jueves, 26 de julio de 2018

Beatriz Vallejos. El collar de arena (1979)





BEATRIZ VALLEJOS
EL COLLAR DE ARENA (1979)








El grito
De orilla a orilla
como si no hubiese nadie.




Vigilia
Sal de lágrima;
sal, proveedora
de la sombra;
pequeña sal
de subsistencia, alúmbranos.




Pasaje de luz
La sombra de las hojas
ilumina las naranjas.



Sudestada
Cruzarás
la noche diurna
en relevo de islas.




Siempre el árbol parecía florido
El entorno del cielo
allí mismo,
nimbaba
el arrullo
de las palomitas.




Rocío
Permanece;
no ha cesado el amanecer.




Un picaflor asentado en una rama
             bajo la llovizna
Largo tiempo
Bebimos el tenue
silencioso tornasol.
Y recién entonces
 levantó vuelo.




Bajo la copa de todo amanecer
Cedía el aire su pequeño paso,
los tréboles el malva
y una flor otra flor.

Las torcacitas
caminaban de a dos.




Una hoja en forma de corazón
La nervadura de su latido
unánime
la palma de la luz
sostiene.

Te contemplo,
Imagen.




Donde el eco
     del llamado
          invisible
Crespín
     crespín
El peso del llamado invisible
inclina las ramas al sur.
Tan lejos me acerca.





Los fundados senderos
Árboles de entreluces
el jardín cotidiano
guardan.
También
aquel verano sonreías,
¿veladamente para ahora? cuando
el peso de la lluvia
inclina las hojas
como otro
resplandor furtivo.




Chuang Tse
Tan cerca,
tan apenas tan cerca
o lejanísimo, tan solo
un hombre así
posado
en una mariposa.




Familia
Alrededor de la mesa
regresan como regresábamos.

Recordarán que fue así
lo que ahora escribo.




Bodegón con jarra
El contorno de la jarra
entorna el vino.

Una posible ausencia
el mantel extiende.

Alguien levanta un vaso.
Cómo es que resplandece
una ceremonia del olvido.




Verano qué pronto partes
El invierno nos retiene otra vez.

El arroyo resplandeciente
está lejos.
El silbo del zorzal
atardece.




El árbol
Esa copa que abre
cobre y verde
las flores como una llovizna.




Sí, del otoño
¿No es el otoño acaso
la estación de las hojas
como una canción de antaño
no es? ¿qué puede ser,
en su giro mesurado
predispuesto a otro esplendor
de los ocres, a otro tiempo,
otoño?




En la punta del bambú un tordo
Flexible la caña
cimbra la proximidad
de la tormenta. Intenso
sobre el gris
el pájaro asentado prueba,
entre las últimas hojas
su extraño amor al viento.




Eslabón abierto
Si aparto lo que creo que sé
¿qué queda de mí?




Relatividad
De la distancia
entre la semilla
y el sol
comprendo
que todo es posible.




La mariposa
Hoy descansa de azul
la mariposa, breve
en el cerco, las campanillas
doblan
las hojas pecioladas.

Distraída levanto
el ademán de aquietar.

La mariposa
se ha ido.




La muerte
Descansa
en los colores.




Violeta los montes
Donde callan los pájaros
 esta hora violeta.
Cómo descansa ella
su caminar fortuito
sobre el pasto la arena
los charcos reflejados.

¿Promisorio de quietud y desarraigo? pausa
de su tono intenso
el elegido,
abreva de silencio.

 Todo es isla.




Canoa
El pescador
pintaba su canoa.

Colores estridentes
para el río.

Entre la sed
los aparejos,
la mujer que miraba.




Si entonces
Y el zorzal de amanecer
 ¿todavía asiste? Trae la hebra
y llama, o es de vidrio
de la ventana del oeste,
cerrada ya, si escucho su reflejo
del rectángulo como una hendidura.

Existe, o es enviado,
o relaciona nuestro recuerdo común
para ese cofre de infancia
de ceremonia cotidiana
¿confinada ya?




Emily Dickinson
Qué pudiéramos dialogar
del huso del tiempo
en devaneo:
cien años más
o menos
su lana al trasluz.

Entreveríamos la trama,
trasfondo de penumbra
en planos
y toda claridad,
tan cercana
a la emoliente mañana.
-¿Lo crees?-




¿Todo es igual?
La fingida ausente
el débil manzano
acaso reverdece.

Traspone el jardín
el canasto de fragancias.

Fingida ausente;
es su vestido a franjas
de contacto aéreo
como el atardecer
en el hilar del balanceo
del sereno y las primeras estrellas.




Llovizna
De los naranjos llovizna
el azahar, como entonces.

¿Tan brevemente así?
como entonces, y cerca
sobre las tumbas
todo parece igual.




El collar de arena
También la sombra es frágil
si el agua está cerca.
Entonces adviene
a disuadir lo absoluto
otra irisada agonía,
difusas lágrimas des sauce,
difusas notas, élitros
de los pequeños seres.
Acústica en gotas de nimbar,
si son sonidos,
la claridad aún
cómo de intenso
fluye
el devenir,
la distancia inalcanzable.
Cuenco de manos,
arena de reflejos.
¿La inmensidad no es?

Pequeños seres en suma
esmaltan la noche.




La garza
En el arrozal
una garza
sola
y
una garza
sola
y una garza
sola.

En el arrozal
una garza.




El sirirí emigra
Con gritos de júbilo
¿despedida o retorno?

Tanta seguridad
para sus pequeñas alas.
¿Por qué me compadezco?




Por encima del silencio
                                  Orillas del Salado, Santa Fe

Camalotes patético
por encima de latas
por encima de vidrios
por encima del silencio.

Quién sabe la piedad
la impiedad.
Quién sabe la vergüenza, la exquisitez.
El paisaje sobre ruedas, quién sabe.
Casualmente de otros esotéricos
símbolos quién sabe, arrojados:
podridas gomas, podridas hojas.
Esa zapatilla en el barro
perdió su pie, quién sabe.

Chingados rectángulos
de toda existencia.
Interrogantes
que resisten libros.






(Transcripción: María Florencia Milani)

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