lunes, 6 de agosto de 2018

Juana de Ibarbourou, Las lenguas de diamante. II Ánforas negras/III La clara cisterna.





JUANA DE IBARBOUROU

LAS LENGUAS DE DIAMANTE







II Ánforas Negras

EL CAMINO DEL CAMPOSANTO
Hoy he pasado por un camino triste
Donde sólo cantan los sapos y los grillos.
Es un camino estéril, reseco, sin orillos
De lodo, y que no viste

Reborde de cicutas ni de cardos.
Me asaltó la garganta un sabor de ceniza.
Medrosa, entre mis labios se agazapó la risa.
Vi mis dedos rosados como diez huesos pardos,

Untados de penumbra, de humedad y de tierra.
Y cual si me golpearan las manos del espanto,
Huí de aquel camino largo del camposanto
Mientras el sol de azufre se acostaba en la sierra.




ENIGMA
¿De qué jugo negro, de qué zumo amargo,
De agua de qué pozo taciturno y largo
Se nutre mi alma, ácida y salobre
Cual vinos guardados en tazas de cobre?

¿Qué savias, ¡oh, dioses!, sorben sus raíces
             Torcidas y grises
             Cual ramas de higuera
Que no fué vemada por la primavera?

Cardo del hastío, que ha ungido la sombra
Con su aceite negro, y que nunca asombra
La luz con sus dagas, la secó la angustia
Como una corola que al fuego se amustia.

Y el polen de oro fué polen de cal.
Y la savia dulce fué sudor de sal.
Se estrujó en capullo, sus brotes sorbió,
Y ya nunca, nunca más fragancias dió.

Si un día florece de nuevo, ¿será
Otra vez un lirio, o acaso dará

Un cáliz extraño, negro, atormentado
Que lleve en sus hojas un dardo clavado?

¡Oh, Dios, ¿cuál será
La flor que mi alma salobre dará?





LACERÍA
No codicies mi boca. Mi boca es de ceniza
y es un hueco sonido de campanas mi risa.

No me oprimas las manos. Son de polvo mis manos,
y al estrecharlas tocas comida de gusanos.

No trences mis cabellos. Mis cabellos son tierra
con la que han de nutrirse las plantas de la sierra.

No acaricies mis senos. Son de greda los senos
que te empeñas en ver como lirios morenos.

¿Y aún me quieres, amado? ¿Y aún mi cuerpo pretendes
y, largas de deseo, las manos a mí tiendes?

¿Aún codicias, amado, la carne mentirosa
que es ceniza y se cubre de apariencias de rosa?

Bien, tómame. ¡Oh laceria!
¡Polvo que busca al polvo sin sentir su miseria!





HIEL
Mi tristeza es estéril como un arenal.
Mi tristeza es hermana de todo pedregal.
Amado: no pretendas (le mí brotes ni flor.
Son salobres los jugos que me ha dado el dolor.

Y terca, me empecino rehusando otro riego.
Y terca, huyo de fuentes y a sus sales me entrego.
¡Oh voluptuosidad de mis jugos amargos
Y mis raíces torvas cual cien puñales largos!

¿Y pretendes el polen ácido de mis flores,
Tú, que a tu alcance tienes pomares promisores?
Y codicias mi boca, agria como la sal,
Tú, que en los labios tienes escondido un panal?

Aunque de sed me muera rehusaré tu miel.
Ahora que estoy hecha al sabor de la hiel
No quiero más dulzuras. No podría, después
Que el panal se secara, habituarme otra vez

A los riegos amargos. Y yo sé, ¡ah!, yo sé
Que no hay panal ninguno que miel eterna dé.





LO IMPOSIBLE
¡Ah si pudiera ser de piedra o cobre
           Para no sufrir!
Para que así dejara de fluir
           La cisterna salobre
           De mi corazón.

Para que así mis ojos se apagaran
Cual dos trozos mojados de carbón.
¡Convertir en metal la greda viva,
La greda miserable y sensitiva
Donde ha hecho nido la culebra negra
           Y eterna del dolor!
¡Ah! ¡Qué mordiera
Entonces la serpiente!
Riendo le diera como en desafío,
Mi corazón helado como mármol de fuente.
           ¡Mi corazón de cobre
Donde hubiera cesado de fluir
           La cisterna salobre!

¡Y en el, mi amor a ti ya no sería
Más que una extraña estalactita fría!





LA TRISTEZA DE LA LUNA
Yo odio a la luna. La luna me embruja
Y me pone triste con su faz de bruja.
Tan triste me pone que a veces parece
Que en mi alma un negro ciprés se estremece.

Bajo su luz clara mi alma queda inerte
Y es como un guiñapo con olor a muerte.
Bajo su luz clara, tan estéril es
Como un prado negro cubierto de pez.

Cavadora blanca, con su azada ahonda
El pozo sombrío de mi pena honda,
Y con sus dos largas manos de cristal,
Derrama en  mi senda puñados de sal.

Aunque cubra el ascua de mi angustia viva
Con grises cenizas, la bruja, de arriba
Me arroja su soplo y reanima el fuego,
Ciega a todo llanto, sorda a todo ruego.

            ¡No podré olvidar
Mientras a la luna tenga que mirar!
            ¡Clamo la ceguera!
¡Quién no ver su lumbre nunca nmás, me diera!





MAGNETISMO
  En tus ojos sombríos me he mirado
Como en ci agua de dos lagos negros
Y un vértigo de abismo tenebroso
Me ha hecho temblar de angustia.

  ¡Ah si caigo en el fondo de la sima!
¡Ah si en los lagos tenebrosos caigo!
Yo sé que entonces no ha de haber prodigio
          Capaz de levantarme.

  Yo sé que siempre el embrujado abismo
          De tus pupilas hondas
Me retendrá lo mismo que un guiñapo
Agarrado en las uñas de las zarzas.

¡Oh, no apartes de mi tus ojos largos
Porque tiemblo de frío y de tristeza!

¡Yo quiero el mal de tus pupilas! Dame
Ese mal que hace bien al alma mía.

Lago hechizado de sus ojos: ¡sórbeme!







III La Clara Cisterna

LA SIESTA DURANTE EL VIAJE
   Prado
De una esmeralda rutilante y ácida.
Sol de cobre cegante en el sembrado,
Y de tul luminoso entre la plácida
Fugitiva glorieta de glicinas.
Sopor, calor, fragancias bochornosas
De estrujadas corolas campesinas
              Y maceradas rosas.

      Sopor, calor y pesadéz, fatiga
Que se acrecienta al recordar la fuente,
La casa blanca con la alcoba amiga,
La almohada limpia bajo nuestra frente.

      La planta en el camino polvoroso,
La idea fija en el hogar lejano,
Y un deseo creciente e imperioso
De la caricia fresca de tu mano.





MATINAL
¡Oh este rayo de sol que a mi alcoba se cuela
Como una viva y larga, mágica lentejuela!

Oh este rayo de sol que en mi boca se posa
Fingiendo que en mis labios ha florido una rosa!

¡Oh este rayo de sol que se acuesta en mi seno,
Como una daga fina sobre el cutis moreno!

¡Oh este rayo de sol que acaso ha acariciado
La dulce y taciturna cabeza de mi amado,

Que taivez en los labios de mi amante dormido
La misma rosa de oro que en mi boca, ha florido!

Enredaste sus manos y entibiaste sus sienes
Y ahora, ¡todo hechizado por su contacto vienes!

Te colgaste a su cuello y llamaste a sus ojos
En los que anoche el sueño pusiera sus cerrojos.

              Ras o de sol fragante
              Que has besado a mi amante!

(Y el rayo es como una culebra de deseo
Que en mi cuerpo vibrante pone su centelleo).





EL BUEN DÍA
Me vestiré de blanco, me aromaré de rosas,
E iremos por las rutas que huelen a tomillo,
Igual que una zagala va con su pastorcillo
En busca de lejanas capillas milagrosas.

  He de tener las manos frescas como de agua.
Has de tener los labios dulces como de fresa.
Y en el ruedo crujiente de mi cándida enagua
Cien espinas fragantes prenderán la maleza.

  Y dirán los labriegos que se paren a vernos:
La morena zagala de sonrisa encantada,
Con el pastor de ojos encantados y tiernos
Se vá, ruta adelante y olvida la majada.

  Y reiremos, reiremos llenos de maravilla
Por ser libres y alegres, por ser locos y castos,
Dueños indiscutibles de toda la gramilla,
De las moras maduras y los ásperos pastos.

  Y después, al retorno, cual de nuevo moldeados,
Tez caldeada, alma clara, frente limpia y serena.
Y en los ojos en alto, todavía extasiados,
Una imprevista llama de bondad nazarena.





VISIÓN PAGANA
  Me soñaba una ninfa entre las ondas
Verdosas, bajo el tul de la arboleda,
Que se extendía, en un dosel de seda,
Sobre las aguas mágicas y hondas.

  Tu impaciencia alejábate a las frondas
Umbrosas, para luego en una queda
Ansiedad, retornar entre la leda
Sombra de las aucáridas redondas.
 — ¡Sal del baño!—imploraste. Y ya en la arena
Me quitaste la capa y fué serena
La visión de mi cuerpo rosa-té.

  Sentí frío, de nuevo me cubriste,
Pero quedó en la sombra de amatiste
Como un sensual olor de Salomé.




 LA BUENA CRIATURA
Yo siento por el agua un cariño de hermana.
¡Cuánta suave dulzura para mí, de ella emana!
Yo entiendo lo que dicen las gotas cantarinas.
La lluvia, en mi ventana, tiene voces divinas.

El agua es una viva, múltiple criatura,
Que guarda para todos el pan de su ternura.
—Hermana: es como fragua mi boca, con la sed.
Y el agua ofrece el seno y susurra: — ¡Bebed!

Hermana: de mi amante la mano honrada y buena,
Se hirió mientras segaba los oros. de la avena.
Y el agua con sublime, sencilla caridad,
Murmura: Entre mis ondas su herida refrescad.

¡Oh santa, milagrosa, sencilla criatura!
¡Fluye como una fuente para ti, mi ternura!





CUADRO
Flota un áspero olor de hinojos y de espinos.
Enfrente, la montaña se alza riscosa, agreste,
Con la cresta empolvada de neblina celeste
Y la planta en el borde de andariegos caminos.

Frescura de agua viva, pastos altos y finos,
Praderas patriarcales de esmeraldina verte,
Cual serpiente negra dormida en el oeste,
Un bosque susurrante de cedros y de pinos.

Se ensanchan los pulmones con el vaho bravío
De los cardos ceñidos de cuentas de rocío.
Pasa un pastor cetrino con un blanco rebaño.

Después una zagala rubia como una espiga.
Y ríe la mañana placentera y amiga,
Bajo el sol que madura las cosechas del año.





 LAS PARVAS
Una parva es un lecho que Amor aroma y mulle,
Y el sol, como un amigo cómplice, entibia y dora.
Tan pronto hace de nido donde un jilguero bulle,
Como es cama mullida de cansada pastora.

La adoran los zagales. Las parvas campesinas
Se prestan a inocentes placeres rustícanos,
O son como opulentas y agrestes celestinas
Erguidas en la alfombra musgosa de los llanos.

Dafnis y Cloe buscan su sombra protectora.
Juega como un cordero la pequeña pastora
Rodando entre la paja que le dora las greñas.

Y, cómplices de amantes en las nocturnas citas,
Se aroman de ese vago perfume a margaritas
Que llevan en las alas las auras abrileñas.





SALVAJE
  Bebo del agua limpia y clara del arroyo
Y vago por los campos  teniendo por apoyo
Un gajo de algarrobo liso, fuerte y pulido
Que en sus ramas sostuvo la dulzura de un nido.

  Así paso los días, morena y descuidada,
Sobre la suave alfombra de la grama aromada,
Comiendo de la carne jugosa de las fresas
O en busca de fragantes racimos de frambuesas.

  Mi cuerpo está impregnado el aroma ardoroso
De los pastos maduros. Mi cabello sombroso
Esparce, al destrenzarlo, olor a sol y a heno,
A salvia, a yerbabuena  y a flores de centeno.

  ¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena,
Cual si fuera la diosa del trigo y de la avena!
            ¡Soy casta como Diana
Y huelo a hierba clara nacida en la mañana!





LA PROMESA
¡Todo el oro del mundo parecía
Diluido en la tarde luminosa!
Apenas un crepúsculo de rosa
La copa de los árboles teñía.

Un imprevisto amor, mi mano unía
A tu mano, morena y temblorosa.
Eramos Booz y Ruth ante la hermosa
Era que circundaba la alquería!

— ¿Me amarás? —murmuraste. Lenta y grave
Vibró en mis labios la promesa suave
De la dulce, la amante moabita.

Y fue como un ¡amén! en ese instante,
El toque de oración que alzó vibrante
La rítmica campana de la ermita.





CUAL LA MUJER DE LOT
Un perfume de amor me acompañaba.
Volvía hacia la aldea de la cita,
Bajo la paz suprema e infinita
Que el ocaso en el campo destilaba.

En mis labios ardientes aleteaba
La caricia final, pura y bendita,
Y era como una alegre Sulamita
Que a su lar, entre trigos, regresaba.

Y al llegar a un recodo del camino
Tras el cual queda oculto ya el molino,
El puente y la represa bullidora,

Volví atrás la cabeza un breve instante
Y bajo el tilo en flor, ¡vi a mi amante
Que besaba en la sien a una pastora!





PRIMERAS ROSAS
Hoy he visto un seto cubierto de rosas
Y he vuelto a mi casa loca de alegría.
¡Hoy he visto un seto cubierto de rosas!
¡Qué impresión de fiesta de amor, alma mía

He vuelto a mi casa llena de contento
Como cuando vemos de nuevo al amante,
Por quién suspiramos a cada momento
Y que hace ya mucho se hallaba distante.

Yo que amo las selvas, los campos, los prados,
Los largos caminos verdes y encantados,
El amor sin trabas en la paz campestre,

Sueño ya con dulces fiestas amorosas,
Ante este temprano florecer de rosas
Sobre la negrura de un cerco silvestre.





CAMINO DE LA CITA
Es alegre el camino bajo las ramas
Flexibles y doradas de las retamas,
De tal modo floridas que es el sendero,
Para los verdes prados, un pebetero.

Las glotonas abejas viven de fiesta
Bajo la joya viva de la floresta.
¿Qué buen mago en el valle pulió el tesoro
De estas tan opulentas retamas de oro?

Traigo las trenzas llenas de la fragante
Lluvia de las corolas. Cuando mi amante
Pose en ellas los labios llevará en ellos

El perfume a retama de mis cabellos,
Como un alma aromosa, radiante y loca,
Que el sabor de la cita pondrá en su boca.





VIDA ALDEANA
Iremos por los campos, de la mano,
A través de los bosques y los trigos,
Entre rebaños cándidos y amigos,
Sobre la verde placidez del llano.

Para comer, el fruto dulce y sano
De las rústicas vides y los higos
Que coronan las tunas. Como amigos
Partiremos el pan, la leche, el grano.

Y en las mágicas noches estrelladas,
Bajo la calma azul, entrelazadas
Las manos, y los labios temblorosos,

Renovaremos nuestro muerto idilio,
Y será como un verso de Virgilio
Vivido ante los astros luminosos.





LA CARICIA
La tarde taciturna se borraba
En medio de una calma dulce y quieta,
Y entre la sombra azul de la glorieta
El palor de la luna se filtraba.

Tu mano, toda nervios, deshojaba
Las flores de un rosal con una inquieta
Impaciencia, que a veces la secreta
Impulsión de un deseo apresuraba.

Y al cortar una rosa blanca y suave,
Que era como una palpitante ave
Que el azar en tu mano hubiera preso,

Con paso cauteloso te acercaste,
Por los ojos la rosa me pasaste,
Y yo sentí la sensación de un beso.





RETORNO
Con la cántara llena de agua,
Y la boca de moras teñida,
Y crujiente de espinas la enagua,
Y en el moño una rosa prendida,

De la fuente retorno, abismada
En el dulce evocar de la cita.
Y se hermana la tarde dorada
Con la luz que en mis ojos palpita.

Una extraña fragancia me enerva,
Y en verdad yo no sé si es que sube
Del jugoso frescor de la hierba,
O se eleva de mi alma a la nube.

Y, despierta sonámbula, sigo
Balanceando mi cántara llena,
Entre el oro alocado del trigo
Y el temblor de los tallos de avena.





AMOR
El amor es fragante como un ramo de rosas.
Amando, se poseen todas las primaveras.
Eros trae en su aljaba las flores olorosas
De todas las umbrías y todas las praderas.

Cuando viene a mi lecho trae aroma de esteros,
De salvajes corolas y tréboles jugosos.
¡Efluvios ardorosos de nidos de jilgueros,
Ocultos en los gajos de los ceibos frondosos!

¡Toda mi joven carne se impregna de esa esencia!
Perfume de floridas y agrestes primaveras
Queda en mi piel morena de ardiente transparencia.

Perfumes de retamas, de lirios y glicinas.
Amor llega a mi lecho cruzando largas eras
Y unge mi piel de frescas esencias campesinas.





FUGITIVA
Glotona por las moras tempraneras,
Es noche cuando torno a la alquería,
Cansada de ambular, durante el día,
Por la selva en procura de moreras.

Radiante, satisfecha y despeinada,
Con un gajo de aromo en la cabeza,
Parezco una morena satiresa
Por la senda de acacias extraviada.

Mas me asalta el temor ardiente y vivo
De que me sigue un fauno en la penumbra,
Tan cerca que mi oído ya columbra
El eco de su paso fugitivo.

Y huyo corriendo, palpitante y loca
De miedo, pues tan próximo parece,
Que mi gajo de aromos se extremece
Rozado por las barbas de su boca.





PANTEÍSMO
Siento un acre placer en tenderme en la tierra,
Con el sol matutino tibia como una cama.
Bajo mi cuerpo, ¡cuánta vida su vientre encierra!
¡Quién sabe qué diamante esconde aquí su llama!

¡Quién sabe qué tesoro, dentro de una miriada,
Surgirá de este mismo lugar donde reposo,
Si será el oro vivo de una era sembrada,
O la viva esmeralda de algún árbol frondoso!

¡Quién sabe qué estupenda y dorada simiente
Ha de brotar ahora bajo mi cuerpo ardiente!
Futuro pebetero que esparcirá a los vientos,

En las noches de estío, claras y rumorosas,
El calor de mi carne hecho aroma de rosas,
Fragancia de azucenas y olor de pensamientos.





NOCHE DE TORMENTA
              La noche tiene una
Torva y caliginosa dulcedumbre.
Sobre el cielo de estaño dá la luna
La impresión de un lunar lleno de herrumbre.

La brisa, como un gato, entre el ramaje
De los árboles negros, juega y salta.
Sobre el lomo del campo es un tatuaje
La alberca que de líquenes se esmalta.

Y es cada cosa un avisor oído
Que se alarga atisbando la tormenta.
Flota un olor de surco removido
              Y de tierra sedienta.

¡Ah, qué larga pereza nos enerva
Y con sus grillos nuestros piés sujeta!
¡Qué ganas de dormir sobre esta hierba
              Esponjada y discreta!

Y así hasta que la lluvia nos despierte
Con sus cien dedos de frescor salobre,
Y el viento a nuestro lado agite fuerte,
Sus campanillas de cristal y cobre.

¡Qué alocado retorno hacia la aldea,
Ceñidos por los hilos de la lluvia,
Mientras el vendaval peina y orea
Mi testa negra y tu cabeza rubia!





MELANCOLÍA
Lunes de trabajo, lunes de limpieza.
El quintero riega los surcos de fresa
Que en enero postre darán a mi mesa.

              Dentro la cocina,
Hoguera fragante de troncos de encina.
Cobre, llama, loza; agua cristalina
En el vientre combo de la negra tina.

              En los corredores,
Aire matutino con olor a flores.

              Entre las alcobas,
Sacudir de ropas, arañar de escobas.

              Sones de campana,
              Misa en la mañana.

Llanto de chiquillo que se vá a la escuela
Cuál pájaro triste que a la jaula vuela.

              Pasa una florista:
              Canasta amatista.
Tras tanta violeta se me va la vista.

Lúnes: movimiento, trabajo, alegría.
              ¡Sólo tú, alma mía,
Siempre con tu peso de angustia sombría!
¡Siempre con tu fardo de melancolía!

Aunque la guitarra del Domingo vibre
Nada hay que a la zarpa del dolor te libre.

Aunque llene el Lúnes ola de energía,
Igual la tristeza te sigue, alma mía.

La lengua salmodia su rezo en la misa.
              La boca dá risa.
Las ágiles manos trabajan de prisa.

              Mas el alma va
Adonde el amado, que lejano está.
              ¿Cuándo tornará?

Lunes: movimiento, trabajo, energía.
¡Ay, cómo me abate la melancolía!





BAJO LA LLUVIA
¡Cómo resbala el agua por mi espalda!
              ¡Cómo moja mi falda,
Y pone en mis mejillas su frescura de nieve!
              Llueve, llueve, llueve,

              Y voy, senda adelante,
Con el alma ligera y la cara radiante,
              Sin sentir, sin soñar,
Llena de la voluptuosidad de no pensar.

              Un pájaro se baña
En una charca turbia. Mi presencia le extraña,
Se detiene... Me mira... Nos sentimos amigos...
¡Los dos amamos muchos cielos, campos y trigos!

              Después es el asombro
De un labriego que pasa con su azada en el hombro.

              Y la lluvia me cubre
De todas las fragancias que a los setos da octubre.

Y es, sobre mi cuerpo por el agua empapado,
Como un maravilloso y estupendo tocado
De gotas cristalinas, de flores deshojadas
Que vuelcan a mi paso las plantas asombradas.

              Y siento, en la vacuidad
Del cerebro sin sueños, la voluptuosidad
Del placer infinito, dulce y desconocido,
              De un minuto de olvido.

              Llueve, llueve, llueve,
Y tengo, en alma y carne, como un frescor de nieve.





CANSANCIO
¡Cómo mi nombre es repetido: Juana!
¡Cómo se ha dicho para el mal y el bien,
con la rosa feliz de la mañana
y en los heroicos nardos de la sien!

Juana en amor, y para el odio, Juana.
¡Ay, Juana en los sollozos, y también
en el triunfar alerta de la diana
y en la añorante ola del llantén!

Ahora ya sólo el eco de algún día...
¡Juaaaana!, de una lejana epifanía,
¡Juaaaana!, del grito ronco del chacal.

Me voy durmiendo sin temer la muerte,
que ya camina, en mi callada suerte,
con su paso de fieltro, a mi portal.





LA CISTERNA
Parece que mi vida presente fuera un pozo,
Una angosta cisterna profunda y circular
Y que, desde su fondo, yo tiendo las dos manos
Suplicantes y ávidas, al externo alentar.

¡Inútil es que alargue hierácticos los brazos,
Que en gritos y oraciones me fatigue la voz!
La sombra es tan ceñida, tan honda en la cisterna,
Que en mí no ha de dar nunca la mirada de Dios.





CAMPO DE PIEDRAS
I
De los hoscos cerros,
De los pedregales,
Mana la tristeza
De la medía tarde

Sol que no fecunda
La tierra sin agua

Y tuerce en angustia
Las carquejas bravas.

Viento que no tiene
Nada en qué aromarse,
Al cruzar hendiendo
Los negros chilcales.

Rincón del planeta
Que aún espera al hombre

Y que se halla virgen
De afán y sudores.

Para él no tienen dolor las escarchas,
Para él carece de mieles la lluvia,
Porque no se ha hecho materno en un surco
Ni nunca ha abrigado semilla ninguna.

¡Oh, Dios! manda a un hombre
Que alce en él su casa

Y que lo remueva
Todo, hasta la entraña.

Que le fíe un árbol,
Que le exija un huerto,
Que haga su esperanza
De ese campo yermo.

Y torna a él tus ojos
Una primavera,
Para recrearte
Con tu obra buena.

Igual que la estéril
A quien das un hijo

Y que en risa y llanto
Te agradece el niño,

Su oración de gracias
Intima y callada
A ti alzará el mísero
Que tocó tu gracia:

"Porque del estigma de ser insensible
Señor, me libraste;

Porque has hecho un vientre y un seno fecundos
De la tierra llena de agrios pedregales;

Porque ahora conozco la inquietud y el gozo

Y el valor de cuanto me cerca he aprendido;

Porque ya he dejado dé ser ciego y sordo,
Por la vida eterna, Señor, te bendigo"




II
¡Oh, Dios; manda a un hombre
Que alce en él su casa
Y que lo remueva
Todo, hasta la entraña.





ESTA PRIMAVERA...
Vino la primavera, pero no para mí,
Que el mirar optimista para siempre perdí.

Ya no más amarillo, rosa, azul, amatista.
Un color de ceniza cobra todo a má vista.

Por el campo de piedras que rodea mi casa
v La nueva primavera sin detenerse pasa.

Y en el triángulo estéril que es hoy mi corazón,
Sólo ha brotado el hongo de la desolación.

De los prados lejanos recogerán los vientos
Sahumos de resinas, de musgos, de sarmientos

Reverdecidos. Luego, al volar sobre el mar,
Con olor de salitre se podrán saturar.

Aquí no. El peñasco muerto y gris no da nada:
Ni vahos de arboledas ni olor a agua salada.

Y en mi alma que antes era un pomo de aroma
Hoy ninguna fragancia en este octubre toma.





SOMBRA
Estrellas recién lavadas
Motean el cielo negro.
Con la nochecita, baja
La nostalgia de los cerros

Causa inquietud el silencio
Del lugar solo y sombrío.
La pena aquí se hace aguda
Como un puñal de dos filos.

En este campo no hay árboles,
No hay agua, no pastan bestias,
Tan sólo los vientos danzan
Sobre la pelada tierra.

Y cuando el día se duerme
Por las ventanas ululan,
Con un fragor erizante
Que hace pensar en las brujas.

Estoy con fiebre. Me duele
El deseo del retorno.
Para acercar lo lejano
Cierro, obstinada, los ojos.





LA CANCION
Mientras fui dichosa,
Canté para mí.
De día y de noche la canción aquélla
No encontraba fin.

La alcé en primavera con los labios dulces
De perfume y miel.
La alcé en el estío con la boca bella
De tanto querer.

Rodaba mi canto como un viento suave
Por cima y hondor.
Lo deseaban todos con ansia de gozo
Para el corazón.

Cantaba y cantaba por completo extraña
A todo sufrir.
Con los ojos sanos, con la vista limpia,
Como ciega fui.

Mas la pena, un día, lo mismo que a un vaso
Quebró mi canción.
Poco estuve muda porque es ley sin tregua
Que he de cantar yo.

Corazón en llaga tórnase vidente
Y a la ajena angustia se da en cabezal.
De hoy en adelante por todos los hombres
Tengo que cantar.





TREGUA EN EL CAMPO
Mujer que te has venido con el alma estrujada
Por la ácida y torva vida de la ciudad:
Cúrate en el silencio, ama tu casa aislada,
Bendice este paréntesis, suave, de soledad.

Torna a ser como antes dulce y despreocupada,
Olvida que conoces cansancio y saciedad.
¡Que bajo tu corteza gris de civilizada,
Surja la campesina que adurmió la ciudad!

Con esta primavera tan cálida y soleada,
Mujer, ¡que te avergüence tu taciturnidad!





CEMENTERIO CAMPESINO
¡Oh muertos casi anónimas del cementerio árido
Donde tan sólo hay piedras y una inmensa palmera
Que hace cantar la brisa y brota < cachos dulces
En los primeros meses de cada primavera!

¡Oh muertos para quienes el silencio es enorme
Y no se acaba nunca!  ¿Será bueno dormir
Como ellos, sin nada que les aje el reposo?
¿Se está bien allá abajo o desearán salir

Un día, a correr campos, a buscar de los hombres
El movimiento, el grito, la verticalidad,
Cansados del descanso sin tregua, llenos de ansia
Por la inquietud ardiente, viva, de la ciudad?

¡ Oh muertos campesinos, hermanos de los otros
Que duermen en el fondo frío y torvo del mar,
Al arrullo monótono y salvaje del agua
Que ahoga todo rezo y estrangula el cantar

De los vientos: yo clamo, yo clamo por vosotros.
Con el alma transida de infinita piedad.
¡Pobres muertos del campo a quiénes nunca turba
El rumor de la vida honda de la ciudad!





LA ARBOLEDA INMOVIL
Es un bloc de pinos. Aunque dance el viento
Más loco y borracho de este mes de julio,
Parece que nunca sus copas se agitan.
Se dirían de hierro bajo el plenilunio.
Ha de tener nidos y ha de tener cantos
Mas está hechizada la arboleda esa.
Qué ansiedad punzante me oprime las sienes
Mirándola siempre tan quieta, tan quieta!
Su clamor es mudo como el de una estatua.
Yo siento en mis sueños su opaco alarido.
Oh pampero: trénzate a todos los vientos.
Sacúdela y dale la inquietud y el ruido!
En la noche pura, fantástica, clara,
Qué obscuro atavismo me enlaza a su angustia?
Yo sé que fué alegre y alocada y niña.
Yo sé que en sus ramas se hamaco la lluvia.
Cuando llegue el alba lejana y helada
Y el cansancio cierre mis ojos insomnes,
La arboleda inmóvil alzará en mi sueño
Su inmenso alarido que ignoran los hombres.





SILENCIO
Mi casa tan lejos del mar
Mi vida tan lenta y cansada.
¡Quién me diera tenderme a soñar
una noche de luna en la playa!

Morder musgos rojizos y ácidos
y tener por fresquísima almohada
un montón de esos curvos guijarros
que ha pulido la sal de las aguas.

Dar el cuerpo a los vientos sin nombre
bajo el arco del cielo profundo
y ser toda una noche, silencio,
en el hueco ruidoso del mundo.





EL DÍA
                                     (A Joaquín García Monge)
Hombre de faz ceñuda que das al viento puro
Tu frente en la que un surco dibujó la vigilia:
Sonríe a la mañana que vuelca sobre el muro,
El sol de enero hecho mosquetas amarillas.

Sonríe al gozo vivo de la luz que se enciende
En el cielo profundo como un cáliz de oro
Y centellea en el agua que corre entre los berros
Bajo los grandes sauces finos y temblorosos.

Se fué la noche acre que te afiebró las sienes
y puso en tus mejillas el color de la cera.
¡Sacude la cabeza y da al viento del alba
todo ese afán nocturno, agrio, que te atormenta!

Hazte nuevo ante el día limpio de toda mancha,
que surge de la noche como de un vientre impuro
y es jovial, y se ciñe con el oro y el rosa,
los colores amados por los dioses jocundos.

Hazte nuevo ante el júbilo de la hora sin mácula
que baja temblorosa a la tierra grisácea,
y trae para los hombres que han sufrido en la noche
la fuerza con que puede revivir su esperanza.





LA NUEVA ESPERANZA
Vuelves a mí, esperanza, como un ramo de hierbas
Olorosas, cortadas a la hora del alba.
Tienes la timidez de las flores humildes.
Humildes y menudas como las de la salvia.

Llegas a pasos lentos. Una fragancia leve
Te precede. Yo pliego las manos y te acojo
Con un gesto asombrado de mendiga. No tengo
Ni siquiera el valor de levantar los ojos.
Pero siento que bajo los párpados vencidos
Mi claridad aumenta, y se ensancha tu halo,
Y me asalta a los labios un sabor de violetas,
Y el aire que me cerca toma un tinte azulado.
¡Mas, me encontraste amarga, y en la luz que me inunda
Todavía no puedo darme entera al milagro!





EL CIPRES
Quizás nació en Judea
Pero se ha hecho ciudadano en todos
los cementerios de la tierra

Parece un grito que ha cuajado en árbol
o un padre nuestro hecho ramaje quieto
no ampara ni cobija. Siempre clama
por los muertos

Y si a veces se enrosca por su tronco
un rosal que florece en los veranos,
como un trapense extático no siente
la brasa de la flor sobre sus gajos

Tiene pasta de asceta, el solitario

O pasta de abstraído

Pero si uno está hastiado o está triste,
le hace bien recostarse contra el tronco
recto y liso

Se siente algo sedante en la mejilla
como si dentro del leñoso tallo
una intuición ardiente y sensitiva
compadeciera el gesto de cansancio

Nunca el ciprés comprenderá la risa,
la plenitud, la primavera, el alba
sólo se da a la angustia de los hombres
y arrulla el sueño eterno como un aya
es un gran dedo vegetal que siempre
está indicando al ruido: ¡calla!





SETIEMBRE
Es preciso, setiembre, que tú yemes
El solo árbol que flanquea mi casa.
Si la savia se duerme entre su médula

Y no la mueven ni el calor ni el agua,
Mi mesa no tendrá postre en enero

Y el patio familiar será una brasa.

Tiene un aspecto tétrico este árbol.
Yo no le veo ni señal de brotos*
Los plátanos podados de la calle
Se han llenado de hojuelas hasta el tronco.
¡Y qué va a ser de mí si en estos meses
No tengo ni una -flor para los ojos!

Un nido de gorrión está aferrado
Entre dos ramas lisas y desnudas.
Setiembre, todo nido necesita
Hojas que lo defiendan de la lluvia.

Además, en enero, bajo la ancha
Sombrilla de su gran copa redonda,
Mi hijo juega al trompo y al balero.

Y si el árbol se seca, no habrá sombra.

Te pido que lo yemes. Por el niño,
Por el casal de pájaros alegres
Y por mi ensueño cada vez más lento.
Sé piadoso, setiembre.




 LASITUD
No termines, ¡oh día!, sin dejarme en la mano,

No termines, ¡oh día!, sin dejarme en la mano
Como una rosa abierta bajo el sol de la tarde
Este estío tardío que entre mis labios arde
Y que hoy, desde el alba, yo te he pedido en vano.

Déjalo que madure como un fruto en verano
Y aunque amargue su entraña mi lasura cobarde
Dámelo terso y puro para que en él se guarde
Un poco de este diario y salobre desgano.

Dámelo, día de enero, para que él me averguence
Mañana de esta misma blandura que me vence
Y que ciega mis ojos para tu claridad.

No sé cómo se puede estar grave este día;
Presiento que he pecado con mi melancolía
Y que es todo un delito mi taciturnidad.





LA CUNA
Si yo supiera de qué selva vino
El árbol vigoroso que dio el cedro
Para tornear la cuna de mi hijo…
Quisiera bendecir su nombre exótico.
Quisiera adivinar bajo qué cielo,
Bajo qué brisas fue creciendo lento,
El árbol que nació con el destino
De ser tan puro y diminuto lecho.

Yo elegí esta cunita
Una mañana cálida de Enero.
Mi compañero la quería de mimbre,
Blanca y pequeña como un lindo cesto.
Pero hubo un cedro que nació hace años
Con el sino de ser para mi hijo,
Y preferí la de madera rica
Con adornos de bronce.  ¡Estaba escrito!

A veces, mientras duerme el pequeñuelo,
Yo me doy a forjar bellas historias:
Tal vez bajo su copa una cobriza
Madre venía a amamantar su niño
Todas las tardecitas, a la hora
En que este cedro amparador de nidos,
Se llenaba de pájaros con sueño,
De música, de arrullos y de píos.

¡Debió de ser tan alto y tan erguido,
Tan fuerte contra el cierzo y la borrasca,
Que jamás el granizo le hizo mella
Ni nunca el viento doblegó sus ramas!

Él, en las primaveras, retoñaba
Primero que ninguno.  ¡Era tan sano!
Tenía el aspecto de un gigante bueno
Con su gran tronco y su ramaje amplio.

Árbol inmenso que te hiciste humilde
Para acunar a un niño entre tus gajos:
¡Has de mecer los hijos de mis hijos!
¡Toda mi raza dormirá en tus brazos!




EL JUGUETE
Nunca más la alegría se entretendrá en hacer
Danzar mi alma, vibrante como un trompo de música,
¡Segura estoy que ahora psta alma silenciosa
La asusta!

Pensará que el juguete multicolor y vivo
Se aquietó entre los dedos que lo hacían bailar,
Roto por el cansancio de la fiesta continua:
Por la ansiedad sin tregua de girar y girar.

Después, un día, la muerte lo ha de alzar del camino
Y entre sus duros dedos lo desmenuzará.





EL RECUERDO
Es un jardín antiguo de árboles sinuosos
Abrumados de ramas. En sus largos caminos,
Danzan las hojas secas y los últimos pétalos
Del verano, que apenas hace un mes que se ha ido.

Tiene extraños recodos donde el sol nunca filtra

Y la leve penumbra toma tintes morados.
Este día de otoño húmedo y taciturno,
Parece qué este viejo jardín haya llorado.

Al fondo está la casa con sus blancas columnas

Y su puerta cerrada que ya nadie franquea.
Ante el umbral descienden los anchos escalones
Blandos de hierba nueva que crece entre las piedras.

En un tiempo lejano, tan lejano que a veces
Me parece de sueños, hasta aquí yo venía
Con un hombre al que amaba sobre todas las cosas.
Tiene un sabor extraño el amor en las ruinas.

Hoy he vagado sola por todos los senderos
Bajo el techo nervioso de las altas magnolias.
Traigo un manojo prieto de jacintos violáceos.

Y una melancolía que hasta el cuerpo me agobia.

Cuando vuelva a la loca ciudad iluminada
Tendré los labiqs pálidos y ardorosa la frente.
Y he de decirle a aquél que se mira en mis ojos:
Vete, qué estoy enferma. Por favor, no me beses.







(TRANSCRIPCIÓN MARÍA FLORENCIA MILANI)


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