi sola voz yo
te digo: 
en lo violento siempre
esperada, 
fue tu violencia
violencia mía 
para estar sola, sin esperanza
hube de ir al aire
inmóvil 
adonde sé que nadie
llama 
adonde sé que no me
llevas 
a laberintos de la
palabra. . . 
En la memoria y en el
olvido, 
tú, la primera y la
arbitraria. 
En otro tiempo iba y venía 
tu juego semejante a los juegos del mar. 
Al borde de tu ausencia soñaba que volvías 
y para retenerte con el habla 
había que andar y andar de nuevo 
hacia el opuesto lado de una sombra más larga 
que mi estirada sombra. 
Viví los años de la memoria 
retirada de mí, 
empecinada en unir algo 
que estaba dividido, 
buscando alguien que no era el mismo 
y ya nada sabía de mi vieja ansiedad. 
Sin descansar iba y venía 
yo despertaba en una y soñaba con otra 
a través de ciudades simultáneas y opuestas. 
En la primera mitad de la noche 
un hilo de frescura, un hilo de fulgor 
bastaba a la alegría de buscar las figuras 
agazapadas detrás de mis ojos. 
Adonde nadie hablaba, 
última voz la del canto llegó 
para reunir aquello que estaba separado. 
Bruscamente se apaga el fuego memorable 
y ahora vuelvo a mí pero la voz se aleja, 
en la segunda mitad de la noche 
ya ni siquiera encuentro antiguos crueles sueños, 
nadie recoge caídas figuras 
delante de mis ojos 
y se retiran hacia las islas entrevistas 
sobre el mar de mi infancia, cuando el barco se iba
y no podía contar las palmeras. 
Tú la arbitraria y la
primera. . . 
en otro tiempo yo te
decía, 
apenas llega tu voz
severa 
me quita el aire de la
alegría. 
Como ninguno rápido y
lento 
entra tu fuego y se
apresura, 
me quita el aire de
endulzamiento 
entre las pausas de
una dulzura 
violenta y pronto
anonadada, 
buscando el canto en
el instante 
que la atraviesa como
una espada. 
No más dulzura, sólo
un diamante 
en la memoria y algún
dulzor 
evanescente,
abrumador. 
Tú la primera y la
arbitraria. . . 
ya apenas oigo tu voz
esquiva, 
si no volviera, tu
ausencia viva 
hasta la muerte, es
necesaria. 
Entras ahora en los objetos 
yo no escucho tu voz pero la veo a veces 
ya desplazada hacia las cosas. 
Y pesa sobre mí con un silencio nuevo. 
Irrespirable es la dulzura 
de la que no me arranca este canto sin canto. 
Enmudecido brilla 
como una cosa entre las cosas. 
REFLEJOS 
Sobre  el llano fulgura 
el falso hielo 
de la más clara
niebla, 
ya sólo vamos 
por un camino de
lentos bosques 
hacia esferas de
niebla 
que se detienen 
en la sustancia
lúcida. 
Giramos horas y horas 
con una lámpara 
y en el largo reflejo 
otra luz otra lámpara 
sin tregua miro, 
de vidrio y opalina 
corona y límite 
de la no vista llama. 
Lo que alumbra yo
ignoro 
y nadie sabe, 
del brillo que
trasluce 
y no se muestra 
encandilado el
corazón, 
por un instante 
devorador el tiempo 
juega despacio 
juega a ser devorado. 
Hinca sus dientes 
la inútil agudeza 
y se detiene 
en la carne de vidrio.
El aire espeso 
ríos de transparencias
deja entrever 
con ellas comunica 
la ausente luz 
hasta que algún
aliento 
los vuelve ciegos 
mientras el día 
en la noche se funde 
y un solo día 
como el otoño pesa. 
Con todo lo que
ignoro, 
haré una esfera 
de opalina, una esfera
que ha de rasgar 
la lluvia como 
si fuera alguna mano.
. . 
Y no se quiebra, se
esconde. 
Con el fulgor perdemos
al mismo tiempo 
colores sucesivos 
retoños últimos 
del bosque ya talado.
EURIDICE 
                                                      
                                             (Aria
de Peri, en un bosque). 
Este  es el pino
verdadero
quemado por el falso otoño de las lámparas 
detenido en la estatua de sí mismo 
y su vigor en el verano 
lánguidamente juega 
con el oro precoz de la fatiga. 
Este es el pino encandelado 
en el centro del bosque por las lámparas 
de alguna escena en que no hay nadie 
éste es el pino preferido 
raíz y extrema flor de la misma esbeltez 
y no lo mueve el aire de la noche 
sino lo mueve el aire de la música 
por sus destellos anda en las trenzadas hojas 
como guirnaldas por el aire 
de la más quieta noche en cuatro continentes. 
Este es el pino ya asomado 
a alguna escena en que no hay nadie 
la música se evade una vez y otra vez 
entre columnas de los pinos 
y su rigor de nuevo mide, 
entre las verdes superficies lisas 
busca amarillas islas de otoños escondidos. 
La música de antiguos bosques viene 
y su espiral rodea el pino preferido 
el alto árbol de leonados tonos. 
Él camina por ella 
hacia los pinos sucesivos. 
Al comenzar la música los pinos oyen rectos. 
Como si se inclinaran 
luego ligeramente se mueven hacia atrás 
El uno al otro sigue 
hasta el final de la arboleda 
que el verano desea y no fulmina 
y reina es del que reina en mitad de la noche 
Aligerada va la música 
abre un camino a la alegría 
en la inocencia de la tierra 
a la alegría fugitiva
que juega espera y no presiente 
a la alegría ya perdida. 
Cuando el músico espera aquélla que no viene 
como si la encontrara, ha de llegar la ausente 
joven la sangre el sueño joven 
criatura de amor habita el bosque entero 
sobre el tiempo y el mar innumerables ojos 
la acercan lentamente al aire de la música, 
ella las hojas mueve y respira de nuevo. 
Los enlazados incesantes ojos 
una vez y otra vez la encuentran y la pierden 
la ausente llega y su sonrisa vive 
en las miradas sucesivas, 
una tras otra avanzan, sin ruptura 
atraviesan el tiempo como si fuera el mar, 
la que encontraron y perdieron 
corre al encuentro de los grandes árboles 
hermanos del boscaje antiguo 
y sólo baila la que muere, 
alrededor del alto pino. 
La luz última y fija atraviesa en lo oscuro 
el musgo espeso de la noche 
para indicar el mapa de algún cielo no visto 
y para extraños ojos ya trazado. 
En el insecto centellea 
la luz y algún perdido brillo 
alarga sobre el musgo breve 
los tibios cielos fugitivos. 
A LAS SIETE LA LUNA 
Vuelve a su infancia en medio de la escarcha 
aquélla que tomaba para sí 
el esplendor de la reciente noche 
y en transitoria casa de espejos recogía 
el largo centelleo. 
Avecindado a nuestros ojos cabe 
alto y sin soledad el esplendor más solo. 
Ayer, crecida luna, ajena desmesura 
pesaba en las orillas, oscurecía el oro 
para apartar la noche que nunca habla ni mira 
y entre luces y luces 
abre y cierra caminos para la experta sombra 
y ella cedió su reino a la brillante noche 
cedió su reino al reino de la luna. 
La luna ya encendida en el ausente fuego, 
mezcla el color de la cercana sangre 
a los remotos vinos que lentamente bebe. 
Al final abrumada de fulgores, inerte 
cerca del día sueña con otra leve luna 
pequeña, dura, aligerada y rápida. 
Y despierta en los juegos que el alba no interrumpe. 
II
Es otra luna y su canto
una canción de alborada
es el alba de la luna
más que la luna del alba.
Hija del solo esplendor
de la noche en la mañana,
un instante suspendida
como la nube que baja,
lenta nieve de verano
en mitad de la montaña.
Esta es la luna de otoño
liviana, breve y lavada
como la piel de las hojas.
Puro perfil se adelanta
ágil en medio del día
camina sobre la escarcha
precoz del rígido cielo
entreabre una senda blanca,
como en los tupidos bosques
de la tierra, angosta y blanda.
Allí comienza lo blanco
y súbitamente acaba,
en el alba de la luna
más que en la luna del alba.
TIEMPO DE VOLVER
AMANECER
Aubade. 
Ninguna voz, ninguna mano 
me han de llevar al recorrido 
país de la memoria. 
Se cierra ahora como una nube 
el camino del día primero al nuevo día 
que brilla y se prolonga 
en los canteros de la mañana. 
Ya nada se separa de la noche en que estoy, 
sin pesadillas y sin posible 
enajenado sueño. Cuando yo no lo espero 
entra un día que admiro y me es desconocido, 
sin los antiguos modos de tocarle mis párpados 
suavemente atravesados 
por el color que daba a la azulada hierba 
entre el negro y el verde 
color del más ligero sueño. 
Se cierra ahora como una nube 
el camino que vuelve hacia el amanecer 
estrangulado en el instante 
de llegar a una lejana risa, 
aquél que su guirnalda 
envenenada y antigua ayer 
trenzaba todavía con la reciente luz. 
Sólo sé que despierto 
en un país ajeno y claro. 
Entra un alba acerada como si caminara 
sobre la nieve y secamente 
nos tiende el borde de un tibio día. 
Sigo sus movimientos y los ignoro 
y ningún alba de la memoria 
le cierra el paso 
y ninguna me ayuda a repetir el canto. 
Sé que ella avanza 
adonde nadie sabe de olas ni praderas 
para los juegos 
de la impaciente luz. 
Sigue en secreto, sola y sin ser precedida 
hasta el final de corredores 
interminables y repetidos, 
a través de hendiduras 
de puertas ya cerradas por la sombra en el día, 
sin rumor, sin espacio 
ella se estira hasta llegar 
adonde apenas encuentra muros. 
Sola, sin pájaros ahora, sé 
que rectamente avanza 
en la alegría, el mudo canto 
es canto de alborada. 
Avanza sin error en busca del espejo 
ya sin figuras oscurecido 
antes de las tinieblas 
y en los biseles estrechos, últimos, 
un filo breve la acoge y brilla. 
Por vez primera nace 
y las ausentes cosas en ella reflejadas 
un instante relumbran. 
Serpentea en lo angosto como si se extendiera 
sobre ovalados, amplios espejos 
de agua, descansa luego 
y lentamente nada. 
LA PALABRA
I
De toda cosa la memoria mía 
ha nutrido la palabra; 
sombra de alguna viva llama que el ritmo anuncia 
desde el amanecer entre espejos de espejos 
ha nutrido la palabra. 
Mares de turbios oros reclamaba a mis ojos 
y praderas ceñidas donde apoyan los días 
las rodillas de piedra 
para alzarse de nuevo a respirar. 
Más tarde en las sonrisas de la piedra
las caras de los vivos buscaba entremezcladas 
con aquéllas que no mueren. 
De toda cosa la memoria mía 
ha nutrido la palabra, 
y en el instante de la mano breve 
y la flor, se hizo largo el camino del canto, 
con el perfil hundido en años míos 
proa que rompe y nunca avanza 
con las vidas y las muertes 
en múltiples fluidos de mi sangre 
ha nutrido la palabra. 
A aquél que no alcanzo apenas hablo 
pero al final del sonido 
es como si el amor que estaba separado 
se acercara un instante al centro de sí mismo. 
II
Estos días de la opaca trama 
y las restañadas fuentes, 
innocua la labor de retener 
lo que se va de mí, la rutilante sombra 
escasas hambre y sed y sólo el gesto 
de borrar las pisadas de las rítmicas vías 
inútil levantar el peso que los miembros 
en la mañana alzaban leves como en el agua 
la avidez sin objeto en el cansancio abruma, 
el ardor sin objeto, consumido 
brasa y diamante por igual devora 
y sobra el sueño donde la somnolencia basta. 
Nunca ganados reposos 
me llevarán despacio entre el sueño y la vela 
hacia algún muerto punto del silencio. 
III
El ritmo viene de afuera 
y rodeará los limbos vacíos de la llama 
ahora el ritmo vuelve y a lo lejos 
un fuego ausente brilla y la palabra sirve 
a aquella que la sirviera. 
La palabra me nutre de una ajena sustancia 
me empuja a la deriva en los senderos 
por las extrañas lenguas explorados. 
La que lo ardiente olvida 
sabe que vela y duerme todavía 
si empieza a perder pie en un mundo de imágenes. 
Ha de mirar la llama hasta volverse 
la centella sonora en el ritmo encendida. 
LA LAMPARA 
Por alguien yo viví los claros años, por alguien 
he conocido humanos reinos de transparencia 
y en su esfera de sueño me movía. 
Alguien ardiente y seco como nadie soñaba; 
nunca dijo mi nombre. 
El que fue para mí como el agua dulce y amargo 
tuvo el amor de mi poder, era la llama 
pero oscilaba alrededor como una lámpara. 
Contra la hierba sorda mi boca habló palabras 
y como el heno se dispersaron. 
Lo que en regiones de espanto miro lo he aprendido 
en los antiguos bermejos bosques cerca del mar. 
Todos los dones me fueran dados de tal manera 
que vivir sólo es remontar felices ríos. 
Nada deseo, el soplo para respirar basta 
y ya no sueño con fiesta alguna del aire lúcido. 
Todos los dones a pesar suyo me fueran dados 
mi voluntad a su blandura o su violencia 
hora tras hora las necesarias gracias tomaba 
mi joven llama creció en la suya fortificada 
ella oscilaba por mi avidez no consumida. 
Su voluntad iba y venía 
como una mano dada y quitada. 
Aquél que daba de su esplendor creyó en el mío 
de tal manera dar y tomar es cosa sola. 
Más tarde el gesto de perder fuera el solo gesto. 
sin casa anduve entre las casas 
en la común huida yo vagaba apenas. 
Y sin sorpresa entre el asombro 
de aquéllos que perdían 
por vez primera, perdí de nuevo lo ya perdido. 
Más tarde cuando nada deseaba 
pasión de ausencia he conocido 
en la memoria de mi deseo 
del albedrío que nunca obtuve. 
Ahora que no tengo sed y todo gesto 
ya se reduce a no hacer ruido en las tinieblas 
esta nostalgia del albedrío de alguno, vuelve. 
Despacio oscila alrededor como una lámpara 
y todavía por ella sé que el fuego existe. 
ALEGRIA
La  lámina segura del
sueño que se quiebra 
ha partido la noche como un fruto redondo. 
En mitad de lo oscuro al extremo del ansia 
hubo una sombra, blando reverso de esplendores, 
memoria de una noche de Epifanía. 
Despertar en el túnel del más largo temblor 
aguardando los climas devastados e iguales 
luego el golpe el asombro la inmersión el relámpago, 
a todo lo entrevisto extiendo abrazos nuevos 
entran de nuevo en mí las caras y las cosas 
por el amor de la mirada mía 
alguna vez reunidas. 
Sonrío a las imágenes y he de volver con júbilo 
a unir aquello que estaba separado, 
tierras sin agua ya bruscamente florecen 
para entrar en mis ojos algún remoto viento 
acercará los cinco extendidos jardines. 
La luna de mis álamos su esbeltez me devuelve 
grabados que no olvido, inmóviles ciudades 
y en las ciudades, altas las ya quemadas torres. 
Hacia mi boca ausente el olor de la tierra 
y del lejano mar han de volver despacio. 
Conmigo el mar disperso, atraviesan sus olas 
las formas que algún día me fueron favorables. 
Mi sombra se aligera del peso de mi cuerpo 
aunque fui quebrantada por aquello que amaba, 
los dones de ansiedad fueron los vanos dones 
e intactos sin servir giraron sobre sí. 
Jadeante, esplendorosa, la marea de amor 
no me ahoga y regresa a través del espanto 
a sumergirme entera en la alegría; 
acaso las tinieblas un instante entreabiertas 
me dejaron pasar; ahí donde se toca 
el cristal con el agua nacen arpas y fuentes. 
Basta un hilo del agua, un hilo de la música 
para seguirte en una noche desconocida. 
Tú, mal buscado, tú que siempre busco, 
en otro tiempo yo repetía 
si tú no vienes con nadie iré. 
Supe que despertaba en desiertos privados 
de voz y extrañamente regocijada al fin, 
feliz de nunca estar en nada, 
siento ahora que ves como la propia sombra 
partida del destino de mi cuerpo inclinado 
sobre lo inmóvil salta y sin esfuerzo baila. 
CIUDADES 
   Un día entero he
caminado en busca de una
ciudad y ella bajaba y subía sin
peldaños. Entre las
torres desniveladas mirando el
mar.
Camino por sus calles para mí
viejas y nuevas
como ninguna. Y no puedo
encontrarla en el día. En
el día tan suyo y en el aire que
guarda los rumores
de la mañana. Busco otra ciudad
de aire claro. Donde
aguardar las noches encandiladas
en los reflejos del
agua. Cuando las grandes ruedas
se columpian sin des-
canso. He de verla vertical y sumergida
en el agua.
Porque la ciudad huye de mis
ojos. Y se refugia en
los espejos del agua. He de
apresar su sonrisa. Cuando
resbala entre las torres
desniveladas mirando el mar.
    Fantasma yo misma busco un fantasma. En la
ciudad
que quema al mediodía las pistas
de los fantasmas.
Inflexiblemente clara.
Interminable en el vacío que la
prolonga. En su paisaje mira y no
en sí misma. Indi-
ferentes a lo que las separa.
Atentas al fuego que las
une. Las multitudes pulcras con
sus historias cerradas
bajo el brazo. Como libros en una
lengua que nadie
entiende. Pasan sin prisa. En un
falso aire de trópico.
Enmascaradas de lentes negros y
en un verano que
brilla y no devora.
  
Las tiendas se repiten llenas de objetos iguales a
otros objetos. Cada aviso me
recuerda un aviso paralelo
en otra calle y otra ciudad.
Nadie me habla de aquella
que en veinte lugares he buscado
para morir cuando
vivía.
  
Yo grito con el grito de la alta pesadilla. Te busco
en la violencia y no te
encuentro. Cruelmente parecida
a mí en algo ignorado que ambas
encerramos. Tu his-
toria y tú separadas. Como yo
divididas. Siempre otra
ciudad. Ya sé. Esta se escapa
rutilante volando y remo-
zada. Ríe en cada esquina con una
risa que no entiendo.
Y cuando llego otra la reemplaza.
  
Mi fantasma es un niño. Que ya piensa y que
juega todavía. Mi fantasma es un
niño. Que en el aire
sonoro conserva intacto su
corazón. Y en los rumores
de la mañana. En el mediodía que
quema las pistas
de los fantasmas.
  
Durante años he caminado en sueños. Ahora es
de día y no veo mi sombra.
  
Busco la identidad de una puerta que se cierra.
Busco el aire de mis pasos
encadenados. Como cuando
en sueños todo era posible. Y
todo estaba perdido.
Cedo al horror. Busco aquello que
afirma y aquello
que destruye. En el vacío busco
fiebres y arrobamien-
tos ya disipados. Fuera de mí tú
vives tu vida innu-
merable. Yo vivo en mí. Espada
clavada en el tiempo.
Que el tiempo de nuevos modos
aguza. Y nunca
ablanda. Busco el azogue para tus
espejos. Cruel y
favorable para siempre. Busco el
color de una piedra
semejante a sí misma y no
disimulada con el color de
otra piedra. En las lúgubres
fiestas de mis desencuen-
tros y el humo de la llama.
  
Y mi fantasma sigue hasta el puerto de ausencia
en que he caminado. Entre los
fantasmas de las ciu-
dades. En cosas abolidas como si
yo fuera mi sombra
entro. Y las presentes cosas
ignoro. A los antepasados
de los países sin tiempo para la
memoria. Pido una
mano para cruzar el puerto hace
cien años recons-
truido. Aquella que escribió en
la arena pide la puerta
de su salida.
NOCHE CERRADA
ANIVERSARIO 
Y encuentre yo consuelo extremo en que 
me enviéis ahora una especie de muerte. . . 
Pascal.         
I
Vuelvo a buscar el
instante, 
el jardín de escasas
plantas, 
soñoliento entre las
crenchas 
de la hierba dulce
amarga 
que vuelvo a peinar
despacio 
en la voz de la lejana
paloma que desde el
bosque 
reúne sin esperanza 
en el salmo de una
sílaba 
el crepúsculo y el
alba. 
Vuelvo a buscar el
jazmín 
de breves flores
livianas 
como su sombra;
diciembre 
creía en ella y
saltaba 
sobre los muros
iguales 
entrecruzados de
cálidas 
figuras a medianoche. 
II 
Vuelvo al instante, al
jardín 
de la cita no esperada
y por años ya cumplida
con una muerte que
andaba 
entre los setos
redondos: 
la sentí sobre mi cara
y ella me dejó seguir.
La muerte así me
llamaba 
como la nieve una vez 
cuando esperé la
nevada 
y apenas vino a mi
hombro 
un poco de nieve
blanda 
y permaneció conmigo. 
Lenta pluma
dispersada, 
adonde no había nadie.
La muerte así me
llamaba 
como la nieve. 
III 
Para perderme en dos
veces 
salí de las cosas
altas 
sencillas y
singulares, 
sin esfuerzo ya
ganadas. 
Antes de tiempo perdí 
las cosas, y sus
fantasmas 
sin ellas me
visitaron, 
diestros en iguales
gracias. 
Ahora espero la muerte
que sabe cómo se
aparta 
de una vez lo ya
apartado, 
porque aquélla que
separa 
manos y rostros
unidos, 
ya la viví. Resbalaba 
apenas en los objetos 
para quitar al que ama
el solo anillo de
aire, 
única presencia clara 
entre las cosas
oscuras. 
Y entre el ojo y la
mirada 
una lenta muerte abría
caminos que no se
acaban. 
IV 
En el camino a la
muerte 
me sigue a cierta
distancia 
la del encuentro
primero: 
no se retira ni
avanza, 
salió del jardín
antiguo 
y me acompaña. 
En la que me sigue busco
aquélla que se
adelanta. 
Entre sus pasos mis
pasos 
saben que nadie
descansa. 
Cuando vuelvan a ser
una, 
ya confundidas sus
caras 
he de saber que he
llegado. 
LA SOMBRA 
No temo a mi sombra
por
otra sombra devorada. 
Ella me sigue o la
sigo 
y por años yo olvidaba
la dimensión de la
mía. 
En la noche con exacta
soltura se superpone 
a la mía y se desplaza
conmigo sin hacer
ruido. 
Durante el día
descansa 
en objetos singulares 
y en figuras
cotidianas. 
Y por años una sombra 
sin esperanza 
tomó el lugar de mi
sombra. 
O temo a mi sombra 
No he salido de mi
voz, 
de mi risa solitaria, 
porque nunca estuve
sola. 
De su presencia me
salvan, 
por un día, las
campanas 
que caminan gravemente
en el esplendor del
agua. 
De cristal puro 
es el aire y es el
agua. 
En otro tiempo la
sombra 
era una llama 
y ardiente yo la
seguía. 
Cuando fue sombra de
llama 
ella comenzó a
seguirme, 
y fue la sombra
inclinada 
del árbol sobre la
tierra, 
la sombra recta y de
pie 
de una arboleda en el
agua. 
En un tiempo era la
llama 
y su nombre tuvo el
nombre 
de la alegría liviana,
y su nombre tuvo el
nombre 
arrebatado del ansia. 
Cuando fue sombra de
llama 
entró conmigo en el
mar,
y en tierras
crucificadas 
me seguía por el aire.
Con tranquila maestría
de vez en cuando
tocaba 
la raíz de mis
espantos. 
Entre los sueños de
cámaras 
adornadas con objetos 
que sin calor se
apretaban 
junto a las tapicerías
como una nube se
alzaba. 
Hoy la busco sin
hallarla, 
hoy miro mi sombra
sola. 
Mi propia sombra me
extraña. 
Es mi sombra desligada
que por sí misma se
mueve. 
Hasta su nombre
resbala 
de mi boca soñolienta.
Ya no la veo en el
agua 
de las profundas
raíces 
petrificadas. 
LA DEMENTE 
La precisión de mis
males 
se extiende a las
cosas vagas 
por noches agotadoras 
he jugado con las
máscaras 
y he buscado la fatiga
como si buscara el
agua 
ni siquiera alguna
muerta 
acedía me llegaba. 
Entre mi sombra y yo
misma 
crece tenebrosa planta
doy vida a lo
intolerable 
en mi visión
prolongada 
la noche prosigue
idéntica 
sobre el reverso del
alba. 
La demente canturrea 
dicen que no tengo
nada 
sin los vapores del
vino 
de las olas apagadas 
acaso el baile del
humo 
en las hogueras ya
lánguidas 
de los pastos
otoñales. 
Repiten ella divaga 
yo digo que hay una
línea 
por los puntos
generada 
y hay un punto entre
los puntos. 
ha demente ya no canta
canturrea canturrea 
dicen que no tengo
nada 
son aspectos de las
nubes 
que largamente miraba.
Tres horas para una
nube. 
Bocas cegadas 
de los pozos en mi voz
repentinamente callan 
cosas iguales se
vuelven 
para mí las nubes
altas 
y el muro bajo. 
Todos dicen: anda y
anda 
digo que estoy
detenida 
aunque confíe a la
acacia 
lo que dije al abedul,
aunque al almendro
contara 
lo que no sabe el
abeto 
y despacio me quejaba 
a la ancolía del campo
y a la de secreta lana
que es flor de
tapicería.
La demente ya no canta
ni siquiera canturrea 
aunque aquí nadie
descansa 
y es desconocido el
sueño, 
sueño que estoy
transformada 
en alguien que apenas
vive. 
Huyo de las asonancias
del péndulo y de la
fuente 
que a lo lejos me
desgarran 
cinco veces cada
noche. 
Años y años escuchaba,
cristal antiguo del
péndulo 
y sus dientes me
señalan 
un tiempo que
recomienza. 
La demente ahora calla
mira un punto mira un
punto 
y luego un clavo que
avanza 
simple y rotundo con
furias 
diversas y forma
exacta, 
es clavo de sordidez 
que una noble mano
planta. 
NOCHE DE FIESTA 
"Nuit de
liesse" 
en metales sensibles. Esta es la noche. Del aire mace- 
rado en los anchos vergeles de Francia. Y el boje rizo 
crepuscular entre la nieve de la flor de adormidera. 
Y trepadoras color de rosa entre la nieve de la ancolía. 
Antenas inmediatas alas al aire crecen. Sonoridad ma- 
yor que el transportado canto. Untuosas lunas de aceite 
para encender las lámparas de la alegría sin fronteras. 
Vuelven las sabias doncellas a los pórticos de las igle- 
sias. Con sus preparadas lámparas. Las dementes duer- 
men, las sabias por ellas velan. 
Esta es la noche. De empavesados barcos para todos los 
ríos. Y de tinglados para todas las esquinas. Cuando la 
luna de quietos filos olvida las tinieblas que apenas la 
dejaban pasar. Aquí la noche visitada por todos los 
bólidos de la alegría. De la alegría para bailar con 
pies de nube sobre las frentes reconciliadas. 
La luz se mide al interior del agua. En el asombro de 
su poder antiguo y nuevo. La alta faz velada por el 
largo duelo ahora ilumina el río. Es la faz centelleante 
de la piedra que crece con el agua y se prolonga en el 
río profundo y ligero como nunca. 
Amaestrados los aviones tienden plumas azules y ber- 
mejas. Sobre los rectos perfiles y las circulares rondas. 
En la intersección de los tinglados. 
Alegría del águila y la alondra. La noche se refleja a sí 
misma. Como en los mares fieles desiertos se estrecha y 
cabe en el corazón del hombre. La noche fluida y re- 
donda estriada de oro. Es la noche sonora en el aire 
sonoro. En el aire mensajero de los címbalos. Es la 
noche para exaltar las justas cosechas de un verano de 
la tierra. 
Alzase la alegría reciente espada en mitad de lo oscuro. 
La alegría, cintura de la noche, rodea como el aire las 
guirnaldas de las colinas. Hay flautas en el aire para 
todas sus bocas. Y combina el sonido con las esencias 
de los canteros de Francia. La luna nacarada se mueve 
sobre un mar de colores. En sus olas juega la noche 
más ligera que el día. 
Memoria dividida entre el germen del bólido y la si- 
miente del color. Crece la angustia mientras el gozo 
mengua. Y crece el gozo mientras la angustia se es- 
conde y vela. 
Bailan los vivos en las calles, sin máscaras. Bailan los 
vivos sigilosos. Porque la noche es de aquellos que no 
la vieron. Ya nunca separada la que soñaron los muer- 
tos de este sueño de los vivos. Ya nunca separada la 
noche del incendio. Y la que agita como una mano las 
linternas de color. 
Torrentes de alegría. Arrastran las esencias de los bos- 
ques y vergeles de Francia. Y la alegría peina los bojes 
por largo tiempo descuidados. Torrentes de alegría 
para romper el corazón de los vivos. Pero alguien in- 
visible baila. Alguien que tiene el corazón partido y 
no tiene cara ni máscara para ocultar la ausencia de su 
cara. Alguien baila en medio del silencio de los vivos. 
Y cada uno acaricia la forma de una noche. Y nunca 
la noche impecable que soñaron los muertos. 
Aquí la noche raíz y flor de la alegría que transfigura. 
La noche misma despacio baila y la fiera se asombra 
de su suavidad. Ríen las bocas adolescentes al descanso 
de los guerreros. Breve es la llama que no devora y 
acaricia despacio. Grave madre de estaciones la noche 
separa las olas de las tinieblas. Para que brille la enar- 
cada llama y sobrenade en olores y sonidos. 
Bailan los vivos dócilmente en la noche de los muertos. 
En lo ajeno se mueven y no en el propio baile. Y con- 
tiene como el mar la tormenta. Y contiene como el mar 
la bonanza. Ya nunca la palma olvida el dorso y la 
sonrisa va en busca de una boca difunta. 
Aquí la noche de fulgurante sonrisa. La que seduce y 
no apacigua. El ritmo nace del largo balanceo de su 
pausado paso. Y la que preceden ojos innumerables. 
Cerrados para que algunos ojos la vieran. 
Muchos murieron para verla. Otros la esperaron sin 
Morir. Y sin saber que la verían. Ahora llega resplan- 
deciente. Y sin embargo es otra. Como en los sueños 
de figuras idénticas a sí mismas. Y sólo el sueño sabe 
que no son ellas. La noche llena de lámparas como sig- 
nos de concordia traza en silencio el arco de tinieblas. 
Para el seguro puente entre los vivos y los muertos. 
CELEBRACION 
 (Al salir de una ceremonia 
en honor de algunos muertos). 
Sobre las alamedas desiertas de los vivos,
asamblea de hojas en nombre de los muertos. 
Cada paso es borrado por el viento, 
perfectas flechas ya disparadas reforman 
los cincelados y espejeantes oros. 
Sólo en ellos encuentro 
anchas coronas para los héroes sin otoños 
y nobles formas de ovaladas fuentes 
y rectas cruces para los retorcidos miembros 
de aquéllos que se dieron en la sazón del árbol, 
estrecharon el último verano 
y pudiendo quedar se alejaron del día. 
Aquí las hojas sin arrimo ni ramaje 
guirnaldas extendidas por sí solas 
a mitad de camino entre arboleda y río, 
en memoria de aquéllos que entregaron sus vidas. 
Alguien viene en silencio cruzando la alameda 
con su cara de infancia donde bailó la risa 
aquél que tuvo el pelo del color de estas hojas 
entre ceniza y oro, por siempre detenido 
en un solo crepúsculo. Y muchos le acompañan. 
Al eco de una risa atrozmente se junta 
la baja confusión de haber sobrevivido. 
Aire de falsa nieve y cielos de topacio 
amenazan romper con el silencio 
que el orden y la púrpura taciturnos deciden. 
Y desfilan las frentes de los jóvenes héroes 
sin cascos ni caballos. 
Vemos el poderío del otoño sin límites 
y su color de muerte fúlgido como el día. 
Se detiene el dolor en las anchas coronas 
para las frentes de los nuevos héroes, 
los que ya regalaron las vendimias 
de no vividos días cuando el otoño avanzan
hacia la cornalina rígida del follaje. 
A medias abolida la sustancia 
y presente su carga singular de fulgores, 
el color permanece livianamente pronto 
para la nueva vida de la muerte. 
La sangre de la tierra sube al dorso 
de las hojas que acaban de vivir, 
bello es lo corruptible en su color de muerte. 
Sobre el bermejo detenido río 
del follaje que espléndido perece 
la punta de una aguja brilla y entre las hojas 
traza la justa forma 
de las guirnaldas prontas, las fuentes sin lamento. 
Y entre los signos que ignoramos traza, 
recta y seguramente, 
las alargadas cruces sobre el suelo. 
ALTA LA NOCHE 
Junto a mis ojos, la noche erguida 
v alta estriada de blanco, 
no la redonda pura certera oscuridad. 
Sólo la noche llena de signos 
donde vacilan los cautelosos 
lúcidos animales. 
Junto a mis ojos, alta la noche 
llena de objetos apenas suyos 
que fueron nuestros: nada de ellos 
ha sido retirado. 
No la fluida pura certera oscuridad 
que en la obediencia sirve 
a una noche que está muy lejos 
y nunca se equivoca, 
sin otra luz que la primera estrella fija, 
y de nosotros nada. 
Junto a mis ojos la noche breve 
contradictoria llena de juegos y de boscajes 
y de pie en ella, sobre algún mar 
sin rumor y sin peso, 
en el reflejo veo la sombra 
del día que no encuentro. 
II 
Vasta y ligera 
alegría que ignoro 
como si yo la
conociera 
la adivino en el oro 
fugitivo, y el dejo 
que un instante
resbala 
sobre apagado espejo, 
rectamente señala 
hacia algún mismo
punto 
en el lúcido centro 
del día que no
encuentro 
allí veo el trasunto 
del largo día 
entero en la alegría 
o no es mar ni lugar 
solamente la vía 
para poder llegar 
despacio a la alegría 
ligera y sin reproche.
Algo brilla a
destiempo 
en mitad de la noche 
como si fuera el día, 
o en el entero tiempo 
de la noche y el día 
es sombra de alegría. 
NOCHE Y CRUZ 
Por el camino de una noche mía 
anuladora exacta, 
entro sin gestos, sin golpear en vano, 
en la noche de todos. 
Como ninguna pródiga en modos de morir, 
cuando en secreto el áloe da renovados zumos 
para llegar a innumerables bocas, 
cuando el nocturno pecho dentro de mí jadea, 
la cruz de la noche entra en la cruz de mis manos 
sobrellevada a tientas y de pie. 
Es la noche sin tregua, la que busca cien muertos 
para aprender hasta qué extremo un solo 
agonizante puede respirar. 
Cuando persigue el hombre sin cesar al hombre 
la misma trampa sirve para el uno y el otro 
la misma ausente mano 
hace cortar el cuello del lobo y de la tórtola. 
Y la rutina ordena 
con más rigor que la pasión difunta. 
Cuando persigue el hombre en cada sitio al hombre, 
a los unos da muertes que no serían la suya, 
al uno quita el alma, al otro sepultura. 
Una metralla ciega hasta en los muertos cava 
y la mano de un niño cuelga de frescos olmos. 
En súbito tumulto 
se incendia la noche desde adentro. 
Se reduce el antiguo lugar para la sombra, 
como muros y troncos se parten las tinieblas. 
Desaparecen ellas, las casas y los bosques. 
Una noche con ojos abiertos para siempre, 
ha de seguir en busca de los perdidos párpados. 
Ahora es el tumulto 
y la cruz de la noche silenciosa, 
en la cruz de las manos. 
NOCHE CERRADA 
Por una noche lúgubre he sido poseída. 
Noche cerrada en la cerrada frente, 
era la noche larga que nos sigue en el día 
medida por la propia sombra ya calculada. 
Los huesos centelleantes del dolor de entresueños, 
el explorado germen de iguales pesadillas 
abre imprevistos frutos 
mientras el sueño mide círculos diferentes 
para los ejercicios del solo cautiverio. 
Noche devoradora y nunca devorada. 
Racimos de tiniebla apretaba a mi boca 
y olía a lluvias como aromas tibias, 
breve paso de pájaro 
iba el agua al encuentro de las plantas, 
entraba en el oído para nunca salir. 
Como la noche angosta sin lugar para nadie 
noche de la mujer 
que ya no tocará la almendra de su cara 
pulida por los sueños de los hombres. 
Más duro que perder el amor de cada día, 
el sueño se retira o ya no sirve. 
Ningún gesto a lo lejos ha de apartar la boca 
que se inclina a pacer en las tinieblas. 
(Transcripción María
Florencia Milani)

 
Las Vegas Casino | DrmCD
ResponderEliminarFind 김해 출장안마 the 경상남도 출장샵 Best Casino in Las Vegas, Nevada at Dr. mcd. MGM Grand (MGM Grand), MGM Grand (MGM Grand) - The 강원도 출장샵 Official Site 광명 출장샵 천안 출장샵 MGM Grand (MGM Grand) - The Official Site for Nevada Gaming.