martes, 5 de septiembre de 2017

Delmira Agustini. El libro blanco (1907)




DELMIRA AGUSTINI.

EL LIBRO BLANCO (1907)











EL POETA LEVA EL ANCLA
El ancla de oro canta... la vela azul asciende
como el ala de un sueño abierta al nuevo día.
                     ¡Partamos, musa mía!
Ante la proa alegre un bello mar se extiende.

En el oriente claro como un cristal, esplende
el fanal sonrosado de Aurora. Fantasía
estrena un raro traje lleno de pedrería
para vagar brillante por las olas.
                                                                    Ya tiende
la vela azul a Eolo su oriflama de raso...
¡El momento supremo!... Yo me estremezco;  ¿acaso
sueño lo que me aguarda en los mundos no vistos?...

¿Tal vez un fresco ramo de laureles fragantes,
el toisón reluciente, el cetro de diamantes,
el naufragio o la eterna corona de los Cristos?...




POR CAMPOS DE ENSUEÑO
¡Pasó humeante el tropel de los potros salvajes!
Feroces los hocicos, hirsutos de pelajes,
las crines extendidas, bravías, tal bordones, 
¡pasaron como pasan los fieros aquilones!


Y luego fueron águilas de sombríos plumajes
trayendo de sus cumbres magníficas visiones;
con el sereno vuelo de las inspiraciones
augustas, con soberbias de olímpicos linajes,


cruzaron hacia oriente la limpidez del cielo;
tras ellas como cándida hostia que alzara el vuelo,
una paloma blanca como la nieve asoma.


Yo olvido el ave egregia y el bruto que foguea
pensando que en los cielos solemnes de la Idea
¡a veces es muy bella, muy bella una paloma!




NOCHE DE REYES
“Tenía en las pupilas un brillo nunca visto,
era rubio, muy dulce y se llamaba Cristo...”

–Ah sigue! –el mago erguía la frente soberana–
–“Mi copa es del Oriente, es sagrado este vino.–
“Allá en Betlhlehem,  un día legendario y divino,
“Yo vi nacer al niño de estirpe sobrehumana.

“La Miseria lamía su mano… porcelana
“celeste con el sello de un trágico destino;
“y Él sonreía siempre a la Miseria, al sino,
“al cordero de nieve, a la cruz del Mañana…”.

¡Era mi Dios!... ¡Ah! Cristo, mi piedad os reclama.
¡Mi labio aun está  dulce de la oración que os llama!
Peregrinando culto, mi rubio, infausto Dios,
no estragué de mi fe los armiños pristinos.
¡Ah! por todos los templos, por todos los caminos
divagando sonámbula, yo marchaba hacia Vos…




LA SED
¡Tengo sed, sed ardiente! -dije a la maga, y ella
me ofreció de sus néctares. -¡Eso no: me empalaga!-
Luego, una rara fruta, con sus dedos de maga,
exprimió en una copa clara como una estrella;

y un brillo de rubíes hubo en la copa bella.
Yo probé. -Es dulce, dulce. ¡Hay días que me halaga
tanta miel, pero hoy me repugna, me estraga.-
Vi pasar por los ojos del hada una centella.

Y por un verde valle perfumado y brillante,
llevóme hasta una clara corriente de diamante.
-¡Bebe! -dijo-. Yo ardía, mi pecho era una fragua.

Bebí, bebí, bebí la linfa cristalina...
¡Oh, frescura! ¡Oh, pureza! ¡Oh, sensación divina!
-Gracias, maga, ¡y bendita la limpidez del agua!




REBELION
La rima es el tirano empurpurado,
es el estigma del esclavo, el grillo
que acongoja la marcha de la Idea.
¡No aleguéis que sea de oro! ¡El Pensamiento
no se esclaviza a un vil cascabeleo!
Ha de ser libre de escalar las cumbres,
entero como un dios, la crin revuelta,
La frente al sol, al viento. ¿Acaso importa
que adorne el ala lo que oprime el vuelo?

¡Él es por sí, por su divina esencia,
música, luz, color, fuerza, belleza!
¿A qué el carmín, los perfumados pomos?...
¿Por qué ceñir sus manos enguantadas
a herir teclados y brindar bombones
si libres pueden cosechar estrellas,
desviar montañas, empuñar los rayos? 

¡Si la cruz de sus brazos redentores
abarca el mundo y acaricia el cielo!
Y la Belleza sufre y se subleva…
¡Si es herir a la diosa en pleno pecho
mermar el torso divinal de Apolo
para ajustarlo a ínfima librea!

Para morir como su ley impone
¡El mar no quiere diques, quiere playas!
Así la Idea cuando surca el verso
quiere al final de la ardua galería,
más que una puerta de cristal o de oro,
la pampa abierta que le grita “¡libre!”




LA ESTATUA
Miradla, así, sobre el follaje oscuro
recortar la silueta soberana...
¿No parece el retoño prematuro
de una gran raza que será mañana?

Así una raza inconmovible, sana,
tallada a golpes sobre mármol duro,
de las bastas campañas del futuro
desalojara a la familia humana!

¡Miradla así —¡de hinojos!— en augusta
calma imponer la desnudez que asusta!...
¡Dios!... ¡Moved ese cuerpo, dadle un alma!

¡Ved la grandeza que en su forma duerme...
¡Vedlo allá arriba, miserable, inerme,
más pobre que un gusano, siempre en calma!




RACHA DE CUMBRE
El soberbio regazo de curvatura extraña,
en ademan solemne nos brinda la montaña.

Subamos. De la cumbre, al reino de las alas
expulsemos los cóndores, expulsemos las águilas.

 Allá la novia Nieve abre su blanco velo
que tiembla y que desmaya a los besos del cielo.

Y el mar al pie, agolpándose en la piedra y la arena.
Rompe, azota, revuelca su intricada melena.

Allá surge la idea descomunal de un mito…
Abajo lo insondable, arriba lo infinito.

Súbito al peregrino rumor de nuestra planta
con ímpetu salvaje un ave se levanta.

Son grandes, son soberbias las aves de las cumbres,
sus ojos tienen fríos olímpicos vislumbres.

Abismos palpitantes, enigmas de plumaje,
su vuelo es un nervioso martilleo salvaje.

Sus pupilas brillantes, sus pupilas oscuras,
dan un vértigo raro: un vértigo de alturas…

¡Miradlas encendidas en las cumbres!... su vuelo
tiene una ley y un límite: el capricho y el cielo.

Y el pico corvo, enérgico: dominio y arrogancia.
¡El pico soberano del águila de Francia!

Y huyen como si hubieran mirado el pensamiento…
-la montaña parece crecer para el momento-.

¿Presentirán sus alas tu misterioso alaje?...
El asombro ha debido dilatar el paisaje.

Y cuando allá en la cumbre, como sol que flamea,
 Pabellón de la Vida se levante la Idea,
parecerá Natura un divino homenaje.




EL HADA COLOR DE ROSA
El hada color de rosa que mira como un diamante,
el hada color de rosa que charla como un bulbul,
a mi palacio una aurora llegó en su carro brillante,
esparciendo por mis salas un perfume de Estambul.
–Toma –y una esbelta lira de oro me dió–; en ella cante
la musa de tus ensueños sus parques, el cisne azul
que tiende en los lagos de oro su cuello siempre al levante,
Y Helena que pasa envuelta en la neblina de un tul.
Busca la rima y el ritmo de un humo, de una fragancia,
y en perlas de luz desgrana las risas de Extravagancia
que muestra los dientes blancos a Zoilo de adusto ceño.
Canta en la aurora rosada, canta en la tarde de plata
y cuando el sol, como un rey, muera en su manto escarlata,
mientras que la noche llega, ensaya un ritmo y un sueño!




LA SIEMBRA
Un campo muy vasto de ensueño y milagro.
Las tierras labradas soñando simiente
y súbito un hombre de olímpica frente
que emperla los surcos de ardientes rubíes.
-¿Qué siembras?- le digo - ¿delira tu mente?
- Mi sangre que es lumbre... ¡mi sangre! - contesta -
verás algún día la mágica fiesta
de luz de mis campos: ¡si quieres, hoy, ríe!

-¿Reír ? eso nunca ¡respeto lo ignoto!
Me apiada la angustia grabada en tu cara,
la angustia que implica tu siembra, tan rara.
- Verás algún día mis campos en flor.

Hoy mira mi herida - mostróme su pecho
y en él una boca sangrienta-, hoy repara
en mí la congoja de un cuerpo deshecho.
¡Mañana a tus ojos seré como un dios!

-Tal vez, tal vez... dije -¡ Seguro, seguro!
Selene hoy esboza su rostro de cera,
tres veces que nazca, tres veces que muera
y vuelvo a mis campos tu brillo de aurora.
…………………………………………………………………..

Pasaron tres lunas, tres lunas de plata,
-¡ tres lunas de hierro! soñaba en mi espera.
Del hombre que hiciera la siembra escarlata
marché hacia la extraña, magnífica flora.
………………………………………………………………………

- ¡Hay hondas visiones, visiones que hielan,
visiones que amargan por toda una vida!-
¡La luz anunciada, la luz bendecida
llenando los campos en forma de flor!
Y... en medio... un cadáver... crispadas las manos
-murieron ahondando la trágica herida -
y en todo una nube de extraños gusanos
babeando rastreros el sacro fulgor.




LA MUSA
Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;
con dos ojos de abismo que se vuelvan fanales;
en su boca, una fruta perfumada y bermeja
que destile más miel que los rubios panales.
a veces nos asalte un aguijón de abeja:
una raptos feroces a gestos imperiales
y sorprenda en tu risa el dolor de una queja;
en sus manos asombren caricias y puñales.
Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,
y sea águila, tigre, paloma en un instante,
que el Universo quepa en sus ansias divinas;

tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame,
y una frente que erguida su corona reclame
de rosa, de diamantes, de estrellas o de espinas.




NARDOS
En la sala medrosa
entró la noche y me encontró soñando.

En el vaso chinesco, sobre el piano
como un gran horizonte misterioso,
el haz de esbeltas flores opalinas
da su perfume; un cálido perfume
que surge ardiente de las suaves ceras
florales, tal la llama de los cirios.
                 Blandamente yo entorno
los ojos y abandónome a sus ondas
como un náufrago al juicio de los mares.

De las flores me llegan dos perfumes
flotando en el cansancio de la hora,
uno que es mirra y miel de los sentidos
y otro grave y profundo que entra al alma,
abierta toda, como se entra al templo.

Y me parece que en la sombra vaga
surgir los veo de las flores pálidas,
y tienen bellas formas, raras formas…
Uno es un mago ardiente de oro y púrpuras,
otro una monja de color de cera
como un gran cirio  erguida,
y con dos manos afiladas, lívidas,
que me abren amplias puertas ignoradas
                 que yo cruzo temblando.

Muchas cosas me cuentan, muchas cosas,
las flores de ópalo en su extraña lengua;
cosas tan raras y hondas, tan difusas
en el fondo de sombras de la sala,
que he llegado a pensarme un gran vidente
que leyera en la calma de las cosas
formidables secretos de la vida.

¡Oh flores, me embragáis y sois tan blancas!
Tan blancas que alumbráis y yo os contemplo
como el sello de Dios en las tinieblas.

¡Oh flores, hablad mucho! Acá en la sombra
            vuestras voces me llegan
como a través del mundo inderrocable
que separa la Muerte de la Vida.

Siento venir el sueño.
Vuestro perfume en sus calladas ondas,
como a un rey oriental que navegara
majestuoso de imperio y de pereza
en su barca pomposa, a mi le trae.

¡Oh flores, hablad más, habladme mucho!
Vuestra voz no es tan clara. Decid, flores,
en la muerte invariable de esa estatua
¿no hay una extraña vida? Decid, flores,
¿las tinieblas no son una compacta
procesión de mujeres enlutadas
marchando hacia la luz? Decidme, flores,
¿qué sabéis del misterio de la vida…
de la inmensa leyenda del Calvario…
qué del vuelo supremo de las almas?...
……………………………………………………………
Las cavernas del sueño; decid, flores,
¿no serán… el oasis… de la vida?..,




MI ORACIÓN
Mi templo está allá lejos, tras de la selva huraña,
Allá salvaje y triste mi altar es la montaña,
mi cúpula los cielos, mi cáliz el de un lirio;
allá, cuando en las tardes lentas, la mano extraña
del crepúsculo enciende en cada estrella un cirio,

por entre los fantasmas y las calmas del monte,
va mi musa errabunda, abriendo un horizonte
en cada ademán... Hija del Orgullo y la Sombra,
con los ojos más fieros é intrincados que el monte
pasa, y el alma grave de la selva se asombra.

Y allá en las tardes tristes, al pié de la montaña,
serena, blanca, muda, con esplendores de astro,
erige la plegaria su torre de alabastro...

Y es la oración más honda para mi musa extraña,
tal vez porque hay en ella la voz de la montaña
y el homenaje mudo de la natura grave...
Es la oración del alma, flor grandiosa y huraña
de los grandes desiertos. En los templos no cabe.
…………………………………………………………………………………
Mi musa tomó un día la placentera ruta
de los campos fragantes; ornada de alboholes,
perfumando sus labios en la miel de la fruta
y dorando su cuerpo al fuego de los soles,
vivió como una ninfa: desnuda, en fresca gruta,
engalanando espejos de largos tornasoles
la gran garza rosada de su forma impoluta.

Volvió a mí como el oro de luz de los crisoles,
más pura; los cabellos emperlados de gotas
lucientes y prendidos de abrojos; trajo notas
de pájaro silvestre, más frescura y más fuego…
Yo peinéla y vestíla sus parisinas galas,
y ella hoy grave pasea por mis brillantes salas
un gran aire salvaje y un perfume espliego.




EL POETA Y LA DIOSA
Entré temblando a la gruta
misteriosa cuya puerta
cubre una mampara hirsuta
de cardos y de cicuta.
Crucé temblando la incierta

sombra de una galería
en que acechar parecía
la guadaña de la muerte.
- El Miedo erguido blandía
como un triunfo mi alma fuerte. -

Un roce de terciopelo
siento en el rostro, en la mano.
- Arañas tendiendo un velo. -
¡A cada paso en el suelo
siento que aplasto un gusano!

¡A una vaga luz de plata,
en cámara misteriosa,
mi fiera boca escarlata
besó la olímpica nata
del albo pie de la diosa!

- Brillante como una estrella,
la diosa nubla su rara
faz enigmática y bella,
con densa gasa: sin ella
dicen que el verla cegara.-

Ebrio de ensueños, del hada,
- es hada y diosa - y la helada
luz de su mística estancia,
alzo mi copa labrada
y digo trémulo: ¡Escancia!

Con sus dedos sibilinos
como un enigma que inspira,
en cien vasos opalinos
escancióme raros vinos
a la sombra de una lira...

Un verde licor violento
tras cuyos almos delirios
acecha un diablo sangriento;
otro color pensamiento
con sueños a luz de cirios...

Y nobles zumos añejos
con la fuerza de lo puro,
vinos nuevos con reflejos
imprevistos y los dejos
de un sumo néctar futuro.
……………………………………………..

Y gusté todos los vinos
de la maga, todos finos
Y - ¡oh Dios!- de distintos modos,
todos deliciosos, bellos...
La maga dijo: - ¿Cuál de ellos?...-
- ¡Poned un poco de todos!




UNA CHISPA
Fue un ensueño del fuego
con luces fascinantes
y fieras de rubíes tal heridos diamantes;
rayo de sangre y fuego
incendió de oro y púrpura todo mi Oriente gris.
Me quedé como ciego…
¡Qué luz!… —¿Y luego y luego?…
—¿Luego?… El Oriente gris...




BATIENDO LA SELVA
Cuando cruzas la selva tras los corzos sedeños
y albos; la melena feroz, los ojos crueles,
entre la blanca fuga de tus raros lebreles,
sobre el corcel de nieve, Nemrod de los ensueños. 
Yo deleito mi oído en el vuelo sonoro
del alma misteriosa de tu olifante de oro,
y como a un bombón se ríe mi boca a la promesa
de la caza exquisita que aromará tu mesa. 




MI MUSA TRISTE
Vagos preludios. En la noche espléndida
su voz de perlas una fuente calla,
cuelgan las brisas sus celestes pífanos
en el follaje. Las cabezas pardas
de los búhos acechan.
Las flores se abren más, como asombradas.
Los cisnes de marfil tienden los cuellos
en las lagunas pálidas.
Selene mira del azul. Las frondas
tiemblan... y todo, hasta el silencio, calla...

Es que ella pasa con su boca triste
y el gran misterio de sus ojos de ámbar,
a través de la noche, hacia el olvido,
como una estrella fugitiva y blanca.
Como una destronada reina exótica
de bellos gestos y palabras raras.

Horizontes violados sus ojeras
Dentro sus ojos -dos estrellas de ámbar-
se abren cansados y húmedos y tristes
como llagas de luz que quejaran.

Es un dolor que vive y que no espera,
es una aurora gris que se levanta
del gran lecho de sombras de la noche,
cansada ya, sin esplendor, sin ansias
y sus canciones son como hadas tristes
       Alhajadas de lágrimas.

       Las cuerdas de las liras
       son fibras de las almas.

Sangre de amargas viñas,
en vasos regios de belleza, escancia
a manos de marfil, labios talados
como blasones de una estirpe magna.

¡Príncipes raros de Ensueño! Ellos
han visto erguida su cabeza lánguida,
y la oyeron reír, porque a sus ojos
vibra y se expande en flor de aristocracias.
¡Y su alma limpia como el fuego alumbra,
como una estrella en sus pupilas de ámbar;
mas basta una mirada, un roce apenas,
el eco acaso de una voz profana,
y el alma blanca y limpia se concentra
como una flor de luz que se cerrara!




MIS IDOLOS
En el templo colmado de adoraciones graves,
entre largos silencios y penumbras muy suaves,
se alzaban revistiendo majestades supremas;
eran muchos y varios, y a todos yo adoraba
por igual y a sus pies yo las horas dejaba
pasar, mudas y lentas, dibujando zalemas
y deshojando orquídeas, entre olores complejos
de maderas de Arabia y de pétalos viejos.

 Mi fe era inconmovible, pintorescos mis ritos;
prestigiados mis ídolos por los más bellos mitos,
me llegaban de tierras no vistas, de muy lejos,
menudos y enigmáticos, en estuches preciosos,
y los amé por raros pulidos y pomposos.
y los había bellos hasta el dolor, y feos
hasta la risa; irónicos, con afilados dientes
que desgarran sonriendo; rostros de camafeos
engarzados en cuerpos dúctiles de serpientes;
monstruos dioses con gestos indecisos y varios,
-miradas de demonios sobre sonrisas santas-
y en todos el gran sello de raro que a sus plantas
hacía arder mis pupilas como dos incensarios.

Y era tal mi fe pura, y era tal mi cariño
que a sus pies, todo de ellos, mi corazón dormía
como un vaso sellado que amenaza de lleno,
o el gran capullo, hinchado de un gran lirio de armiño.
Y mi vida en un éxtasis dulcemente yacía
como un gran lago límpido que reflejara el cielo.

Así bajo los rastros sombríos y risueños
 Yo viví sin vivir, largo tiempo, rezando
o en la rueca tranquila de las horas hilando
los copos impecables de una seda de ensueños.

Cuando a través del tiempo se abrió la inmensa puerta,
rechinaron cruelmente los goznes enmohecidos,
y  yo cerré a la luz mis ojos entumidos...
Luego en la gloria de oro de la luz viva y cierta,
entre un perfume alegre de flores campesinas,
que  sacudió mi espesa borrachera de incienso,
¡surgió un ídolo nuevo, palpitante é inmenso!
Y eran sus divinas pupilas casi humanas
Y  sus divinos labios reían a la vida.

Yo miré largamente la gran figura erguida
sin descubrir las viejas frialdades sobrehumanas,
y  comparé mis ídolos imperiosos, irguiendo
fieramente sus frágiles monstruosidades, y este
dios que á la vida exhibe como una flor, sonriendo
los sellos indelebles de una estirpe celeste...
Y  escuché en mí una extraña discusión de mil voces...
Súbito una alocada racha de primavera
jugueteó entre mis ídolos... vacilaron... cayeron...

¡Y hubo un gran ruido alegre de porcelana huera!
¡yo reí y en mí, fiera, noblemente, surgieron
en unísono coro las misteriosas voces,
cantando las eternas victorias de la vida!

Luego, con los brillantes escombros formé un claro
altar para el dios nuevo que reinó, simple y fuerte,
en la belleza austera del templo de lo raro
donde todo vivía como herido de muerte.

Y quité el polvo viejo, las corolas marchitas,
Y  traje de los campos alegres margaritas
de vívidas corolas y de perfume santo.
Y ofrendé al nuevo dios mi corazón que abría
como una flor de sangre de amor y de armonía.
¡Y le adoré con ansias y le adoré con llanto!




EXPLOSIÓN
¡Si la vida es amor, bendita sea!
¡Quiero más vida para amar! Hoy siento
que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul de sentimiento.
Mi corazón moría triste y lento…
Hoy abre en luz como una flor febea.
¡La vida brota como un mar violento
donde la mano del amor golpea!
Hoy partió hacia la noche, triste, fría,
rotas las alas, mi melancolía;
como una vieja mancha de dolor
en la sombra lejana se deslíe…
¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca en flor!




EL INTRUSO
Amor, la noche estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
tu forma fué una mancha de luz y de blancura.
Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
bebieron en mi copa tus labios de frescura;
y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
me encantó tu descaro y adoré tu locura.
¡Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas;
y si duermes, duermo como un perro a tus plantas!
¡Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;
y tiemblo si tu mano toca la cerradura;
y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!




AMOR
Yo lo soñé impetuoso,  formidable y ardiente;
hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
era un mar desbordado de locura y de fuego,
rodando por la vida como un eterno riego.
Luego lo soñé triste, como un gran sol poniente
que dobla ante la noche la cabeza de fuego;
después rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
sonaba sus cristales el alma de la fuente.
Y hoy sueño que es vibrante y suave y riente y triste,
que todas las tinieblas y todo el iris viste,
que, frágil como un ídolo y eterno como Dios,
sobre la vida toda su majestad levanta:
y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
en una flor de fuego deshojada por dos....




LA COPA DEL AMOR
¡Bebamos juntos en la copa egregia!
Raro licor se ofrenda a nuestras almas.
¡Abran mis rosas su frescura regia
a la sombra indeleble de tus palmas!
Tú despertaste mi alma adormecida
en la tumba silente de las horas;
a ti la primer sangre de mi vida
¡en los vasos de luz de mis auroras!

¡Ah! tu voz vino a recamar de oro
mis lóbregos silencios; tú rompiste
el gran hilo de perlas de mi lloro,
y al sol naciente mi horizonte abriste.
Por ti, en mi oriente nocturnal, la aurora
tendió el temblor rosado de su tul;
así en las sombras de la vida ahora,
yo te abro el alma como un cielo azul.

¡Ah, yo me siento abrir como una rosa!
Vén a beber mis mieles soberanas:
¡yo soy la copa del amor pomposa
que engarzará en tus manos sobrehumanas!
La copa erige su esplendor de llama...
¡Con qué hechizo en tus manos brillaría!
Su misteriosa exquisitez reclama
dedos de ensueño y labios de armonía.
Tómala y bebe, que la gloria dora
el idilio de luz de nuestras almas;
¡marchítense las rosas de mi aurora
a la sombra indeleble de tus palmas!




¡AVE, ENVIDIA!
¡Áspid punzante de la envidia, Ave!
¡Tú fustigas la calma que congela,
el rayo brota en la violencia, el ave
en paz se esponja y acosada vuela.
Si hay en Luzbel emanación divina
en ti hay vislumbre de infernal nobleza,
rampante, alada, la ambición fascina,
y si tu instinto al lodazal se inclina
reptil tú eres y tu ley es ésa
 Mírame mucho que mi mente inflamas
con la luz fiera de tus ojos crueles…
¡Ah si vieras cuál lucen tus escamas
en el tronco vivaz de mis laureles!
Gozaste el día que abismé mis galas,
cóndor herido renegando el vuelo;
hoy concluye tu triunfo, hay en las alas
fatalidad que las impulsa al cielo.
Si de mis cantos al gran haz sonoro
tu cinta anudas de azabache fiero,
sabio te sé: de mi auroral tesoro
lo que dejes caer yo no lo quiero.
Esa cinta sombría es la Victoria…
cuando describes tu ondulado rastro
por todos los sendero de la gloria
muerdes sombras de ala, luces de astro.
Forja en la noche de tu vida impía
cruces soñadas de mi blanca musa,
¡si ha de vivir hasta cegar un día
tus siniestras pupilas de Medusa!
No huyas, no, te quiero, así, a mi lado
hasta la muerte, y más allá: ¿te asombra?
Seguido la experiencia me ha enseñado
que la sombra da luz y la luz sombra…
Y estrecha y muerde en el furor ingente;
flor de una aciaga Flora esclarecida,
quiero mostrarme al porvenir de frente,
con el blasón supremo de tu diente
en los pétalos todos de mi vida.





(TRANSCRIPCIÓN DE POEMAS -MARÍA FLORENCIA MILANI-)



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